Yo también he sido profesor, en mi caso en el ámbito del desarrollo web y diseño gráfico. O sea, los sitios donde recalan todos los que tienen el firme objetivo de tocarse los güebos a dos manos y con los pies. La motivación que se percibe en una de esas aulas por parte del alumnado se puede recoger del suelo con escoba y recogedor, junto a las pelusas de polvo.
El perfil medio de el alumno tipo es el de niñato consentido de clase acomodada con la edad de darle cuatro palos bien dadas, y que se vanagloria de no haber leído un sólo libro desde hace 8 o 10 años. Pero eso sí: quiere ser un gran diseñador o programador, que para eso paga (???) el título que se va a llevar a final de curso (por narices, porque para eso dirección nos lo había dejado muy clarito: no son alumnos, son clientes). ¿Cómo enseñarles a esos cenutrios los fundamentos de la ilustración técnica? ¿Y de javascropt?
Para evitar verme contagiado por el ambiente y acabar siendo carne de psiquiatra, opté por sacar mi vena más cínica. Quizá a alguno os sirva esta metodología (ojo: estamos hablando de enseñana privada):
1- En la presentación les digo que si quieren aprovechar el curso o no, a mí me la rezuma: a fin de cuentas, yo cobro lo mismo tanto si lo aprovechan como si no (les decía cuánto, además), y que habría que ser un poco estulto para no aprovechar un curso por el que habían pagado 4000 o 5000 €, pero que en todo caso ellos verían lo que hacían con la pasta de sus padres.
2- Acto seguido les explicaba la regla de Pareto, la del 80/20, y un poco de la teoría de la selección natural de las especies, para que comprendieran por qué la mayoría de ellos iban a perder el dinero y el tiempo con el curso para acabar en empleos de baja cualificación y renumeración. Pero eso sí: lo hacía con la mayor de las cordialidades, en tono muy alegre y desenfadado, haciéndoles ver que eso era lo más normal del mundo, que siempre ha sido así y lo seguirá siendo, que tampoco había por qué amargarse con la idea de ser un puñetero fracasado. De cosa.
3- Les hablaba un poco de mí: de mi formación universitaria (nula, porque no tengo ninguna carrera) y mi carrera profesional (muy extensa), que soy autodidacta puro y que todo lo que les iba a enseñar era fruto directo de la experiencia profesional. Y que si hubiera tenido la suerte de asistir a un curso como el que les iba a impartir, lo que he aprendido en 1000 horas lo habría aprendido en 200, así que ellos verían. También les advertía de que no tenía miedo de que ninguno de ellos llegase a hacerme la competancia algún día, por lo expuesto en el punto 2. Esto les picaba un poco, jejeje.
4- El programa de curso lo seguía en líneas generales, pero a mi modo, en plan caótico, no sabían con lo que se iban a encontrar cada día. En realidad, no lo sabía ni yo.
5- ¿Qué actitud debe tomar el profesor hacia el alumno? En mi caso, como alumno fui un macarra, así que como profe hice el papel del único tipo de profesor que hubiera admirado cuando era alumno: un macarra al cuadrado. Esto tiene la ventaja de que los dejas desconcertados: no se esperan que su profesor sea más bruto que ellos. Un alumno desconcertado baja la guardia. Y cuando baja la guardia, le puedes meter cualquier concepto en su cabeza, y se quedará grabado en ella, porque quedará asociado a una emoción.
6- Les dejaba comer en clase. Siempre que pagasen en especie por ese derecho, claro. Así, muchos días almorzaba hasta el empacho a base de comerme buena parte de sus palmeras (puagh, qué ardor de estomago les cogí: a veces me iba al water a escupir los cachos), sus patatas fritas, o beberme la mitad de sus cocacolas. La estrategia fue efectiva: al poco tiempo dejaron de comer en clase.
7- También les chantajeaba: les decía que la dificultad de los exámenes estaría en función de las botellas de tequila que me regalasen. En principio lo hacía en plan de coña, pero en un par de ocasiones se portaron, los dolidos (yo también, claro: la palabra dada hay que cumplirla).
8- ¿Recódáis cómo cuando éramos críos solíamos vaciar los bolis Bic y hacíamos cerbatanas con ellos y papelitos reblandecidos con babas? Lo que no se espera nadie es que lo haga un profesor. Pero viene muy bien para hacer callar al pesao de turno: ¡Splatch! Perdigonazo en el ojo seguido de un conciso "¡cállate la boquita, mecagüendios!". Hace maravillas, oye.
9- Parte esencial del proceso educativo es irte de borrachera (eufemísticamente "cena") con los alumnos. Constataréis que las generaciones actuales son una panda de zombies. Haceros pinturas de guerra indias con los pintalabios de las alumnas. Sacarlas a bailar, flirtead con ellas (sí; sé lo que estáis pensando...). Sed más impresentables que nadie. Aprovechad un momento para preguntarle al más pastillero si os puede vender alucinógenos (monguis, tripis...) Como ya no están de moda, no podrán, pero os pillarán un respeto que no veas. Y si por un casual tienen... pues qué risas, ¿eh? Aquí descubriréis que en el fondo son majos chavales, porque cuando ya no ves ni los adoquines del suelo, entre dos o tres de ellos te llevarán a tu casa.
10- Ya sé que parece poco serio, pero no creáis. La seriedad va por debajo. Entre coña y coña, explicadles cómo está el mercado laboral realmente, aunque sea un panorama desolador. En el fondo están asqueados de tanto mercadeo de esperanzas, que es lo que han mamado toda su fruta vida, y lo que quieren oir son realidades. Yo les hablé de la burbuja inmobiliaria incluso antes de descubrir este foro, también de geopolítica, de cómo funciona el mundo, de los complejos de clase social, esos grandes desconocidos, y de las psicopatologías del pijochorra aburguesado. Y si tenéis experiencia laboral en aquello que estáis enseñando, tirad de ella al máximo, que lo apreciarán y os lo agradecerán mucho.
Dicho así todo esto puede parecer un poco fuerte. Pero mira, a tomar por ojo ciego la modestia: en las encuestas de valoración de profesores, mi nota no bajó de 8,75 en ninguno de los 6 años que estuve impartiendo clases. Dirección sabía de mis métodos cuasicriminales (bueno, vale, no lo sabía *todo*), pero como el cliente paga y el cliente estaba muy contento, siempre hicieron la vista subida de peso. Mis únicos roces con dirección fueron por tema de pasta.
El caso es que he seguido manteniendo el contacto con varios ex-alumnos, y he podido constatar recientemente que en pormedio llegué (llegamos, que éramos varios profes) a romper la regla de Pareto: 70% que han acabado fuera del mundillo relacionado con el curso / 30% que han acabado dentro, con cierta estabilidad, además. Lo que me llena de orgullo, porque lo considero un exitazo bestial.
Y por cierto, como anécdota final: no hay nada más bonito que encontrarte con un ex-alumno que te diga, al margen de si ha acabado currando en ello o no, que lo que tú le enseñaste le ha venido de querida progenitora, que aprendió mucho contigo, y que se apuntaría a cualquier otro curso que dés. Me ha ocurrido varias veces. Me ha hecho ver que quizá los infravaloraba un poco al principio. Casi me hace pensar que aun hay esperanza para la nueva generación. Casi me hace creer en algo. Casi me hace sentir cierta empatía por mi especie.
Bueno, lo dejo, que me estoy poniendo sentimental, y tampoco es eso.
Saludos