Nada más radical y menso que un "hereje del franquismo": al igual que los herejes del cristianismo, toda su mugre existencial sigue abrevando en el maná de Franco, a quienes los más jóvenes ni conocemos ni reconocemos, pero vemos que estos hombres-langosta, acomodados como ellos solos, no paran ni un minuto de mencionarlo y vejarlo. Normal, pues de aquellos lodos extrajeron su estatus y prebendas, pero son tan rastreros que ni siquiera pueden reconocerlo, y muchos menos, moverse, ni trabajar, ni producir, ni levantar su país para hacer lo que tanto se supone que querían hacer y que supuestamente no les dejaban, y asegurarnos al menos una miseria para los siguientes de la fila. Todo es una pose de "último de la historia": niños viejos, mimados, quejicas, cebados e incapaces que han arrasado la industria, que han ocupado todos los puestos, que han vivido como dioses, que han acaparado todas las propiedades, que han vendido nuestro futuro a las élites internacionales, y que son rematadamente fulastres en todos los órdenes, pues no necesitaron desarrollarse para sobrevivir. Los demonios de pana.