Palestina: las proporciones del horror
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En estas semanas, y sin salirse de nuestro país, cualquiera puede haberse topado con los argumentos favorables a Israel habituales, e incluso con algunos que rozan el sadismo. Al margen de anécdotas truculentas, como el esfuerzo del corresponsal de El Mundo por probar que en realidad tampoco andan las cosas tan mal en Gaza, el discurso siempre gira en torno al mismo delirio:
Israel libera a bombazos a los palestinos de los diabólicos militantes de Hamás, organización a la que casualmente los palestinos votaron de forma mayoritaria. Lo de «liberar» a los pueblos masacrándolos es una vieja manía, ya se sabe; como se sabe que la democracia sólo sirve si los pueblos votan lo correcto, que es tanto como decir lo que a nosotros nos interesa que voten. Basta echar un vistazo a los editoriales recientes de Libertad Digital. La verdad única se repite una y otra vez, sean cuáles sean los hechos.
Es cierto que la justificación del horror tiene éxito porque es mucho el dinero que se emplea para difundirla. Israel es el portaviones de los intereses de EE.UU y Europa Occidental en Oriente Medio, y ni unos ni otros van a llegar nunca demasiado lejos en los reproches a las salvajadas cometidas por el gobierno de Tel Aviv, ni van a dejar de venderle armas, mientras sigan siendo así las cosas. Pero no es solo ésta la razón. El problema es que tanto los más recalcitrantes aduladores de Israel como sus críticos tibios, incluso algunos que acuden a las manifestaciones de solidaridad con Palestina, comparten la misma visión en lo fundamental del conflicto.
Si se acepta que el Estado de Israel se limita a «responder» a las agresiones de los palestinos, la legitimidad de los bombardeos es sólo cuestión de grado.
Las quejas contra Israel se quedan en la reconvención por lo «desproporcionado» de su «represalia» ante los ataques de Hamás. De repente, se esfuman de toda consideración tanto el pueblo palestino como la ocupación de sus territorios, y en el debate público sólo se puede abordar la catástrofe humanitaria –que cobra hoy trascendencia de primer orden, por supuesto-, pero no las causas del conflicto, que son al final también las causas de la propia catástrofe humanitaria. Este terreno de discusión –y cualquier otro es sin más ignorado por todos los medios de comunicación importantes- es el que
permite al Estado de Israel combinar simultáneamente la estrategia de la mano dura y la de la diplomacia, regateando en las cumbres internacionales con el número de cadáveres, los deportados, los asentamientos o la política de dispersión y apartheid del pueblo palestino, al mismo tiempo que hace volar por los aires hospitales, derriba casas o dispara contra adolescentes.
Ahora, una vez declarado el alto el fuego –otro más-, los palestinos retornarán a esa normalidad desesperante que llevan padeciendo durante generaciones, a la que habrá que añadir, como ha escrito Isaac Rosa, centenares de personas más sin hogar, heridos sin medios para recuperarse, más casas derruidas, menos alimentos, aun más desesperación si cabe. Palestina irá desapareciendo de la primera plana de los periódicos y los telediarios, y para la conciencia ciudadana occidental recobrará su carácter de conflicto permanente, esa guerra inacabable no tan lejana de la que siempre hemos oído hablar desde que éramos niños. Palestina es el ruido de fondo inmemorial de nuestras vidas, el poso inextinguible de nuestra vergüenza.
No tenemos derecho a olvidar, no obstante, que ellos, los palestinos, van a seguir muriendo, expulsados de sus hogares o aprisionados en atroces ratoneras humanas.
El sufrimiento continúa, a todas horas, aunque no siempre lo haga al ritmo atronador de las bombas. Y, si no lo olvidamos, caeremos en la cuenta de que la solidaridad con Palestina no puede conformarse con que callen los cañones durante unos días, ni durante unos meses. Veremos claro que
la paz no puede basarse nunca en satisfacer la ambición del invasor. La paz sólo se edifica sobre la justicia, y la condición indispensable para la justicia es el reconocimiento de la verdad.
Ricardo Rodríguez
Adenda
En julio de 2002, el comentarista militar Amir Oren publicó en el periódico israelí Haaretz un reportaje en el que desvelaba que oficiales del ejército de su país estaban estudiando las tácticas empleadas por los alemanes para reprimir la rebelión en el gueto de Varsovia con el fin de emplear las que les pudieran aprovechar para zonas palestinas como la franja de Gaza. Como prueba de ello, había recabado el comentarista el testimonio de algún alto cargo militar, del que por motivos comprensibles se abstuvo de dar el nombre. La revelación levantó en su momento bastante polvareda, y llegó a obligar a pronunciarse al respecto incluso a algunos responsables del gobierno norteamericano.
Sin embargo, ya de antes muchos veían similitudes inquietantes entre los procedimientos de los nazis y los utilizados para doblegar a los palestinos. Después del reportaje, se pudo acudir a la fuente primordial, el informe de Jürgen Stroop, el general alemán que se encargó de aplastar brutalmente la resistencia judía en Varsovia. Un informe que llevaba por título «El gueto de Varsovia ya no existe» y que salió a la luz en los juicios de Núremberg. Al leerlo uno tenía la oportunidad de encontrar significativas coincidencias, como que
el general Stroop tachara a los resistentes judíos de terroristas y bandidos, como hoy se hace sin distinción con todos los palestinos que luchan por sus derechos. Y, sobre todo, los métodos de contrainsurgencia. Se rodeó el gueto con un muro y con vallas para impedir que nadie escapara, se volaron edificios de apartamentos, se demolieron casas manzana a manzana, se bombardeaba o incendiaba sin miramientos cualquier edificio desde el que alguien disparase (recuérdese de nuevo la justificación del bombardeo de dos colegios en los que se habían ocultado civiles palestinos, muchos de ellos niños).
El segundo texto está escogido casi al azar. Sirve cualquiera de los editoriales de estos días de Libertad Digital de defensa a ultranza del ejército y el gobierno israelíes en su represión de los palestinos de Gaza. Por ejemplo el editorial del pasado 12 de enero.
Reproduzco alternándolas solamente unas cuantas frases centrales de cada texto, por no aburrir. Cada quien puede realizar el mismo ejercicio con cuantos ejemplos como quiera. Se suelen parecer.
Richard Harwood: «
El ejército alemán de ocupación entró pues en acción
en respuesta a una rebelión apoyada por partisanos y comunistas como lo hubiera hecho cualquier otro ejército en una situación similar para eliminar a los
terroristas destruyendo de ser necesario la zona residencial. Debe recordarse que toda la operación de evacuación (de los judíos; Harwood no admite que fueran a ser deportados a campos de exterminio) habría continuado pacíficamente si los
extremistas judíos no hubieran organizado esta rebelión armada destinada al fracaso»
Libertad Digital: «…
lo que está haciendo Israel en Gaza no es ningún genocidio, ni siquiera un “proporcionado” ojo por ojo; lo que trata es de neutralizar y
acabar con los ataques terroristas de los que viene siendo víctima por parte de Hamás»
Richard Harwood: «
La porfiada resistencia de la organización judía de combate en esta lucha en que no tenía posibilidad alguna de vencer, causó (según las estimaciones) la muerte de 12.000 judíos en su mayor parte
porque permanecieron en los inmuebles y abrigos en llamas» (recuérdense la campaña del ejército israelí para «avisar» a los palestinos con el fin de que abandonaran sus casas antes del ataque militar).
Libertad Digital: «Lo que ocurre es que esta organización fundamentalista es
terrorista hasta cuando se defiende y, lejos de proteger a “su” población civil –tal y como hacer las autoridades israelíes, no sólo con su población-, no duda en exponerla»
Richard Harwood: «No obstante ello, capturaron los alemanes 56.065 habitantes del gueto, los que
fueron reinstalados pacíficamente en diversos lugares de la Gobernación General de Polonia»
Libertad Digital: «Lejos de buscar una “matanza”, las autoridades israelíes han permitido
corredores humanitarios y han enviado ayuda a la población civil palestina»
Richard Harwood: «
Varios judíos del gueto, irritados por el terror impuesto por la organización de combate,
intentaron informar a los alemanes sobre la ubicación de los estados mayores de la resistencia»
Libertad Digital:
«Los peores enemigos de los palestinos son estos dirigentes extremistas y criminales que nunca han querido la paz»
En fin, que el lector juzgue.
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Rebelion. Palestina: las proporciones del horror