No, por ahí no paso. Yo no tengo hijos y no soy peor persona que el que los tiene. No los juzgo, no estoy en su posición, pero de ahí a convertir un acto biológico, como el de un ciempies o un camaleón, en un acto heroico no, y mucho menos un acto que criba y separa a las buenas personas de las malas, a los válidos de los descartables y a los que meren derechos y asistencia de los que deben pedir perdón por no contribuir a la sociedad con una camada más. Conozco buena y mala gente, con y sin hijos, gente que aporta buenas crías a la sociedad, que serán futuros buenos ciudadanos, y conozco gente que lo único que hace es traer parásitos extractores al mundo.
Hay personas con inteligencia límite que es capaz de reproducirse, incluso de criar a sus hijos de manera digna. Reproducirse no es el acto definitorio de un ser humano, desde un punto biológico si, pero no desde un punto social y moral. Hay asesinos, terroristas que han tenido descendencia, a la que han educado en el mismo camino de repruebo y maldad. No, estos no son los elegidos, estos no son mejores que niños rato o las carruseleras que desprecias. No tener hijos puede, o no, ser un acto egoista. O puede ser un simple decisión, o una imposición de la vida y de la fortuna, del camino porque el que te han llevado las circunstancias de tu existencia. Hay gente muy válida que simplemente no encuentra el amor, y en lugar de encapricharse con la maternidad aceptan que antes está criar a un hijo entre dos que cumplir un deseo perjudicando al futuro hijo. Hay personas que no supo elegir la pareja adecuad, gente perfectamente capaz, buenas gente que simplemente han podido tener una enfermedad o un problema de salud, o directamente un problema genético, que les ha impedido tener hijos.
Me parece estupendo el amor desmedido, incondicional y puro de un padre hacia su hijo, pero no ese apartheid entre las parejas reproductoras y los inválidos egoistas sin hijos. Entiendo el instinto maternal, pero también conozco casos en los que fue el miedo a una soledad futura el que les llevó a la preñez y no el amor a la familia. Luego vendría el amor sin límites, pero el origen fue la presión social, el asegurarse compañía durante la senectud. Bien por tu hijo si hoy duerme seco y feliz, pero, eso no convierte en alguien mejor que yo, ten convierte en alguien que ha cumplido con su obligación y ha respondido a su instinto.