Mr. Hughes
Madmaxista
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La Edad de La Inocencia
22 de Octubre de 2010 - 14:34:20 - Gary Stewart
Hay una delgada línea entre el amor y el repruebo, y a veces me pregunto, ¿qué hago en este país? Vine a España hace 10 años agobiado del sueño americano que atormenta a muchos estadounidenses. Mi familia y yo emigramos a los EEUU cuando tenía 5 años, y casi al cruzar la frontera tuve que hacer una plétora de exámenes para determinar mi coeficiente intelectual y así integrarme en el sistema educativo. Según los exámenes, era un alumno gifted, lo que significa que durante muchos años los profesores me enviaron a las clases para empollones. Todos en mi entorno me condujeron a explotar al máximo mi capacidad, recordándome que era "tan talentoso como cualquiera, mejor que la mayoría, e inferior a nadie". Al final, me gradué entre los mejores estudiantes tanto de la Universidad de Yale como de la Facultad de Derecho de Yale. Sabía que mucha gente había invertido mucho tiempo y dinero en mi formación, y no podía defraudarles.
No obstante, aunque creo en la competencia sana, hubo momentos en que sentía que estaba siendo enterrado vivo en mi futuro. Quería vivir una vida en 3D, pero para mí vivir en Nueva York durante esta época era como vivir en el Matrix, en una guandoca de expectativas orientadas menos a la felicidad y mas a la acumulación de la riqueza. Aunque significara una nueva etapa de nuevos retos e idiomas, vine a Europa porque necesitaba un periodo de libertad condicional. Buscaba un paraíso hippie para descubrir el yo verdadero sin la intervención de terceros, y Barcelona se volvió en mi Woodstock.
En general, lo he pasado genial. He trabajado como emprendedor, he levantado alrededor de 4 millones de euros para mi empresa y ahora soy profesor y director del Venture Lab (la aceleradora de proyectos emprendedores) en el Instituto de Empresa Business School en Madrid. No tengo ninguna intención de volver a los EEUU. España ya es mi hogar, y durante la Copa Mundial me sentí muy orgulloso de disfrutar de todos los partidos con mis amigos y cantar "Soy español" como si hubiera nacido en Cuenca.
No obstante, después de 10 años en España, entiendo mejor por qué los hippies de Woodstock se convirtieron en los yuppies de Wall Street. Cuando llegué a Barcelona en el 2000, España me parecía un país con un espíritu muy joven y dinámico, evolucionando a una velocidad impresionante. Yo todavía era un niño grande, y era adrenalina pura pensar que podría reinventarme en un país en plena ascensión. Ahora soy un thirtysomething que aprecia mucho más el valor y la función social de las "americanadas" de que ríen los europeos.
En particular, mi experiencia en España ha fortalecido dos creencias básicas que me inculcaron en los EEUU.
Primero, el rol del Estado es incentivar, no intervenir. El Estado existe para establecer un sistema socio-económico que fomenta los derechos del individuo y que no le impide en la búsqueda de su propia autorrealización. No obstante, crear un entorno que fomenta la igualdad de oportunidad no significa que el Estado debería imponer una igualdad de resultados. No veo el incentivo de trabajar duro en España. Si el sueldo medio en España es de 1500 euros, para mucha gente, la diferencia entre su sueldo y el paro no es tan significativa, y siempre tiene la opción de ganar un poco de dinero B y/o viajar al mundo durante 3 meses subvencionado por el Estado y el empresario (en la forma del finiquito).
Yo estudie duro durante muchos años, porque sabía que era la receta de mejorar mi vida. Un abogado joven en Nueva York en 1999 ganaba un sueldo de $125.000 con un bonus potencial de $50.000. Cuando llegué a Barcelona en 2001, me enteré de que algunos abogados pagaban para trabajar en los bufetes. Asimismo, cuando pregunté por qué tantos camareros en España tienen mala leche, mis amigos me explicaron que como no reciben propinas, los camareros tienen poco incentivo de ofrecer un servicio educado. En la misma línea, ¿cuál es el incentivo de trabajar duro en un sistema en el que la calidad de tu esfuerzo no necesariamente tiene nada que ver con tu remuneración, si el resultado ya está casi garantizado? Mejor que todos vayamos juntos a la playa, mientras el Gobierno busca inversores asiáticos.
En fin, la vida es muy dura para todos, e incluso los "afortunados" tenemos que pensar en cómo vamos a llegar a fin de mes y a veces tenemos que motivarnos para aguantar trabajos exigentes y duros. Si no puedo disfrutar de los frutos de mi labor, o si trabajo duro y todavía no llego a fin de mes, sería simple seguir invirtiendo mi tiempo y energía en un sistema que casi me garantiza un bajo retorno de mi inversión. Por eso, hay tan pocos emprendedores en este país.
Segundo, el Estado debería fomentar la excelencia y la competitividad. En España, las cosas van al revés. En el nombre de la solidaridad, se premia la mediocridad y se castiga la ambición. El éxito debería depender del esfuerzo y las circunstancias personales de cada uno, no de un "derecho" de igualdad subvencionada por la gente trabajadora sin referencia a la capacidad o esfuerzo del recipiente de dicha subvención. Prefiero un sistema que me inspira soñar y creer que mis posibilidades son infinitas, que un sistema "realista" que fomenta la actitud de "ya veremos" como van las cosas pero mejor no arriesgarme demasiado.
Un espíritu bohemio originalmente me atrajo a España, pero ya me cansa. Ahora entiendo la frustración de mi madre, quien nunca me dejó olvidar que todos tenemos que "grow up" y aceptar las responsabilidades que conlleva ser adultos. A veces tengo la misma sensación sobre España. Ser bohemio y no pensar en las consecuencias es interesante y liberador para una época de la vida cuando eras joven y rebelde, y a lo mejor es una etapa necesaria para encontrar tu propia identidad. Pero no debería convertirse en una manera de vivir, mucho menos en una manera de organizar un Estado.
Gary Stewart es Director Ejecutivo del Venture Lab de IE Business School. Además, es consejero, co-fundador y antiguo CEO de nuroa.es, un buscador inmobiliario líder en Europa. Recibió su licenciatura en la Universidad de Yale (magna cum laude, Phi Beta Kappa) y su juris doctor en la Facultad de Derecho de Yale. Colabora como consultor legal y estratégico a varias empresas start-ups españolas en búsqueda de financiación.
La Edad de La Inocencia - Made in USA
22 de Octubre de 2010 - 14:34:20 - Gary Stewart
Hay una delgada línea entre el amor y el repruebo, y a veces me pregunto, ¿qué hago en este país? Vine a España hace 10 años agobiado del sueño americano que atormenta a muchos estadounidenses. Mi familia y yo emigramos a los EEUU cuando tenía 5 años, y casi al cruzar la frontera tuve que hacer una plétora de exámenes para determinar mi coeficiente intelectual y así integrarme en el sistema educativo. Según los exámenes, era un alumno gifted, lo que significa que durante muchos años los profesores me enviaron a las clases para empollones. Todos en mi entorno me condujeron a explotar al máximo mi capacidad, recordándome que era "tan talentoso como cualquiera, mejor que la mayoría, e inferior a nadie". Al final, me gradué entre los mejores estudiantes tanto de la Universidad de Yale como de la Facultad de Derecho de Yale. Sabía que mucha gente había invertido mucho tiempo y dinero en mi formación, y no podía defraudarles.
No obstante, aunque creo en la competencia sana, hubo momentos en que sentía que estaba siendo enterrado vivo en mi futuro. Quería vivir una vida en 3D, pero para mí vivir en Nueva York durante esta época era como vivir en el Matrix, en una guandoca de expectativas orientadas menos a la felicidad y mas a la acumulación de la riqueza. Aunque significara una nueva etapa de nuevos retos e idiomas, vine a Europa porque necesitaba un periodo de libertad condicional. Buscaba un paraíso hippie para descubrir el yo verdadero sin la intervención de terceros, y Barcelona se volvió en mi Woodstock.
En general, lo he pasado genial. He trabajado como emprendedor, he levantado alrededor de 4 millones de euros para mi empresa y ahora soy profesor y director del Venture Lab (la aceleradora de proyectos emprendedores) en el Instituto de Empresa Business School en Madrid. No tengo ninguna intención de volver a los EEUU. España ya es mi hogar, y durante la Copa Mundial me sentí muy orgulloso de disfrutar de todos los partidos con mis amigos y cantar "Soy español" como si hubiera nacido en Cuenca.
No obstante, después de 10 años en España, entiendo mejor por qué los hippies de Woodstock se convirtieron en los yuppies de Wall Street. Cuando llegué a Barcelona en el 2000, España me parecía un país con un espíritu muy joven y dinámico, evolucionando a una velocidad impresionante. Yo todavía era un niño grande, y era adrenalina pura pensar que podría reinventarme en un país en plena ascensión. Ahora soy un thirtysomething que aprecia mucho más el valor y la función social de las "americanadas" de que ríen los europeos.
En particular, mi experiencia en España ha fortalecido dos creencias básicas que me inculcaron en los EEUU.
Primero, el rol del Estado es incentivar, no intervenir. El Estado existe para establecer un sistema socio-económico que fomenta los derechos del individuo y que no le impide en la búsqueda de su propia autorrealización. No obstante, crear un entorno que fomenta la igualdad de oportunidad no significa que el Estado debería imponer una igualdad de resultados. No veo el incentivo de trabajar duro en España. Si el sueldo medio en España es de 1500 euros, para mucha gente, la diferencia entre su sueldo y el paro no es tan significativa, y siempre tiene la opción de ganar un poco de dinero B y/o viajar al mundo durante 3 meses subvencionado por el Estado y el empresario (en la forma del finiquito).
Yo estudie duro durante muchos años, porque sabía que era la receta de mejorar mi vida. Un abogado joven en Nueva York en 1999 ganaba un sueldo de $125.000 con un bonus potencial de $50.000. Cuando llegué a Barcelona en 2001, me enteré de que algunos abogados pagaban para trabajar en los bufetes. Asimismo, cuando pregunté por qué tantos camareros en España tienen mala leche, mis amigos me explicaron que como no reciben propinas, los camareros tienen poco incentivo de ofrecer un servicio educado. En la misma línea, ¿cuál es el incentivo de trabajar duro en un sistema en el que la calidad de tu esfuerzo no necesariamente tiene nada que ver con tu remuneración, si el resultado ya está casi garantizado? Mejor que todos vayamos juntos a la playa, mientras el Gobierno busca inversores asiáticos.
En fin, la vida es muy dura para todos, e incluso los "afortunados" tenemos que pensar en cómo vamos a llegar a fin de mes y a veces tenemos que motivarnos para aguantar trabajos exigentes y duros. Si no puedo disfrutar de los frutos de mi labor, o si trabajo duro y todavía no llego a fin de mes, sería simple seguir invirtiendo mi tiempo y energía en un sistema que casi me garantiza un bajo retorno de mi inversión. Por eso, hay tan pocos emprendedores en este país.
Segundo, el Estado debería fomentar la excelencia y la competitividad. En España, las cosas van al revés. En el nombre de la solidaridad, se premia la mediocridad y se castiga la ambición. El éxito debería depender del esfuerzo y las circunstancias personales de cada uno, no de un "derecho" de igualdad subvencionada por la gente trabajadora sin referencia a la capacidad o esfuerzo del recipiente de dicha subvención. Prefiero un sistema que me inspira soñar y creer que mis posibilidades son infinitas, que un sistema "realista" que fomenta la actitud de "ya veremos" como van las cosas pero mejor no arriesgarme demasiado.
Un espíritu bohemio originalmente me atrajo a España, pero ya me cansa. Ahora entiendo la frustración de mi madre, quien nunca me dejó olvidar que todos tenemos que "grow up" y aceptar las responsabilidades que conlleva ser adultos. A veces tengo la misma sensación sobre España. Ser bohemio y no pensar en las consecuencias es interesante y liberador para una época de la vida cuando eras joven y rebelde, y a lo mejor es una etapa necesaria para encontrar tu propia identidad. Pero no debería convertirse en una manera de vivir, mucho menos en una manera de organizar un Estado.
Gary Stewart es Director Ejecutivo del Venture Lab de IE Business School. Además, es consejero, co-fundador y antiguo CEO de nuroa.es, un buscador inmobiliario líder en Europa. Recibió su licenciatura en la Universidad de Yale (magna cum laude, Phi Beta Kappa) y su juris doctor en la Facultad de Derecho de Yale. Colabora como consultor legal y estratégico a varias empresas start-ups españolas en búsqueda de financiación.
La Edad de La Inocencia - Made in USA