Valiente sarta de dislates la que destila el amigo Iñaki Rabilongo. ¿Pues no dice que el desprestigio de la política ha arrastrado al periodismo, como si éste no se hubiera cubierto de hez por méritos propios, como si no fueran esbirros de la misma élite? Y luego arranca a hablar de la ausencia de moral en política, como si fuera una situación excepcional en vez de la norma en los últimos milenios.
Lo que pasa en la política actual es que intentan trasladar una nula falta de respeto fingida a la arena pública para dividir a la sociedad. Son faltas de respeto teatralizadas más que otra cosa. Y los periodistas son los encargados de hacer pasar por real ese teatro.
Es como cuando te acercas a ver de qué la manifestación feminista del 8M esperándote encontrar hordas de orcos y resulta que la gente parece normal y todo, optimista y en buen plan. Una mayoría con la que se puede hablar. Pero luego en el diario Público te encuentras con un número especial 8M con la portada de una mujer con un ojo morado y el puño en alto mirándote furiosa. Una portada que te vende algo totalmente distinto de la realidad que has visto. ¡A la M ya con este periodismo vendido!
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El periodismo como tal ya no existe.
Antes su objetivo era informar, con el sesgo que se quiera, pero informar para que el público formara su opinión. El periodista no era protagonista.
Era impensable que un periodista insultara a los ciudadanos pir su opinión.
Ahora el periodismo es ingeniería social sin complejos, abiertamente pretende «educar», imponer ideología.
El periodista es un activista.
Para mí, las facultades de periodismo son las responsables. No en vano coincide su creación con la corrupción del periodismo.
Y cómo no, la izquierda suele controlar ese tipo de facultades inoculando mesianismo.