Esta semana he vivido uno de los episodios laborales más lamentables que nunca he visto, todo cortesía de la burbuja inmobiliaria y el pánico a perder el trabajo y, por consiguiente, mi pisito. Una gran persona y excelente profesional ha dejado su trabajo estos días ante las trapacerías de llamemosle Mosquita Muerta, hipotecada hasta la médula, temblorosa ante las embestidas del euribor y las amenazas de despido que sufre toda la plantilla.
Perdonad que sea un poco críptica y no dé más detalles, pero intentaré explicarme. Mi amigo siempre puso en duda el criterio del jefe, como muchos compañeros, y se negó a servir a la campaña porque se veía obligado a mentir, era flagrante, no era ético y eso no le entraba en la cabeza.
Se fue de vacaciones y Mosquita Muerta, que nunca fue excesivamente brillante pero sí muy sonriente y hace más horas que nadie, aprovechó para meter la cabeza y hacer lo que la mandaban, anque mandara los principios a tomar por ojo ciego.
El tipo volvió de vacaciones y ya nada fue igual. El jefe puso en duda su trabajo y le pidió a Mosquita que volviera a repetir las gestiones. Nuestro compañero se cagó en todo y dijo: Me largo. Te doy los 15 días.
El jefe le dijo: No hace falta que te quedes. Sería muy desagradable ver como te despides de todos. Adios.
Y se fue. Todos estamos conmocionados. Mosquita se ha quedado con su puesto. Ahora respira tranquila. El jefe la pone de ejemplo de dedicación y profesionalidad pero muchos se han quedado alucinados y ni la hablan. Nuestro compañero llevaba más de una década en el puestov y ha recibido tantas llamadas de todos que ya ni coge el teléfono.
Hace meses, cuando el euribor estaba en lo más alto, ella me lloraba y me decía: No sé que me pasaría si me quedara sin trabajo. Nos ha subido la letra 400 euros y no podemos pagarla.
Hay muchas cosas que no compartía con ella pero tampoco me ponían violenta: su afición a los tacones de aguja, el abuso de mechas, la devoción por el gimnasio, el hacer horas a lo simple porque "me encanta mi trabajo", el peloteo a autoridades y jefes, su amor a su pisito y a las vacaciones anuales en el Caribe... Pero esto... Esto ha sido demasiado.
Yo no vendería a ningún compañero por un piso. Es que no me entra en la cabeza.
P.D. Antes de que alguien lo ponga, añado el tag 'y a mi que me importa'. Que os conozco, leches.