Ante todo hay reconocer que lo que nosotros manejamos conscientemente de la realidad no es otra cosa que su representación mental.
Esos procesos mentales se llevan a cabo en el cerebro.
Pero recordemos que el cerebro tiene una restricción: dicho órgano está especializado en procesar señales electroquímicas codificadas.
De ahí que, sea cual fuera la naturaleza del estímulo que recibamos, tanto del medio externo como del interno (luz, sonido, olor, sabor, temperatura, presión, vibración, dolor), mecanismos sensoriales específicos tendrán que traducir dichos estímulos a señales electroquímicas codificadas.
Es evidente que no vamos a aprehender esa realidad física como tal, lo que hacemos es percibir esa realidad física elaborando una representación de dicha realidad expresada en términos de señales electroquímicas codificadas.
Por lo que la realidad, es para cada ser humano, ni más ni menos que una serie de señales bioeléctricas que contienen información codificada sobre el mundo exterior.
Al procesar esas señales, previamente captadas por el hardware fisiológico, mediante nuestro aparato psíquico (software: sistema operativo y programas), al interpretar estas señales bioeléctricas, inferimos que existe un mundo externo al yo.
Y cuando el ser humano constata un alto grado de consenso y coincidencia en las subjetividades de otros seres humanos, otorga a este conocimiento la categoría de objetividad y la aceptación de que eso que vemos, es la realidad.