El problema no son las desigualdades económicas, mantra habitual de la izquierda; esas desigualdades son consecuencia natural de las desigualdades en las capacidades humanas y a su vez son proporcionales a la magnitud de los mercados a los que se tiene acceso, o dicho de otra forma, a la cantidad de gente que te puede comprar lo que tú vendes. Para más señas, sueldo de Cristiano Ronaldo vs. sueldo de un señor que sólo sepa picar; a fin de cuentas el trabajo físico e incluso intelectual de uno y otro no es tan diferente.
El problema viene cuando a la gente se le limitan sus posibilidades de crear riqueza y de ganarse la vida por sus propios medios, problema que se vuelve gravísimo para la gente menos capacitada, para que el problema no es tanto que haya quienes generan un millón de veces más riqueza que ellos, sino que ellos no consiguen generar la suficiente para vivir.
Solucionar esto a base de quitarle al que produce para darle al que no produce (la tan manida "redistribución") no sólo es básicamente inmoral (por grandes que sean las diferencias), sino insostenible a la larga, ya que es una política de subvención de la pobreza y el parasitismo, al tiempo que de desmotivación de la creación de riqueza, cuyas consecuencias son fáciles de imaginar sin ser muy listo. Los problemas económicos no se arreglan subvencionando el parasitismo, sino consiguiendo que todo el mundo cree riqueza.