Ni herodoto, ni plinio, ni julio cesar, ni humbolt, ni muchisimo menos el perez retrete de los narices a tope de anfetaminas escrive asi:
Hnbia cotidianamente la dispensa y botillería abierta para todo; aquellos que quisiesen comer y beber. La manera cls cómo las daban de comer, es que veninn trecientos ó euatroeie:¡tos mancebos con el manjar, que era sin cuento, porque todas las veces qut> comía y ceaaba le traían de todas las allaneras de manjares, asi de carnes coreo de pescados y frutas y yerbas que en toda la tierra se podian haber. Y porque la tierra es frifi, traían debajo de cada plato y escudilla de manjar mi brasarico con brasa, porque no se enfriase (1). Poníanle todos los raanjai-ii* junios en una gran aala en que él coiiiift. que casi toda se henehin, la eaal estaba toda muy bien esterada y muy limpia, y él estaba sentado en una almohada de cuero pequeña muy Mea hecha. Al tiempo que coruian estaban allí desviados de él cinco ó fiéis señores ancianos, á los cuales él daba de lo que comía. Y estaba en, pié uno (íe aquellos servidores que le ponía y alzaba los manjares, y pedia ¡i los otros que estaban, mas afuera lo que era necesario para e! servicio. E al principio y fin de la comida y cena siempre (!) Causa stlajiraduu este primor do !as naoioóés mas eulíis. 160 le dañan agua á manos, y con la toalla que una vea se limpiaba nunca se limpiaba más, ni tampoco los platos y escudillas en que le traían una vez el manjar se los tornaban á traer, sino siempre aue- .703, y así hacían de los brasericos (1). Vestíase todos los dias cuatro maneras de vestiduras, todas nuevas; y nunca más se las vestía otra vez. Todos loa señorea que entraban en su casa no entraban calzados, y cuando iban dolante del algunos que él enviaba á llamar, llevaban la cabeza y ojos inclinados, y el cuerpo muy humillado, y hablando con él no le miraban á 3a cara; lo cual bacian por mucho acatamiento y reverencia. Y sé que ío hacían por este respeto, porque ciertos señores reprehendían i los españoles, dicifi.ndo que cuando hablaban conmigo estaban exentos (2), mirándome ía oara, que .parecía desacatamiento y poca vergüenza. Cuando salía fuera el dicho Mutecztims, que era pocas veces, toaos los que iban con él y los que topaba por las calles le volvían e! rostro, y en ninguna mane* ia le miraban, y todos los demás se postraban hasta que él.pasaba. Llevaba siempre delante sí un señor de aquellos con tres varas delgadas altas, que oreo se hacia porque se supiese que iba allí su persona (3). Y cuando lo descendían de las andas, to-
Hernan Cortes a Carlos V
Que alguien me explica como este puerco fulastre de perez retrete a trasmutado a estos SEÑORES que fablaban con una ciencia e hidalgia fuera de duda y los han convertido en perroflautas, en gente de izquierdas de hez cainitas que solo viven para el fornicio y el robar.