Son los liberales clásicos responsables del marxismo?

wintermute81

Fuego, movimiento y choque.
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Las palomas de Picasso:

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Un dibujo echo generalmente a boli con el que Picasso obsequiaba a sus amigos y era una especie de autógrafo.
Bueno cada uno de estos dibujos vale una pasta y sin embargo no le llevo al artista más de unos segundos hacerlo.
El precio de un producto no lo determina el cómputo de horas de trabajo si no lo que un comprador esté dispuesto a pagar.
 

Decipher

¿¡Qué más dará!?
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Vamos, que si eres un inútil puedes cobrar mas por tu producto.
 

Raisuni

Purasangre
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Las palomas de Picasso:

Ver archivo adjunto 219927

Un dibujo echo generalmente a boli con el que Picasso obsequiaba a sus amigos y era una especie de autógrafo.
Bueno cada uno de estos dibujos vale una pasta y sin embargo no le llevo al artista más de unos segundos hacerlo.
El precio de un producto no lo determina el cómputo de horas de trabajo si no lo que un comprador esté dispuesto a pagar.
Como bien dijeron los escolásticos
 

Raisuni

Purasangre
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Si pero Marx utilizó esa teoría para elaborar la su teoría de la explotación.
 

Raisuni

Purasangre
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Lo que incentivaria a todo el mundo a curra de forma ineficiente ya que pueden charificarse y cobrar igual.
Es una teoría absurda. No se si es de Owen o de Ricardo. El marxismo la utilizó para su teoría de la explotación laboral.
 

Sun&Moon

Himbersor
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La paradoja del valor (o del agua y los diamantes) tampoco fue resuelta por los liberales clásicos, la resuelve Menger en 1870 que es un economista de la escuela austriaca (realmente el concepto de utilidad marginal ya estaba flotando en el ambiente durante siglos, desde los escolásticos salmantinos del siglo XVI).

Así que si, Adam Smith fue el primer marxista. Quien diga que fue el padre del liberalismo es que ha aprendido economía de oídas.
Adam Smith se puede considerar el padre del liberalismo por la gran influencia de sus obras y la paradoja del valor no la resuelve Menger, la resuelve el español Jaime Balmes.
 

HEINZ GUDERIAN

Madmaxista
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Adam Smith se puede considerar el padre del liberalismo por la gran influencia de sus obras y la paradoja del valor no la resuelve Menger, la resuelve el español Jaime Balmes.
Los padres del liberalismo son la escuela de Salamanca. Muy anterior a Smith y mas acertada
 

I. de A.

Madmaxista
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“El liberalismo es término de contienda. Y esta discusión parece siempre que va a provocar su triunfo, incluso de modo que podría calificarse de espectacular. Sin embargo, de las mismas fuentes doctrinales del liberalismo (…) desde los fisiócratas a los francmasones, surgen los argumentos que hoy en día provocan el auge de la socialización.”
El libertino y el nacimiento del capitalismo, Juan Velarde.


Marxismo y liberalismo: dos caras de una moneda

-Bernard Mandeville, filósofo del liberalismo-

Para conocer las raíces filosóficas del liberalismo, es fundamental analizar la obra del holandés Bernard de Mandeville, quien nació en Rotterdam en 1670, pero vivió buena parte de su vida en Inglaterra.

Aunque estudió medicina, Mandeville, ávido lector, se convirtió en un famoso escritor. Era uno de los autores más leídos y célebres de su tiempo. Sus obras se vendían no solamente por ediciones, sino literalmente por docenas de ediciones.

Mandeville tuvo una influencia determinante en el pensamiento de los economistas y filósofos liberales como Adam Smith, David Hume y Jeremy Bentham. El economista Friederich Von Hayek aseguró que Mandeville inspiró el argumento de Adam Smith sobre el libre comercio, presentado en su célebre obra La Riqueza de las Naciones.

Mandeville plasma su concepción moral en una de sus obras, la Investigación sobre el Origen de la Virtud Moral, en donde asegura que el hombre es un simple animal y, como ocurre con estos, la moral no existe como algo preestablecido; es un mero invento de los gobernantes para aprovecharse de las clases dominadas. La forma de diseminar la concepción de la moral en la sociedad, dice Mandeville, es a través de trucos, engaños y adulaciones:

Los “sabios examinaron detenidamente las fortalezas y las flaquezas de nuestra naturaleza y sacaron la conclusión de que nadie es tan salvaje que no le ablanden las alabanzas, ni tan vil como para soportar pacientemente el desprecio, y concluyeron, con razón, que la adulación tiene que ser el argumento más eficaz que pueda usarse con las criaturas humanas. Poniendo, pues, en práctica esta hechicera máquina, ensalzaron las excelencias de nuestra naturaleza, colocándola por encima de la de otros animales… Después de haberse insinuado así en los corazones de los hombres, por medio de esta ladina adulación, empezaron a instruirles en las nociones del honor y la vergüenza, representando a uno como el más alto bien a que pueden aspirar los mortales y al otro como el peor de los males… Esta fue la manera como se domó al hombre salvaje, pues es evidente que los primeros rudimentos de moralidad introducidos por hábiles políticos… fueron maquinados principalmente con el fin de que los ambiciosos pudieran obtener el mayor beneficio posible y gobernar sobre gran número de individuos con toda facilidad y seguridad”.

Mandeville expuso el corolario económico de su peculiar tesis en un poema titulado La fábula de las abejas, en donde compara la sociedad con un panal. Según él, las abejas progresan porque buscan denodadamente satisfacer sus vicios, placeres y pasiones, no porque quieran colaborar en satisfacer las necesidades del panal.

En su fábula, las abejas vivían con lujos y comodidades gracias al engaño, el raterismo, la falsificación, el juego, la corrupción, la estafa y todo tipo de vicios; pero en conjunto, todo, según él, era un paraíso, puesto que “el vicio nutría al ingenio, el cual, unido al tiempo y la industria, traía consigo las conveniencias de la vida”. Es decir, que el vicio privado conllevaba el beneficio público. Un buen día, a las abejas se les ocurrió solicitar a los dioses liberarlas de los vicios, utilizando para ello argumentos de tipo moral. Los dioses aceptaron y al poco tiempo el panal se vio envuelto en una terrible hambruna y depresión económica, porque ya no había incentivos para el esfuerzo personal.

Esta tesis se convirtió en la filosofía fundamental del liberalismo inglés: dejar que las fuerzas espontáneas del individuo, aunque puedan ser estimuladas por el vicio, se conviertan en el principal motor de la economía, sin intervención alguna de la moral, ni de la religión, ni del Estado.

-Adam Smith, discípulo de Mandeville-

La filosofía moral del célebre economista inglés, Adam Smith, es menos explícita y más cuidadosamente elaborada, pero en esencia, es igual a la de Mandeville.
No llega a afirmar que la moral es un invento, un engaño de los poderosos para dominar a los demás, pero dice que no existe y que se forma arbitrariamente según la experiencia particular de cada sociedad. Para Smith, no existen verdades universales, válidas para todos los hombres y para todos los tiempos; no existe una concepción absoluta del bien y del mal; lo que hay son valores relativos que se aplican o no, conforme la sociedad los adopte a su real saber y entender.

En su Teoría de los Sentimientos Morales, Adam Smith dice: “La manera como se forman las reglas generales éticas, es descubriendo que en una gran variedad de casos un modo de conducta constantemente nos agrada de cierta manera, y que, de otro modo, con igual constancia, nos resulta desagradable. Empero, la razón no puede hacer que un objeto resulte por sí mismo agradable y desagradable; la razón sólo puede revelar que tal objeto es medio para obtener algo que sea placentero o no”. En otro párrafo añade: “Nuestra observación constante de la conducta ajena, insensiblemente nos lleva a la formación de ciertas reglas generales relativas a lo que es debido y conveniente ya sea hacer o evitar… Así es como se forman las reglas generales de la moralidad. En última instancia están fundadas en la experiencia de lo que, en casos particulares, aprueban o reprueban nuestras facultades morales o nuestro sentido del mérito y de la conveniencia”.

Nótese bien que Smith, al igual que su predecesor Mandeville, asegura que no existen ideas innatas respecto a la moral, pero encima opina que la razón humana no es capaz de discernir lo que es bueno y lo que es malo, sino que depende de una “facultad moral” para aprobar o reprobar la conducta general. Este aspecto llama poderosamente la atención, porque si la moral no existe per se, sino que se crea con la experiencia, ¿cómo es posible que exista una facultad moral para detectarla?

Smith da la respuesta más adelante: “El placer y el dolor son los principales objetos del deseo y de la aversión; pero éstos no se distinguen racionalmente, sino que se distinguen por medio de un sentido inmediato y una emoción. Si la virtud, pues, es deseable por sí misma, y si, del mismo modo, el vicio es objeto de aversión, síguese que no puede ser la razón, sino el sentido inmediato y la emoción, lo que distingue esas diferentes cualidades”.

Luego concluye: “Podría decirse, quizá, que aunque el principio de la aprobación no está fundado en un poder de percepción que sea en alguna manera análogo a los sentidos externos, aún podría estar fundado en algún sentimiento especial que respondiese a ese fin particular y ningún otro. Podría pretenderse que la aprobación y reprobación son un determinado sentir o emoción que surgen en la mente provocados por ciertos sujetos o acciones”.

Sentimientos, emociones, percepciones y experiencias. No existe forma inteligible, pues, de discernir entre el bien y el mal, a no ser por un procedimiento un tanto mágico.

En la Teoría de los Sentimientos Morales, Smith admite la existencia de una filosofía cristiana, expresada entre otros por Santo Tomás de Aquino, y hasta la plantea: “la mente posee, con prioridad a toda ley, una noción de los distingos entre el bien y el mal, y esa noción procede de la razón”, pero a seguidas intenta refutarla diciendo que esas cosas fueron “aceptadas en esa época en que la ciencia abstracta de la naturaleza humana estaba en pañales”.

El corolario económico de Smith se parece mucho al de Mandeville y está expresado en La Riqueza de las Naciones: el Estado ni ninguna otra fuerza debe intervenir en la economía, pues la acción espontánea de las fuerzas individuales se encarga de motorizarla. Según Smith, el regulador de la economía es, como él la llama, una “mano mágica”: la del mercado. Tan mágico como la facultad moral antes referida. Entonces, en la economía tampoco existe un criterio inteligible para determinar qué conviene al desarrollo nacional y qué no; hay que dejárselo todo al mercado.

Como consecuencia de esa forma de pensar, los liberales, una vez en el poder, intentan desmantelar el Estado y dejan la economía a la deriva, confiando en el “orden espontáneo”. Sin embargo, como el interés individual no es siempre el de las mayorías y como no hay una ley moral que los guíe, la especulación financiera y monetaria, la apertura indiscriminada a la importación, el alza injustificada de las tasas de interés, y otras prácticas “espontáneas” basadas sólo en la ganancia y la ambición desmedidas, terminan por entregar el poder a los dueños de los grandes monopolios financieros internacionales, coincidentemente los mismos que propalan el libre cambio. Así, el productor nacional quiebra y el país va la bancarrota. Invariablemente, las mayorías cargan con las consecuencias de la crisis por medio del hambre, la pobreza, y el desempleo, como ha ocurrido en América Latina durante los últimos años.

La miseria provocada por este modelo, crea a su vez las condiciones para que un sector izquierdista desestabilice al Estado liberal, promoviendo el repruebo y la lucha de clases, que eventualmente tienen acogida en las masas resentidas por la injusticia. De esta manera, el péndulo se desplaza hacia la alternativa marxista.

Irónicamente, las fuerzas internacionales que promueven el liberalismo en nuestros países, no lo aplican en los suyos. Basta para comprobarlo tratar de exportar nuestros productos agrícolas a Europa y Estados Unidos. Nos encontraremos con barreras proteccionistas y subsidios a su producción, que a nosotros nos impiden implementar. Por eso, no es descabellado afirmar que las teorías económicas que nos venden desde el norte son a veces formas modernas de colonización, a través de las cuales nos mantienen dominados sin el uso de las armas.

-La filosofía moral marxista-

Marx presentó su concepción moral en diversos documentos, como el 18 Brumario de Luis Bonaparte (ver citas en la Bitblioteca de Venezuela Analítica) donde afirma que : “Sobre las condiciones sociales de existencia, se levanta toda una superestructura de sentimientos, ilusiones, formas de pensamiento y concepciones filosóficas particulares. La clase entera crea y plasma estos elementos sobre la base de las condiciones materiales y de las relaciones sociales correspondientes”.

Coincidiendo casi textualmente con Mandeville, Marx afirma que la clase dominante crea una superestructura a su conveniencia: un tipo de religión, de moral, de estado, de sociedad, de familia, etc. Esta superestructura es un simple invento del hombre para dominar a los demás, no algo intrínseco a la naturaleza humana.

Uno de los más influyentes marxistas de este siglo, Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano, adopta la filosofía moral de Marx y añade una distinción entre lo que él llama la “sociedad civil” y la “sociedad política”. La primera es “el conjunto de los organismos denominados privados que corresponden a la función de hegemonía que el grupo dominante ejerce sobre toda la sociedad”; es un campo de batalla intelectual donde las organizaciones triunfantes se apoderan de la dirección intelectual –es decir, de lo que se piensa—y de la dirección moral –es decir, lo que se valora– y atraen hacia el grupo dirigente la adhesión de las clases subalternas. El grupo dirigente se adueña de la estructura ideológica, impone su manera de ver las cosas y crean una determinada cosmovisión en el pueblo. Para ello, utilizan la Iglesia, la escuela, los medios de comunicación, etcétera.

La segunda, la sociedad política, es el conjunto de organismos, que ejercen una función coercitiva y de dominio directo en el campo jurídico, político y militar; es decir, la que tiene los tribunales, la policía y las armas para mantener la adhesión del pueblo a su proyecto.

Cuando la sociedad civil y la sociedad política chocan, es decir, cuando el pueblo pierde la credibilidad en los conceptos emitidos por la estructura de dominio ideológico, sobrevienen las crisis.

Para conquistar el poder, Gramsci propone a los comunistas combatir en el campo ideológico cultural y ganarse el apoyo de las masas para que éstas rompan con la sociedad política: “para ello hay que tratar de despojarla de su prestigio espiritual, desmitificando los elementos de su cosmovisión mediante una crítica continua y corrosiva. Esta crítica debe sembrar la duda, el escepticismo y el desprestigio moral en relación a quienes dirigen. Debe destruir sus creencias y sus instituciones y debe corromper su moralidad”. El objetivo final es lograr el desprestigio de la clase hegemónica, de la Iglesia, del ejército, de los intelectuales, de los profesores, de la empresa privada, de los gremios, de los medios de comunicación, de los sindicatos; en fin, destruir las instituciones.

Una vez conquistado el poder, para mantenerlo Gramsci promueve el control ideológico de la sociedad, del mismo modo en que antes, según él, lo había hecho el “Estado burgués”; creando una nueva religión, una nueva moral, un nuevo tipo de familia y de sociedad, etcétera. Como puede verse, Gramsci ataca ferozmente al Estado burgués, pero imita sus herramientas de dominación.

En cuanto a la economía, una vez en el poder, los marxistas acaban con la incentivo individual (que no es el vicio, como alega Mandeville, sino el progreso personal y familiar) y otorgan todo el poder al Estado controlado por los comunistas; pero, como el objetivo es simplemente la dominación y como no hay una ley moral que los guíe, el Estado termina convirtiéndose en una herramienta de poder y de riqueza personal para los líderes del politburó, en detrimento de las mayorías que sufren de hambre y de pobreza, como ocurrió en la Unión Soviética y como ocurre actualmente en Cuba.

Como puede verse, el resultado final de la economía marxista es igual al de la economía liberal. Y aprovechando el descontento de la población, el sector derechista subvierte el orden marxista. Así, el péndulo se desplaza de nuevo hacia el lado liberal. Es un círculo vicioso a través del cual se cambia de signo político, pero se ponen en práctica variantes del mismo modelo, con las terribles consecuencias políticas y sociales que ello acarrea.

No es de extrañar, por cierto, que connotados marxistas, incluso de buena fe, se vuelquen al liberalismo más radical; después de todo, la concepción filosófica es idéntica, sólo cambian las banderas.

Llama la atención que el marxismo muchas veces tenga apoyo de las mismas fuerzas internacionales que promueven el liberalismo. Después de todo, Marx era un empleado a sueldo del Museo Británico y el filósofo liberal inglés, Bertand Russell, fue quien promovió la Revolución Cultural de Mao Tse Tung, por citar sólo dos casos. Todo parece indicar son esas fuerzas las que mueven el péndulo a su antojo, para sacar provecho político y económico de nuestro subdesarrollo.
(Alejandro Peña Esclusa)
 

Satori

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Independientemente de consideraciones ideológicas, la aplicación del liberalismo fue la que, por sus consecuencias, trajo a las ideologías totalitarias.