Jesús Gil no es que fuera malo.
Es que era un hijo de la gran fruta.
Lo sé porque lo conocí personalmente. Don Jesús era un mafioso que llevaba sus turbios asuntos desde su club social de Marbella, en lugar del ayuntamiento, que no lo pisaba ni jartito del whisky.
La entrada al club social de 'Don Jesús' tenía dos cuadros, como para que el que entrara supiera un poco de qué iba la movida. El primero, un lienzo horterísima que ocupaba media pared, representaba, pintado tristemente, a Al Pacino, Robert de Niro y Marlon Brando en la película de El Padrino. Con sus metralletas de tambor, sus sombreros Chicago años 30 y un coche de esos de mafioso. En el otro lado de la pared, su caballo Imperioso pintado con cierto aire a unicornio.
El club era de un gusto hortera de nuevo rico que tumbaba de espaldas. Figuras de marfil, de ébano, lámparas de las más caras pero no de las más bonitas precisamente. Los guardaespaldas pululaban con sus gafas oscuras y el pinganillo por doquier, en el pasillo de encontrabas lo mismo a Lubo Penev (que fue delantero del Atleti) que a un grupo de jeques árabes.
Don Jesús fue el responsable del subidón de Marbella cuando esta ciudad comenzaba ya a declinar. Entre sus amigotes, por ejemplo, Nakachian, un traficante de armas libanés que pasó a la fama por el secuestro de su hija, Melody. Nakachian me aseguró, muy sonriente, que de los seis secuestradores de aquel rapto que tuvo en vilo a media España ya se había cargado a cinco, pero que el sexto no aparecía. También estaba Alcasser, otro traficante de armas que no pasaba frontera en el aeropuerto de Málaga. Había otros pilares en la reconstrucción del Marbella gilista, como Petrovic, el traficante de armas que se hizo de oro en la guerra de Yugoslavia.
También estaban las acciones de los policías locales, acumuladas mil denuncias por agresiones con todo tipo de objetos contundentes a marbellíes melenudos. Yo viví con uno, precisamente un hijo de pescadores que tuvo que irse de su propia ciudad porque la policía le dijo que o se iba o se esperase cualquier cosa.
Era una época en la que el centro de Marbella estaba tan limpio que no contaban los cadáveres que aparecían en las cunetas. Os aseguro que cada semana aparecían un mínimo de dos cadáveres ajusticiados, la inmensa mayoría no salían en prensa.
¿Eso es lo que quieren ustedes? ¿A Jesús Gil? Entonces no teneis ni idea de lo que hablais. Podeis pedir a Totó Riina, que puso el sur de Italia hecho un primor, o al hijo de Milosevic, que convirtió Belgrado en un paraíso balcánico.
Decid pues que os gustan los mafiosos y el estilo de vida que imponen. Porque Mario es otro prenda de los buenos, que no en vano le dejaron en bolas un bonito día de navidad.
Y no precisamente porque supiera demasiado, que sabía: simplemente para ser tan listo demostró ser muy poco inteligente, y ahora es un tertuliano más, como Javier Nart o Alfonso Rojo, o peor aún, el Hermann, fantoches que han encontrado en las tertulias extremas un modo de seguir saliendo en alguna parte.
Por añorar, cada uno añora a quien quiera.
Pero añorar a Jesús Gil es tener menos idea que un mirlo verde, sobre todo porque es culpable en gran parte del modelo que nos ha llevado a esta situación. Un modelo de construir sin medida, de sobornar a todo cristo y de eliminar al que te lleve la contraria.
Un modelo de farlopa y pilinguis, por otro lado.
Y aquí veo mucho farlopista cliente, por lo que parece..