El problema de España no son los muertos o el parón ahora. El problema es el de siempre, un estado funcionarial totalmente desproporcionado, un país con 17 comunidades autónomas con sus respectivas vías de agua en el derroche de dinero público, un país colmado de chiringuitos y enchufismo, un país con el tejido industrial despedazado todo por el puñetero hecho de poder decir "somos europeos". Y finalmente una clase política y un pueblo a la altura, los primeros, unos malditos chorizos a los que le importa una cosa el futuro del país y de los que lo habitarán, y los segundos, una masa de cainitas dispuestos a dar de baja de la suscripción de la vida al que piensa diferente y no obedece las órdenes del estado.
