Robar en la casa de un narco o un capo de las mafias asentadas en Ejpaña, siempre ha sido un error que ningún chorizo de quinta se atreve ni en sueños. Aún recuerdo la seguridad que tenía viviendo en una urbanización, a lado de un señor italiano, con unos bambini que lo acompañaban siempre, muy elegantes, como buenos italianos, con gafas oscuras y Armani. Ningún etniano se acercaba ni en 5 kilómetros a la redonda. Jamás nadie se quejo, entre los vecinos, de que alguien les afanara ni la maceta de su jardín ¿Capicci?