En mi primer año de facultad me hice amigo de un tipo que era tirando a muy de derechas, cántabro el hombre, podrido en pasta, buen chaval, de esos que invitan a copas a los pobres que les caen bien, como yo entonces. Nos hicimos amigos, me explicó que era de AP y que no sé quién de su familia era amigo de Fraga. Me invitó a un mitin donde estaría don Manuel y el candidato para Cataluña, un tal Bueno, que al final no se comió un rosco. Eran las autonómicas de 1984. Cuando acabaron los discursos, mi amigo me dijo que lo siguiera y se presentó ante Fraga para estrecharle la mano y darle las gracias por no sé qué, imagino que por salvar al país o algo así, y yo como estaba a su lado, pues se la estreché también, y como no sabía que narices decir, le dije que era un honor y tal.
Tenía 18 años, y cuando le conté mi “aventura” a la novieta que tenía en Olot, la tía pilló un rebote del carajo y se pasó toda una tarde haciéndose la ofendida. Al final le tuve que pedir perdón y prometer que la próxima vez que fuera a ver a Fraga la llevaría a ella también.
Todavía no sé por qué me dejó