Pilar Cortés, albañil de 26 años: «¿Machismo? En la obra ninguno, pero hay peatones que gritan: Eso es de hombres, vete a limpiar a tu casa»

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Noelia SilvosaNOELIA SILVOSA
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Óscar Vázquez
«Acabé la formación y a las dos semanas me contrataron», asegura esta viguesa que se dedicaba a la peluquería hasta que se quedó sin trabajo e hizo una formación en la Fundación Laboral de la Construcción en Galicia
06 dic 2023. Actualizado a las 10:29 h.



«Yo no tenía ni idea de cómo sujetar ni una paleta, cero. No sabía nada acerca del trabajo en una obra». Esos eran los conocimientos que tenía Pilar Cortés (Vigo, 1997) antes de cruzarse por casualidad con el sector de la construcción. Buscaba trabajo desesperadamente. Peluquera de profesión, no encontraba uno y decidió apuntarse a la Cruz Roja, donde le informaron sobre un curso de albañilería en la sede de la Fundación Laboral de la Construcción de Galicia en Vigo. «Me quedé sin trabajo y estaba buscándolo como una loca, como todos. Cuando me dijeron lo del curso me lo pensé. Probé, me encantó y me salió el trabajo en el que estoy ahora», relata.



De hacer un curso para probar pasó a hacer todos los que pudo. «Aprendí a hacer revestimiento de muros, a preparar el mortero para la masa del cemento, a llevar a cabo el montaje y el desmontaje de andamios, a manejar un dumper —un tipo de camión muy utilizado con una caja que almacena grandes cantidades de carga— , a levantar muros con ladrillos...». En definitiva, Pilar pronto se convirtió en una todoterreno de la obra. Eso sí, por el momento tiene un contrato de formación en alternancia dirigido a la incorporación de nuevo personal, enmarcado en el programa Constrúate de la fundación, y solo realiza labores auxiliares: «Soy peón especialista y todavía no puedo hacer muchas cosas en el trabajo, pero en la formación que estoy recibiendo en la sede de la fundación en Santiago —parte de su jornada la desarrolla en su empresa, Prace, y la otra parte es formativa— nos enseñan a andar con máquinas, con radial, etcétera».




Su incorporación al mundo laboral de la construcción fue dicho y hecho. «Acabé de estudiar el último módulo de la formación dos semanas antes de que me contrataran, y de eso hace seis meses. Las empresas contactan con la fundación para buscar a gente, y claro, me dijeron: ‘Mira Pili, tenemos esta oferta de trabajo , a ver si te interesa’. Y dije: ‘Vale’. Me apunté, hice la entrevista y me cogieron». Desde entonces trabaja en Prace, una empresa que se dedica sobre todo a obra civil. Durante la realización de este reportaje la joven se encontraba en Ponteareas, en los trabajos de rehabilitación de una fábrica. Venía de instalar en Vigo unas escaleras mecánicas muy cerca de un ambulatorio, para hacerlo más accesible.




Su horario es mejor que el que ofrece una peluquería. Si está en obra, trabaja de lunes a viernes de 8 a 17 horas, con una hora para comer y 15 minutos de descanso. Si está en la formación, de 9 a 18 horas. Fines de semana libres. ¿Y el sueldo, también mejora? «Al tener contrato de formación cobro el salario mínimo, pero como hay mucha demanda, porque en 10 o 15 años la mayoría de los albañiles se van a jubilar, las empresas están desesperadas por contratar», asegura.



Es peón especialista

Su contrato actual es de un año. Después, de seguir en la empresa, ya pasaría a tener un contrato normal, no formativo. «Yo ahora tengo un tutor conmigo en obra. Está pendiente, me ayuda y me aconseja si hago algo mal para que sepa cómo hacerlo», indica. Su categoría seguirá siendo la de peón especialista, porque para subir de rango hay que hacer una nueva formación. «Pero como hace tanta falta, ya la propia empresa te va diciendo ‘vas a hacer tal curso’, y se encarga de formarte. Con cada subida de rango vas ganando más, claro. Si no me equivoco, cuando acabe el contrato de formación subiría al sueldo normal de un peón especialista, que serán igual 1.200 euros o una cosa así —después de retenciones, ahora cobra sobre 1.000 euros con dos pagas extra que no tiene prorrateadas—». Sabe que es un sueldo que cobran muchos universitarios en puestos cualificados. Pilar es, por el momento, el eslabón más bajo de la cadena constructora, pero el suyo es un trabajo en el que solo cabe mejorar, algo nada habitual en los tiempos que corren.




«Esto fácil no es, pero conseguirlo fue una mezcla de orgullo, satisfacción y de no tener nada a, de repente, ver cómo se va construyendo algo. Al final, ves todo el resultado y dices: ‘Joba, yo pensaba que no era capaz’. Es como que te vas superando día a día, y sorprendiéndote más», apunta Pilar, que confiesa que el día que llegó a la obra lo hizo «asustadísima». «Yo quería que me trataran como a un compañero más, no que por ser mujer me trataran como si fuera de cristal. Como nunca trabajé en esto, no sabía lo que me iba a esperar. Pero desde el minuto uno me trataron como uno más, de hecho me dijeron: ‘Si necesitas ayuda, nos la pides’». Desde entonces, dice, cosa que pregunta, cosa que le ayudan a hacer inmediatamente».



La de albañil no es una profesión machista, asegura Pili, que está encantada con el compañerismo que se respira en su empresa y asegura que en ella también hay otras mujeres, aunque suelen ser jefas de obra. «¿Machismo? En la obra por parte de mis compañeros, ninguno. En comparación con esa imagen que teníamos todos, incluida yo, del albañil lanzando piropos, la situación cambió 180 grados. Ahora, ¿comentarios machistas de peatones? Sí», declara la joven, que cuenta que, sin ir más lejos, en su última obra tuvo que aguantar improperios de algún peatón del tipo: «Eso es de hombres, saca de ahí y vete a limpiar a tu casa». Cuando asisten a escenas de este calibre, sus compañeros rápidamente cierran filas en torno a ella. «En seguida me defienden, y a más de uno le dijeron: ‘Mira, igual el que tiene que irse a casa a limpiar eres tú y no ella’. Yo no soy de piedra, y si algún día me afecta algo, ellos me preguntan qué me pasó y me animan, así que estoy muy contenta. Yo pensaba en el estereotipo de los albañiles groseros y sucios, pero eso cambió una bestialidad».




Cada vez más mujeres

Quizás tenga algo que ver el hecho de que la mujer esté incorporándose a la albañilería. «Cuando hice mis primeros cursos de formación en Vigo, éramos tres chicas y unos 11 chicos. Ahora, en la formación que estoy haciendo en la Fundación Laboral de la Construcción en Santiago, a la que van más empresas que la mía, somos cuatro chicas y seis chicos», detalla. Sin duda, está cambiando el panorama. Aunque hay a quien todavía le cuesta un poco asimilar el cambio de la tijera a la pala de Pilar. «A la que más le está costando es a mi progenitora. Aún a día de hoy le cuesta hacerse a la idea, le chocó el pensar: ‘A mi hija siempre le gustó la peluquería’, que era algo como más refinado. Y claro, de repente di un giro total a todo lo contrario. Pero me apoya cien por cien», señala la joven expeluquera que, quizás por deformación profesional, «salgo siempre peinada de casa, pero vuelvo de la obra que ni un león», bromea.

No le resta dureza a un trabajo eminentemente físico, pero Pilar asegura que no lo es tanto como se cree a priori: «Duro es, pero antes los sacos de cemento pesaban 50 kilos y ahora los bajaron a 25 como máximo. También hay una ley que fija en 15 el peso máximo para las mujeres. Y, si veo que un saco puede pasarse, cojo carretilla y aunque sea uno solo, la llevo. Cansar cansa, no lo voy a negar, pero en el tiempo que llevo aprendí que esto es más maña que fuerza. Al empezar te van dando consejos para que aprendas a agarrar bien las cosas para que te pesen menos».


La viguesa quiere lanzar un mensaje a otras jóvenes que no sepan muy bien por dónde tirar: «Que se animen. No digo que empiecen a trabajar ya de primeras, sino que empiecen con los cursos que hice yo para saber si les gusta o no y que se abran a más opciones profesionales... Que por probar no se pierde nada».

En su caso, como albañil no ha hecho más que ganar.
 
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