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Semejanzas y diferencias con otras crisis financieras: ni tulipanes,ni trenes... ¡Hipotecas!
Patricia Vegas / Pedro alopécico | 22:00 - 5/10/2007

Todo empezó de forma muy sencilla. Con tulipanes. Se pusieron de moda. Nadie podía permitirse el lujo de no comprar un bulbo, dos o cuantos pudiera. Y su precio se disparó hasta límites insospechados. Pero límites al fin y al cabo. Una vez alcanzados, los acontecimientos se precipitaron.

Su cotización se hundió y todas aquellas personas que habían vendido incluso sus posesiones más básicas para hacerse con tan curiosa flor se arruinaron. Así de simple. Arriba y abajo. De la euforia al pánico en cuestión de meses.


Crisis bursátiles de la historia

Estos hechos ocurrieron entre 1634 y 1637 en Holanda, y dieron lugar a la primera gran crisis financiera de la historia. Después han venido muchas más. Como diría aquel, las ha habido de todos los tamaños y colores, pero, sobre todo, lo que siempre ha ocurrido es que estos procesos han ido adaptándose a los tiempos.

A los tulipanes les siguieron las primeras compañías con acciones, como la South Sea Company en el siglo XVIII o las empresas ferroviarias un siglo después. Ya en el siglo XX, el pánico bancario de 1907, el crac de 1929 y la posterior Gran Depresión, el crash de 1987 y la crisis asiática de 1997 y los problemas del fondo Long Term Capital Management (LTCM) en 1998 ampliaron la lista. Y para dar la bienvenida al flamante siglo XXI, en los mercados estalló la burbuja puntocom entre 2000 y 2002.


Similitudes

Cada uno de estos momentos ha contado con características propias, situaciones concretas que han otorgado a cada crisis un matiz distintivo. Esto, sin embargo, no ha impedido que todas ellas hayan compartido síntomas, comportamientos y consecuencias. Y estos denominadores comunes son, precisamente, los que han vuelto a la actualidad en los últimos meses. Las circunstancias de los mercados así lo obligan.

¿Desembocará la incertidumbre actual, destapada por los problemas en el segmento de las hipotecas de alto riesgo o sarama -subprime- en EEUU y extendida a los mercados de crédito, en una crisis financiera al estilo de la tulipamanía? ¿Desencadenará unos efectos tan perniciosos como los derivados del crac del 29? ¿Tanto se parece la fotografía actual a la de 1907, como sostienen algunos?


La casa, por los cimientos

Por el momento, estas preguntas tienen difícil respuesta. Primero, porque aún está por determinar si los problemas y la inestabilidad actuales poseen el rango suficiente como para hablar estrictamente de una crisis. De hecho, ¿qué es una crisis? Raymond Goldsmith, uno de los historiadores económicos más reconocidos del siglo XX, propuso una descripción interesante. "Un deterioro agudo, breve y ultracíclico de todos o de la mayoría de los grupos de indicadores financieros: tipos de interés a corto plazo, precios de los activos, insolvencia comercial y quiebras de las instituciones financieras", afirmó.

¿Encaja este escenario con lo acontecido en los mercados en los últimos tiempos? Sí... en parte. En efecto, los tipos de interés a corto plazo han repuntado en los mercados, sobre todo en el interbancario, que es al que acuden las entidades financieras para obtener dinero. También ha habido sustos importantes en los parqués. Y por supuesto sociedades hipotecarias y bancos que o bien han quebrado o bien están atravesando serios problemas de liquidez, como ha sido el caso, sobre todo, de la entidad británica Northern Rock.

Por tanto, los síntomas de una crisis financiera han aflorado, pero aún está por ver si el empeoramiento de las condiciones va a ser "agudo, breve y ultracíclico", como estipulaba Goldsmith. De hecho, por ahora resulta imposible determinar si los impactos acabarán siendo de esa envergadura o no. Si en algo coinciden los expertos es en que "aún es muy pronto para conocer el alcance real de los problemas".

Esta misma impresión se obtiene si se desgrana un poco más la situación y se comparan los ingredientes actuales y los observados en otras crisis. ¿Hay similitudes? Sin duda. Pero también diferencias apreciables, de ahí la complejidad que envuelve a la incertidumbre reinante ahora.


Cuestión de grado

Tal como escribió el economista John Kenneth Galbraith, que dedicó varias de sus obras al estudio de las crisis, todo proceso de euforia financiera que acaba provocando un terremoto posterior comienza con un elemento novedoso. "Cualquier artefacto o descubrimiento que parezca nuevo y deseable capta el pensamiento financiero", recogió en su libro Breve historia de la euforia financiera. En el siglo XVII fueron los tulipanes, a finales del XX, las compañías de Internet, ¿y ahora? Las hipotecas de alto riesgo. Mejor dicho, los títulos emitidos con el respaldo de ese tipo de préstamos hipotecarios.

Esos productos, que se insertan en el segmento de la titulización de activos -CDO, en sus siglas en inglés-, entraron en las carteras de distintos bancos de inversión, como el estadounidense Bear Stearns, y les contagiaron los problemas una vez que la jovenlandesesidad empezó a repuntar en las hipotecas sarama.

¿Son nuevos esos artefactos? No, pero sí es cierto que en los últimos años este sistema se ha estirado el límite. Al principio se lanzaban títulos a partir de créditos hipotecarios de calidad -aquellos dirigidos a los sectores de población más solventes-, pero después se titulizó todo. Hasta la sarama. El secreto consistía en mezclar esos títulos de peor calidad con otros más seguros. Así, el verdadero riesgo del producto quedaba camuflado y éste resultaba más fácil de vender.

Este castillo de excesos empezó a derruirse cuando crecieron los impagos entre las hipotecas de alto riesgo. En cuanto el respaldo flaqueó, el germen de las pérdidas se contagió a todos cuantos habían entrado en contacto con esos títulos.


Alto endeudamiento

En ese mismo instante cobró vigencia una afirmación formulada por el economista Charles P. Kindleberger en su obra Manías, pánicos y cracs. "La causa remota de la crisis es la especulación y la expansión del crédito; la causa próxima es algún incidente que sesga la confianza del sistema", escribió. En el fondo, los problemas actuales se derivan del alto endeudamiento surgido en los cinco últimos años. Y la crisis de las hipotecas de alto riesgo viene a ser el incidente que comenta Kindleberger. De hecho, la desconfianza no tardó en aparecer.

En este punto, sin embargo, el camino de la situación actual se separa del seguido en otras crisis. En ellas, la confianza dejó paso al pánico, y éste arrasó con todo. Así ocurrió, sobre todo, en los episodios de 1637, 1720, 1929 y 2000. Esos casos contaron además con el agravante de que la euforia que había rodeado al nuevo activo de culto había impregnado a todo el sistema. Habían participado en ellas tanto las clases más pudientes como las menos adineradas. De ahí que la aparición de los problemas condujera a auténticos desastres financieros.




¿Situación bajo control?

En cambio, ahora las dificultades están más acotadas. Contienen el riesgo potencial de propagarse a las bolsas y el resto de la economía, pero de momento quienes más están sufriendo la crisis son las sociedades hipotecarias y los bancos. Y este hecho ha evitado que el miedo se haya disparado. En este sentido, y como ya apuntó Kindleberger, "si no se produce un pánico, la depresión financiera puede ceder gradualmente". Es decir, mientras no hay pánico, hay esperanza.

A priori, por tanto, la actual crisis puede ser menos devastadora. Pero hay un matiz que puede hacerla más peligrosa. En otros momentos, el mazazo fue brutal. Inmediato. Como en 1987, cuando el índice Dow Jones se hundió un 22 por ciento en un único día. Ahora, sin embargo, el riesgo radica en que la incertidumbre actual, que está secando los cauces de financiación habituales de los bancos, no puede prolongarse durante mucho más tiempo. Cuanto más dure, mayor será el riesgo... y más argumentos tendrá el pánico para estallar.
 
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Artículo excelente, me quedo con el final

Ahora, sin embargo, el riesgo radica en que la incertidumbre actual, que está secando los cauces de financiación habituales de los bancos, no puede prolongarse durante mucho más tiempo. Cuanto más dure, mayor será el riesgo... y más argumentos tendrá el pánico para estallar.


Eso significa que la fiesta será larga, lenta... y que podemos saborearla duranto largo tiempo.
 
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