Impresionante.
De esto se empezó a hablar hace 4 días. 4 puñeteros días. Primero los de Madrid, que si se podía plantear. El Gobierno, que sí, que bueno, que se podía hablar, pero que hacía falta estado de alarma, así que bueno, paciencia. Ayer ya se hablaba de varias comunidades más. Esta tarde -esta fruta tarde, hace sólo unas horas- Valencia y Castilla y León anunciaban que iban a solicitarlo. Cuando he llegado por la noche de trabajar, Andalucía ya lo había impuesto en Granada, Puig en toda su comunidad, y mañana comparece Sánchez para imponerlo en todo el país.
IMPRESIONANTE.
E Illa que dice que van a prohibir comer y beber en la calle.
Es todo una mezcla de asombro, de estupefacción, de ira, de desesperanza. Es una sensación que no había experimentado nunca. La de ir hacia el abismo a toda máquina en una nave pilotada por dementes. La de saber que vamos directos a una devastación económica y social inaudita, a un desastre sanitario, a la aniquilación de la salud mental de millones de personas, aterrorizadas y sometidas a una martilleo continuo de histeria y pánico, de pánico e histeria. Y más histeria. Y más pánico.
Y no poder hacer absolutamente nada. Salvo, como dice zapatitos, dar alguna vuelta durante las horas de toque de queda para tocarle los narices a los pitufos. Como puro desahogo. Por mantener un mínimo de dignidad.