Miércoles 16 de febrero.
Querido diario, sigo sin vacunarme. No me he tomado ningún Paracetamol porque no me ha hecho falta. Creo que hace bastantes años que no me tomo uno. Mis brazos están bien y vuelvo a tener un invierno libre de resfriados pese a deambular por la calle sin un calzoncillo en la cara desde... Para qué vamos a engañarnos, desde siempre.
Sigo sin padecer ningún miedo neurótico por ningún bicho pese al año y medio de bombardeo mediático. Eso sí, la palabra 'vacunódromo' sigue dándome cosica y contemplo con perplejidad la de horas de conversaciones ajenas que versan sobre este tema en mi trabajo y la satisfacción de la gente al anunciar que se ha ido a pinchar otra vez. La misma gente que presentaba con orgullo un código de barras en un bar que discriminaba a la gente en función de su elección personal a la hora de probar suerte con una terapia génica experimental, sin ningún tipo de relación con lo supuestamente importante -en teoría-, si uno estaba enfermo o no.
En este tiempo he aprendido que el término 'enfermo' ha cambiado en el diccionario, ya que ahora existen los asintomáticos, que son unos enfermos que no lo saben aún, pues se sienten sanos aunque no lo estén, y deben encerrarse en una habitación durante unos días para no dar de baja de la suscripción de la vida a otra gente.
Sí que he notado una cosa: pese a que el porcentaje de iluso sigue siendo igual de elevado, éstos se dejan notar con más intensidad. Espero sobrevivir unos días más para seguir posteando mi opinión de cosa.
Hasta mañana, diario.
