Los rituales satánicos de la «Operación cobi19» (y 2): la alquimia de los muertos vivientes
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Por Laureano Benítez Grande-Caballero.- No hay que ser experto en ciencias ocultas para saber que las máscaras ―las mascaras lo son― han formado parte de la magia y los rituales secretos desde la más remota antigüedad, abarcando su influencia a otras actividades humanas, como fiestas populares ―especialmente el Carnaval―, el teatro, la danza, rituales religiosos orientales, costumbres étnicas, etc.
En una primera aproximación a su simbolismo, las máscaras connotan censura, amordazar una voz libre. También simbolizan la sumisión, la humillación ante las autoridades y las disposiciones ilegales que vomitan los lacayos del NOM, el cual tiene en la cantidad de gente que las lleva sin rechistar un magnífico instrumento para calibrar hasta qué punto han controlado a las masas aborregadas.
En tercer lugar, las mascaras son absolutamente deshumanizantes, pues generan ―aparte de sus perversos efectos sobre la salud― aislamiento social, tristeza y depresión, baja autoestima, desconfianza, falta de empatía por los demás, y miedo.
En el control mental, un “manipulador” utiliza la tortura y el abuso para obligar a la víctima a disociarse. Aquí es donde sus mentes se separan de la realidad para lidiar con el tremendo dolor que les está infligiendo. Es una estrategia defensiva mental incorporada. Sin embargo, al hacerlo, la víctima crea múltiples alters o personalidades que están desconectadas de su personalidad básica. Estos alters no conocen la existencia de otros alters; por lo tanto, la víctima puede ser programada para hacer cosas (por ejemplo, convertirse en esclava sensual o asesina ―o llevar cubreboca―) y no recordar haberlas hecho, porque se puede activar un “alter” para que se presente y luego regrese al subconsciente después del evento.
Empleando esta estrategia, los creadores de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y sus lacayos están aplicando a la población mundial una macabra tortura, consistente en destruir la vida convencional, robándonos nuestros derechos más elementales, haciéndonos la vida completamente insoportable: sin fútbol, sin casi misas, sin poder saludar con la mano, sin poder circular libremente, asfixiados con cubrebocas, sin trabajo muchos, sin poder visitar a los abuelos, sin poder acudir al médico, sin poder reunirnos, casi sin poder cantar villancicos, sin poder salir por la noche… Vida insoportable, tortura mayúscula, apocalipsis orwelliano, cuyo objetivo es que supliquemos por la banderilla de la Bestia, en la creencia errónea de que ésta nos hará volver a la vida de antes.
Si tuviera que resumir todo el ritual de iniciación de la corona con un concepto, sería el mantra masónico Ordo ab chao ―«Orden desde el caos»―, trasunto de la frase bafomética «SOLVE ET COAGULA»: se trata de destruir lo viejo para dar paso a la creación de algo nuevo ―que será infinitamente peor y mucho más satánico―. Desde este enfoque, la «Operación cobi19» es un ritual de iniciación alquímico, mediante un psicodrama público concretado en la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, que consiste en un rito de paso e iniciación cuyo objetivo es llevar al ser humano de la normalidad de siempre (Estado A) hasta un estado de transhumanismo (Estado B), en el cual el iniciado accederá a un nuevo modo de pensar y una nueva forma de comportarse, renaciendo a la imagen de los manipuladores que llevaron a cabo el ritual.
En el caso de el bichito, el objetivo final es llevarnos a una «nueva normalidad» en la que todos estaremos permanentemente separados y desconectados ―además de ser probados, rastreados, monitoreados, vigilados, medicados y banderilleados―. Dantesca «normalidad», dictadura orwelliana que aceptaremos encantados después del proceso alquímico del que hemos sido víctimas… Deshumanización terrible y dantesca, satánica, donde lo que era un ser humano se transmutará en un insecto kafkiano horripilante, en una cosa conectada a inteligencias artificiales, poseída por espíritus malsanos… un robot, un objeto transgenizado con banderillas, que lamerá sus barrotes con compulsión: dictadura sin lágrimas, como dijo Orwell.
Los rituales satánicos de la «Operación cobi19» (y 2): la alquimia de los muertos vivientes
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Por Laureano Benítez Grande-Caballero.- No hay que ser experto en ciencias ocultas para saber que las máscaras ―las mascaras lo son― han formado parte de la magia y los rituales secretos desde la más remota antigüedad, abarcando su influencia a otras actividades humanas, como fiestas populares ―especialmente el Carnaval―, el teatro, la danza, rituales religiosos orientales, costumbres étnicas, etc.
En una primera aproximación a su simbolismo, las máscaras connotan censura, amordazar una voz libre. También simbolizan la sumisión, la humillación ante las autoridades y las disposiciones ilegales que vomitan los lacayos del NOM, el cual tiene en la cantidad de gente que las lleva sin rechistar un magnífico instrumento para calibrar hasta qué punto han controlado a las masas aborregadas.
En tercer lugar, las mascaras son absolutamente deshumanizantes, pues generan ―aparte de sus perversos efectos sobre la salud― aislamiento social, tristeza y depresión, baja autoestima, desconfianza, falta de empatía por los demás, y miedo.
En el control mental, un “manipulador” utiliza la tortura y el abuso para obligar a la víctima a disociarse. Aquí es donde sus mentes se separan de la realidad para lidiar con el tremendo dolor que les está infligiendo. Es una estrategia defensiva mental incorporada. Sin embargo, al hacerlo, la víctima crea múltiples alters o personalidades que están desconectadas de su personalidad básica. Estos alters no conocen la existencia de otros alters; por lo tanto, la víctima puede ser programada para hacer cosas (por ejemplo, convertirse en esclava sensual o asesina ―o llevar cubreboca―) y no recordar haberlas hecho, porque se puede activar un “alter” para que se presente y luego regrese al subconsciente después del evento.
Empleando esta estrategia, los creadores de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y sus lacayos están aplicando a la población mundial una macabra tortura, consistente en destruir la vida convencional, robándonos nuestros derechos más elementales, haciéndonos la vida completamente insoportable: sin fútbol, sin casi misas, sin poder saludar con la mano, sin poder circular libremente, asfixiados con cubrebocas, sin trabajo muchos, sin poder visitar a los abuelos, sin poder acudir al médico, sin poder reunirnos, casi sin poder cantar villancicos, sin poder salir por la noche… Vida insoportable, tortura mayúscula, apocalipsis orwelliano, cuyo objetivo es que supliquemos por la banderilla de la Bestia, en la creencia errónea de que ésta nos hará volver a la vida de antes.
Si tuviera que resumir todo el ritual de iniciación de la corona con un concepto, sería el mantra masónico Ordo ab chao ―«Orden desde el caos»―, trasunto de la frase bafomética «SOLVE ET COAGULA»: se trata de destruir lo viejo para dar paso a la creación de algo nuevo ―que será infinitamente peor y mucho más satánico―. Desde este enfoque, la «Operación cobi19» es un ritual de iniciación alquímico, mediante un psicodrama público concretado en la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, que consiste en un rito de paso e iniciación cuyo objetivo es llevar al ser humano de la normalidad de siempre (Estado A) hasta un estado de transhumanismo (Estado B), en el cual el iniciado accederá a un nuevo modo de pensar y una nueva forma de comportarse, renaciendo a la imagen de los manipuladores que llevaron a cabo el ritual.
En el caso de el bichito, el objetivo final es llevarnos a una «nueva normalidad» en la que todos estaremos permanentemente separados y desconectados ―además de ser probados, rastreados, monitoreados, vigilados, medicados y banderilleados―. Dantesca «normalidad», dictadura orwelliana que aceptaremos encantados después del proceso alquímico del que hemos sido víctimas… Deshumanización terrible y dantesca, satánica, donde lo que era un ser humano se transmutará en un insecto kafkiano horripilante, en una cosa conectada a inteligencias artificiales, poseída por espíritus malsanos… un robot, un objeto transgenizado con banderillas, que lamerá sus barrotes con compulsión: dictadura sin lágrimas, como dijo Orwell.
Los rituales satánicos de la «Operación cobi19» (y 2): la alquimia de los muertos vivientes