Si cada persona es un mundo, cada familia es una galaxia. En la mía, mis padres, rozando los 80, y pensionistas premium ambos, siguen comportándose como desde que tengo uso de memoría:
Mi padre, un simplerrón amable y bienintencionado, creyendo en todo lo que dice el gobierno y sus juntaletras a sueldo, con UCD, el PSOE, el PP o lo que toque. Le atracarían a punta de navaja y encima daría las gracias si es lo políticamente correcto.
Mi madre, simpática y agradable como una patada en la entrepierna, que no se fía ni de su sombra y es partidaria de ejecutar públicamente a la clase política en general, de derechas, de izquierdas y mediopensionistas. Solo cree en Dios y en el ahorro.
Afortunadamente, en la república independiente de nuestra familia, mi santa madre lleva ocupando la cartera de Economía y Hacienda de forma ininterrumpida desde 1969, razón por la cual sus dos larvas cuarentonas tienen el riñon bastante cubierto. Para que se hagan una idea, tuvo a mi padre 7 años de novio, hasta el mes siguiente de pagar la última letra de su primer piso, con el argumento de que se casaba con él, pero no con ningún banco.