Esta dictadura que se nos ha impuesto en los dos últimos años ha mostrado la verdadera cara de las fuerzas del orden... del orden establecido. Antes de los graves acontecimientos que se vivieron a partir de marzo de 2020, la sociedad, en general, apreciaba a la policía y a la guardia civil. Los veían como garantes de la seguridad (pese a meteduras de pata descomunales). Había también un constante blanqueo y propaganda favorable a estos cuerpos en todos los medios (a lo que se han añadido ahora a los héroes de la sanidad).
La llamada esa época en el 2020 de la que yo le hablo ha revelado que los integrantes de las fuerzas de seguridad del Estado son eso mismo y hacen honor a su nombre. La seguridad que les importa es la del Estado y las de sus corruptos representantes. No ha habido ninguna crítica (más allá de cinco o seis agentes) a lo que está pasando. Han actuado de manera prepotente, en plan fuerzas de ocupación y dispuestos a reprimir a los ciudadanos díscolos y críticos con el Gobierno legal (pero ilegítimo) que ha convertido el país en una finca de Sánchez y de los reyezuelos de taifas. Eso sí. Cumpliendo órdenes estrictas de estos canallas que gobiernan: a los pagapensiones ilegales ni tocarlos.
He visto más policía en la calle en los últimos dos años que en toda mi puñetera vida. España se ha convertido en un auténtico estado policial, relajado porque la mayoría de los agentes pasan de todo y no quieren líos. La nómina a fin de mes, los ascensos y dejarse de historias. Por eso no han hecho nada, aunque sea simbólico, contra el actual estado de cosas. Están a sueldo del gobierno y harán lo que les ordenen y punto. Las fuerzas de seguridad son un engranaje más del sistema, uno de los principales, además.
Por mi parte, ni les tengo ni repruebo ni cariño. Pero si les tenía alguna estima por mi parte (que así era, quizás persuadido por la propaganda) la han perdido y me son indiferentes. No me gusta que los pateen (como al malnacido de Pablo Iglesias), pero tampoco que los conviertan en héroes (salvo a algunos que pueden serlo individualmente, pero no como colectivo). La llamada esa época en el 2020 de la que yo le hablo me ha abierto los ojos y la mente. Las fuerzas de seguridad son instituciones con las que lo mejor es tener el mínimo contacto, solo lo imprescindible, como con el sistema sanitario industrial. Son funcionarios. Hacen lo que les dicen y así no se buscan problemas. A veces te ayudarán, otras te reprimirán y otras pasarán de ti, si el coste-beneficio no les compensa. No entiendo la veneración que les tiene mucha gente.
En un país verdaderamente democrático y con ciudadanos cívicos, con una nivel aceptable de liberalidad y responsabilidad, con menos sinvergüenzas y pirados en la calle y en los despachos, leyes que protegieran a la nación de indeseables y hubiera una sociedad más estructurada, de convicciones firmes y libre de depredadores económicos sin límite y sin la protección del BOE ni con 20 pisos en renting; así como con una clase política que no estuviese endiosada, la policía tenía que ser prácticamente invisible. Sabrías que están ahí si los necesitas, pero no se les verías, no se exhibirían en plan película americana, con esos uniformes casi militares, fusiles de asalto, etc. Y cuando aparece un castuzo premium no irían en plan guardia pretoriana, despejando el camino y mirando a todo el mundo como sospechoso.
Creo que estoy soñando, porque lamentablemente, España (y la mayor parte del mundo) están muy alejados de este ideal. Seguimos en tiempos de los faraones, salvo que ahora visten chaqueta y corbata o falda-pantalón con complementos de Gucci. Saludos.