Líderes indígenas se forman como bomberos para contener los incendios en la Amazonía

Brotes verdes (v2)

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Mientras una parte importante de Europa arde producto de las altas temperaturas que ha generado el fenómeno del calentamiento global, en Sudamérica, la Amazonía se encuentra en su estación seca, en la que suelen producirse grandes incendios forestales en la selva. Por eso, el servicio forestal estadounidense y la Unesco han decidido formar a 45 bomberos, entre los miembros de la comunidad amazónica, como parte de una iniciativa eficaz para combatir en el terreno el inicio de esos fuegos, generados sobre todo por la deforestación.

Primera modificación: 08/08/2023 - 04:30
9 min
amazonia
amazonia © Unesco/ J Duarte
Texto por:Erika Olavarría

En 2019, el matrimonio formado por Eidi Rodrigues de Lima y Romildo Schmidt se convirtió en la cara visible de la devastación que causan los incendios en la Amazonía.
Ambos fallecieron intentando escapar de las llamas que consumían su pequeña vivienda comprada hacía apenas tres años.
Habituados cada temporada seca a los incendios forestales, evitaban irse de viaje durante esos meses, pues su casa era su principal tesoro. Ese año, al fin, habían comprado madera y tejas para ponerle un techo sólido.
Pero un fuego comenzó en una zona deforestada donde, según los peritos, “las llamas se propagan más rápido”.
Testigos cuentan que su primera preocupación fue guardar la madera y las tejas, ya que el foco se encontraba en la parte trasera de su hogar. Pero la pareja no contaba con que otro fuego comenzaría frente a su terreno.
"Alguien debe haber aprovechado las llamas de aquel momento para prender fuego también, pensando que ninguna propiedad sería afectada. Ese otro incendio empeoró la situación", dijo a la 'BBC' una testigo, aludiendo a la tradicional técnica de desmalezado a través del fuego que se usa en la Amazonía y que origina muchas de las catástrofes.
¿Cómo evitar estas catástrofes?
Ante esta situación que se repite cada año, la Organización de Naciones Unidas para la ciencia, la cultura y la educación (Unesco), junto al grupo francés de lujo LVMH, apoyó con materiales una formación de líderes comunitarios de la Amazonía, organizada por el Servicio Forestal estadounidense y la agencia de cooperación americana USAID que tuvo lugar entre agosto del 2022 y febrero de este año.
Utilizando datos satelitales y mapas de calor para dar prioridad a las regiones con la mayor incidencia de brotes de incendios, eligieron a 214 personas para formarlas en el cuidado del medio ambiente.
De este grupo, 45 fueron capacitadas como brigadistas para extinguir incendios, desde que estos se gestan, muchas veces, en el trabajo agrícola, donde el desmalezado a través del fuego es una práctica ancestral y cotidiana.
“El objetivo es evitar los pequeños eventos de incendios forestales e impedir que se hagan más grandes”, explica Fabiano Silva de la ONG Vitôria Amazónica, que coordinó las formaciones. “Estos líderes actúan en el seno de sus comunidades y tienen equipos que son básicos. Los grandes siniestros necesitan del apoyo del gobierno estatal y federal y una logística en equipos que los brigadistas individuales no tienen”, añade en diálogo con France 24.
De los bomberos, más del 50% de los alumnos fueron mujeres que se han hecho expertas en técnicas profesionales de extinción de incendios como cavar trincheras cortafuegos o identificar cuándo una “quema controlada” corre el riesgo de convertirse en un peligro descontrolado.
Por ejemplo, Miriam Muniz da Silva, de 59 años, viene de la reserva de desarrollo sostenible de Tupé, al noroeste de Manaos, en Brasil, en lo que se conoce como la Amazonía Centro. Tras participar en esta formación, no se le borra la sonrisa, porque desde pequeña había soñado con ser bombero.
Cuando ves fuego en la naturaleza, no te da miedo, te entristece, te desespera ver que algo que tratas de proteger está siendo destruido. Pero claro, combatir incendios da miedo. Gracias a Dios, después del entrenamiento, comencé a realizar reuniones con mi comunidad para transmitir el conocimiento, enseñarles qué hacer, crear cortafuegos para evitar que el fuego se propague por el bosque y están siguiendo a la perfección la guía que les hemos dado, afirma.
Miriam Muniz da Silva
Miriam Muniz da Silva © LVMH/Carolina Arantes
Muchos de los nuevos bomberos son guías turísticos. Railma Moreira da Silva, de 24 años, de la comunidad Presidente Figuereido, es uno de ellos.
“Aprendí (con el curso) a tener el control, tanto el emocional como el físico. Aprendí a tratar con la gente, a respetar órdenes y a dar órdenes, y también aprendí algunas técnicas de primeros auxilios, que ahora me ayudan en mi trabajo diario como guía turístico”, explica la joven, que ya ha inmovilizado algunos tobillos de sus clientes con los conocimientos en primeros auxilios que le ha dado el curso.
Para ella, ser mujer en el curso es una ventaja. "Somos más organizadas y ambiciosas. Una mujer bombero llama mucho la atención y anima a otras mujeres a trabajar en este campo también", señala.
Railma Moreira da Silva, guía turística rodeada por sus compañeros bomberos
Railma Moreira da Silva, guía turística rodeada por sus compañeros bomberos © LVMH/Carolina Arantes
Más experiencia en el cuidado medioambiental tiene su colega Filipe da Silva Costa, de 30 años, que dice tener una “pasión por la Amazonía” desde que era un niño.
“Es un placer para mí encargarme de esto, ser parte de este equipo, porque esta es nuestra casa. Debemos cuidarla y amar lo que es nuestro”, asegura.
En su trabajo, más de alguna vez se ha encontrado cara a cara con un foco de incendio: “Ser guía turístico y combatiente de incendios forestales, son dos cosas que están íntimamente relacionados porque estás en la selva y es posible encontrarse con una situación de incendio, especialmente al conducir un grupo. Por lo tanto, es necesario tener las técnicas y prácticas a la mano para realizar un rescate o combatir un incendio”, afirma.
Filipe da Silva Costa, guía turístico
Filipe da Silva Costa, guía turístico © LVMH/Carolina Arantes
Entre los materiales que han recibido los nuevos brigadistas se cuentan bombas con aspersor contra incendios, motosierras, cortafuegos de goma, linternas y hasta la indumentaria especial de un bombero que incluye pasamontañas, guantes de protección, tapones de silicona para los oídos, gafas de seguridad, casco y botas militares de cuero.
Con el apoyo de la Unesco no sólo conseguimos formar a esas personas, también tener los recursos para conseguir los equipos necesarios para hacer el trabajo de manera segura y tener un entrenamiento adecuado para usar esos equipos, dice Fabiano Silva, coordinador ejecutivo de Vitôria Amazónica.
"Todo este equipo que tenemos hoy es esencial porque no sirve de nada entrar sólo con una pala o simplemente agua, hay que entrar con una pala, un rastrillo, un batidor de fuego, ¡todo! Porque a menudo, como el suelo aquí es blando, sigue ardiendo debajo. Así que con la pala cavo y veo si hay fuego ahí abajo. Dependiendo de eso veo si pongo arena o agua sobre el fuego", explica Myriam.
"No basta con ir a un incendio y decir sé cómo combatirlo. Si no tienes las técnicas que te da un instructor, cuando sea importante, no serás eficaz", sentencia Felipe.
Nueva esperanza en la Amazonía brasileña
El trabajo de estos brigadistas ha tomado más relevancia desde el momento en el que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, llegó al poder. Desde entonces, ha aportado esperanzas al futuro de la Amazonía.
Apenas asumió presentó un plan contra la deforestación en la Amazonía. Es una reedición de un plan que Lula y su ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, ya habían puesto en marcha en su primer mandato, en 2004, y que dio buenos resultados. Desde que entró en vigor y hasta 2012, la deforestación cayó un 83%, según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).
Sin embargo, esos mismos datos demuestran que la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia en 2019 produjo un incremento de la destrucción, pues suspendió el plan y lo sustituyó por operaciones militares puntuales de combate a los incendios y a la tala ilegal.
Este nuevo plan, elaborado durante cuatro meses y con la participación de 19 ministerios, tiene como objetivo llegar a la deforestación cero en 2030.
La tarea no parece fácil dada la férrea oposición que tiene el mandatario en el Parlamento. Días antes de la presentación de este plan, la Cámara de Diputados, de mayoría conservadora, votó a favor de restringir las demarcaciones o reservas de tierras indígenas, logró retirar competencias al ministerio de Medio Ambiente y al de los Pueblos Indígenas y flexibilizó las normas de protección a la Mata Atlántica, un bioma de selva tropical más amenazado incluso que la Amazonía.
A comienzos de julio, mientras Lula participaba de la cumbre de la UE-Celac en Bruselas, la ministra Silva y su cartera obtuvieron la información que la deforestación ilegal cayó en la Amazonia brasileña un 34% durante el primer semestre de este año respecto al mismo período de 2022, según cifras del INPE.
¿Qué es lo que ocurre en la Amazonía?
Cada año con la llegada de la estación seca, entre mayo y septiembre, las llamas destruyen miles de hectáreas en la mayor selva tropical del mundo, la Amazonía. Lamentablemente, cada año también los récords se vuelven a batir. El mes de agosto de 2022 fue el peor en los últimos 12 años para el pulmón verde del planeta.

Las imágenes captadas vía satélite por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) registraron 33.116 focos de incendio, que consumieron 7,9 millones de hectáreas, según datos de Mapbiomas, una superficie equivalente a la de Panamá.
La principal causa de estos siniestros fue humana. En la Amazonía, el fuego es utilizado por ganaderos e industriales de la agricultura para limpiar la tierra una vez ha sido deforestada.
Esta práctica, sumada al aumento de las temperaturas y la sequía producto del cambio climático, hace que la situación en la Amazonía esté, según los científicos, llegando a un punto de no retorno, en el que el daño causado por la humanidad será irreparable.
Impedir los incendios es complicado por el tamaño de este pulmón verde, que se extiende por ocho países y casi 7 millones de kilómetros cuadrados. Una vez que el fuego se desata es imposible controlarlo: la vegetación densa, el terreno escarpado y la falta de las carreteras dificultan la tarea. Los asentamientos humanos, además, son escasos y distantes entre sí.
Este territorio del tamaño de Europa arrastra también problemas sociales, que se han vuelto endémicos. “La Amazonía tiene desafíos históricos como la falta de servicios públicos fundamentales”, explica Fabiano Silva, coordinador ejecutivo de la ONG Vitôria Amazónica.
“Es muy complicado buscar alternativas económicas para generar recursos cuando no hay salud, educación, energía eléctrica o comunicación. Y entre los nuevos desafíos se cuentan la deforestación, que se acerca cada vez más a la reserva de la biosfera; así como el tráfico de drojas y la minería ilegal. Además, la ausencia del Estado y los órganos de fiscalización han llevado a un drástico aumento de los actos ilícitos que amenazan a su vez la presencia del Estado para proveer esos servicios básicos”, asegura.
Con medios locales y UNESCO
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