Andar descalzo sin tener callo en el pie es de iluso. Y andar descalzo por una ciudad es de badulaques profundos.
Mucho peor es andar con unos molestísimos tacones de aguja, que deforman los pies y hasta llegan a provocan problemas de espalda.
Pero, como es una moda femenina muy arraigada, está muy bien vista socialmente, aunque sea absurda o, al menos, muy incómoda.