Juro por todo aquello en lo que más dudo que lo que he contado es cierto, y hay bastantes cosas que me callo por respeto a varios de mis ex-alumnos, aunque parezca un chiste. Que alguno de ellos puede leer cosas más largas que un SMS, y hasta es posible que haya entrado en este foro más de una vez.
También confesaré una cosa más: en la enseñanza siempre trabajé de autónomo. Al principio porque no me dieron otra opción, y luego, cuando me ofrecieron entrar en plantilla, porque no me dio la gana a mí. La razón es que ser freelance te deja en una cierta posición de fuerza respecto a dirección: si las cosas se ponen muy chungas, te largas y les dejas con el curso a medias, y a ver para quién es mayor el marrón (sobre todo si no hay nada firmado, que en estos casos no lo suele haber
).
Lo malo del "método destroyo", y una de las razones por las que dejé la enseñanza, es que te agota mental y emocionalmente. Cada clase es una función teatral en la que tienes que improvisar todo el rato, y cuando salía de clase tenía mi otro curro, desarrollo web, por lo que acababa machacado.
Además, siendo sinceros, los aspectos administrativos de este trabajo (diarios de impartición, memorias, redacción de apuntes, ejercicios, etc) nunca los he llevado bien: al final resulta que la única labor que verdaderamente me interesaba, la transmisión de conocimientos, es casi la que menos tiempo ocupa. Algo falla en el sistema educativo cuando hay que cuidar más la burocracia que la enseñanza. De esto hablaba con otros profes y todos estábamos de acuerdo: la enseñanza actual se parece más a una tienda de barrio que a lo que debería ser: se venden los cursos a granel. De hecho, en la web de la mayoría de los centros educativos puedes sustituir el apartado "cursos" por uno que diga "nuestros productos" y nadie notará la diferencia.
Por no hablar de cómo se enfoca el asunto desde dirección e instituciones: "oye, que vamos a presentar unas propuestas de cursos a la Diputación a ver si nos los subvencionan, pero sólo lo harán si el diseño curricular les parece acojonante, ¿nos podrías redactar uno bien chulo para esta mañana?". Dicho y hecho: en un par de horas el programa de un curso de Access XP se transforma por arte de magia en "modelado de información empresarial en sistemas de gestión de bases de datos relacionales". Te puedes imaginar el resto del texto: lenguaje institucional puro y duro, frases larguísimas para no decir nada y mucho uso de tecnicismos de moda, que venden mogollón: "implementar", "sinergias", "competitividad", y el palabro mágico: "mercado". Las palabras de más de tres sílabas en general tambén venden mucho. Todo ello para que el funcionata que asigna las subvenciones pueda lucir pecho ante sus superiores por la labor que está haciendo en su "gestión de los recursos para la educación", y los políticos puedan presentarlo como un "triunfo de su política educativa, un buen uso de nuestros impuestos". Todo ello para un puñetero curso de Access XP, que a la hora de la verdad ni está instalado en los ordenadores de los alumnos y al final hay que tirar de Access 2000.
Y lo mejor es que al final se les pasa el cuestionario típico de valoración del curso a los alumnos donde la cuestión principal: "Valore la utilidad del curso" se pierde entre otras como "Valore el equipamiento del aula", "Valore las condiciones ergonómicas (mobiliario, iluminación)", "Valore la adecuación del curso al temario", etc.
El panorama, desde luego, enfocado exclusivamente a la obtención de títulos, no invita mucho a la motivación del alumno ni del profesor. Más bien es desolador: el mundo educativo está podrido, pero no sólo desde la base (los alumnos), sino también y sobre todo desde la cabeza (instituciones y dirección). Y los que deberíamos ser el corazón del sistema educativo, los profesores, hemos sido relegados al papel de meros dependientes de una tienda (con todos mis respetos para esa profesión, pero no estamos hablando de las mismas responsabilidades).
Con esta perspectiva, ya me dirás si no es para volverse un puñetero cínico y, a poco que puedas, hacer las cosas como te salgan de los narices. Ese ha sido mi caso, así que en el fondo me considero un afortunado. Ahora ya no imparto clases, y estoy más tranquilo, aunque a veces echo de menos el trato con los alumnos más macarras, que era con los que mejor me llevaba. Y sobre todo, con las alumnas.
Saludos
pd: un último truquillo para hacer callar a la gente en clase. Pero tienen que cumplirse dos condiciones: que haya una pizarra "vieja" (no las gaiadas esas de velledas) y no tener dentera. Consiste en sonreir a la clase mientras pasas lenta y fuertemente las uñas por la pizarra: ñññññiiiieeeeeec... disfrutar con los grititos y las caras de estar comiendo limones que se les quedan.