Seguramente la mayor parte de las ideología absorbentes comparten esa línea divisoria que se establece entre los buenos y los malos. El nacionalismo lo hace claramente, los de aquí y los de fuera. El identitarismo pogre hace lo mismo, aunque con más categorías. Pero es que el marxismo hacía exactamente lo mismo.
Y ahí entra ese juego menso donde todo lo que hacen unos se convierte en maravilloso, y todo lo que hacen los otros, es porque son malvados. Y, por supuesto, el relato de opresores y oprimidos, del revanchismo histórico, el victimismo, la búsqueda del beneficio actual que compense esas supuestas tropelías del pasado.
Es un mecanismo tan simple que sorprende por su efectividad. Buscar un enemigo, crear una identidad de grupo, y tener a la peña abducida para que se olvide de su filtro racional. Cuando consigas que llegue al punto adecuado, defenderá todo lo que digas, aunque sean estupideces o incluso barbaridades. Y será tan agresivo con los grupos opresores, que como en Cataluña, dejarán de hablarse entre hermanos, o como las feministas radicales, querrá machacar al 50% de la población.
No hay nada como obligar a que la gente se posicione en distintos grupos, para que cualquier problema (que casi nunca tendrá como raíz un conflicto entre estos grupos...) termine siendo 'claramente' un problema identitario.
En España no lo vivimos mucho, pero en América el indigenismo es una de estas patas. En EEUU, en Chile, en México, en casi cualquier país. Se crea el relato adecuado de opresión histórica, y ya tenemos un planteamiento de buenos y malos.
Además son temas en los que a la gente le cuesta mucho no posicionarse claramente, ahí radica su éxito. Aunque en el fondo son estupideces, qué shishi afectará a tu vida el relato de lo que ocurrió hace 200, 500, 1.000 años, en cuanto sale un tema de esto la gente discute como si le fuera la vida en ello.