Mi experiencia ha sido tan mala como para no recomendar la ingeniería.
Ingeniero de caminos, termino en 1993. Lo mio era vocacional pues me gustaba el mundo de la construcción. Además me atraía el hecho de que con la obra civil se mejoraba la calidad de vida de la gente y que las obras en las que participaba iban a perdurar más allá de mi paso por la vida. Y de hecho, teniendo en cuenta que ya he vivido más de lo que me queda vivir, seguramente muchas de esas obras van a perdurar más que yo.
Cuando me metí en la carrera me di cuenta de algo fundamental. Sin haber sido brillante en el instituto, en el primer año de carrera veo que las matemáticas y la física se me dan muy bien, lo cual me ayudó sobremanera en sacarme la dura carrera sin un esfuerzo agotador. La carrera me pilló en los años buenos de la profesión. Los ingenieros de caminos eran semidioses por lo cual había un sentido de orgullo de haber elegido bien lo que quería ser de mayor. Pero hubo algo que cambió en el año 92. En los 4 años anteriores al 92 se había construido lo que se tenía que haber construido en 10 años o más, por lo que vemos que la obra civil ya no responde a una planificación racional sino que está sometida a vaivenes en lo que más se impone es el cortoplacismo de las elecciones. Termino en el 93, con servicio militar pendiente y una dificultad tremenda para encontrar trabajo. Ser objetor no facilita la cosa porque no sabes cuando te van a llamar para la PSS. Ya la cosa no es como pensabas que iba a ser, más cuando ves que una de tu pandilla que estudió económicas, sin la traba del servicio militar encuentra trabajo inmediatamente en un banco y que tú estás a expensas que la situación económica cambie para que pueda reactivarse el sector.
En el año 94 me pongo a trabajar, pero por un salario bajo propio de un trabajador sin cualificación, pero de algo había que partir. Poco a poco iba subiendo el sueldo, pero tampoco es que llegara a vivir en la abundancia. Compañeros míos tenían mejores condiciones económicas, pero yo tenía un trabajo en el que sabía a que hora iba a salir y que no tenía que conocer mundo. Mis compañeros en la obra ganaban más, pero de lunes a viernes no tenían otra vida que la obra, y el tiempo que duraba la obra estaba en un sitio diferente, que podía ser Cáceres, Galicia, Almería o Cádiz.
Mis condiciones económicas fueron mejorando y poco a poco fui viendo como iba creciendo una burbuja, y hablo de 2004. La construcción lo fue acaparando todo y se fue de madre. Yo mejoré mis condiciones económicas, pero no para hacerme rico, y ni siquiera podía permitirme cambiar el piso que adquirí cuando ganaba poco porque era de locos los precios a los que se habían puesto. El mundo de la construcción se hizo tan loco que en este mundo empezaron a atraer a numerosas ingenierías, ya fueran agrónomos o industriales. Fue llamativo para mi que los industriales se dedicaran a la construcción ganando menos que el ingeniero de caminos, lo cual me daba ya una idea de lo mala que estaba la ingeniería en España.
Y en 2008 la crisis, que yo la veía venir. Pude salvarme de la quema hasta el 2012. A partir de ahí fue imposible y me fui al paro. 5 años fatales en los que pude sobrevivir porque me hice con un colchón financiero. Todavía estoy lejos de recuperar el nivel de 2010.
Pero en estos tiempos tan malos, me toca meter al niño en el cole, con una directora nefasta, pero me temo que con buen enchufe. Ver las horas que están en el cole los profes, las vacaciones y el esfuerzo que supuso llegar a donde están en comparación con cualquier ingeniero y que cualquier ingeniero durante los años de crisis ha tenido sueldos que ni se acerca al del profesor de primaria, pienso que me equivoqué en elegir el futuro.
Y de hecho, unos cuantos de los ingenieros con los que he trabajado han decidido dar de lado a su ingeniería y prepararse para profesor de secundaria. Eso, los que no tuvieron que hacer las américas.
Con ese panorama ¿quien va a querer hacer ingeniería?