“Para los ruidos de la calle y los vecinos hay unos tapones de espuma que son alucinantemente buenos.”
Tú mismo estás reconociendo esa locura.
Tú eres urbanita y ante eso no sirve lógica ni refutaciones. Cada uno es como es.
Pero explico para quien tenga la duda y le ayude a elegir:
-Los urbanitas siempre salen con el cuento de que tienen todos los servicios y negocios al lado de su patio. Es mentira.
Cómo no, tendrás que desplazarte numerosas veces a diversos sitios de la ciudad (o municipios colindantes) que te costará veinte minutos, una hora...o dos horas andando (según la ciudad). Es decir, hay que coger coche o transporte público (o jugártela con bicis y patinetes).
-El tema del famoso lugar de trabajo: como si se pudiera elegir dónde vas a currar. Habrá quien trabaje en la ciudad (¿funcionario?) o –lo más probable- será fuera de ésta. Lo normal es que te salga a cuenta vivir fuera de la ciudad, porque llegarás a casa sin tragarte el atasco de vuelta a la misma.
-Escucharás con toda nitidez los pedos del vecino colindante y los arrastrones de sillas junto a las canicas y taconazos del piso superior. Y ruega a Dios no trabajar de noche.
-Asistirás a las maravillosas reuniones de vecinos escuchando al españolito medio inane, cada cual interpretando su papel como en una obra de teatro demasiadas veces estrenada y vista. Y te va a tocar ser presidente, secretario o su querida madre.
-Coincidirás en el ascensor (casi) siempre con algún petardo/a para hablar del tiempo, conteniendo un eructo o un pedo, de puro ardor de estomago.
-Harás frente a pagos periódicos de comunidad (aunque no tengas piscina) por hezs de ascensores, goteras, limpieza, alumbrado, garajes y su querida madre. Y las famosas "derramas".
-A partir de ciertas horas, vivirás virtualmente como en un cementerio, sin hacer ningún ruido y rezando para que otros no lo hagan.
-Cuando te asomes al balcón (si lo tienes, saluda al vecino de enfrente) las vistas harán inspirarse a un Van Gogh…para cortarse la otra oreja.
-Si te gusta la bici, dejarás el cacharro en el trastero del garaje (límpiala antes para el rumano de turno) o haz filigranas para meterla en el ascensor. No lo hagas tras una ruta de barro o mucho polvo, porque la Francisca lo va a proponer en la orden del día de la junta de escalera. Si se te olvidan las gafas o cualquier otra chorrada...hazlo con método para reiniciar la operación salida.
-Si bajas con los críos, compartirás un puñetero parque con cañís, porros y cagadas de perro.
-Ahora que está de moda el bichito chino: prepárate para limpiarte con lejía cuando llegues a casa, porque habrás tocado un millón de picaportes, pasamanos, escaleras, botones y barandillas. Y mejor no hablamos de la nube radiactiva como un hongo que envuelve cualquier ciudad y que vas a respirar 24 h., día sí y día también.
Y hay un millón de consideraciones más, pero creo que ya da una idea.
Ahora, el chalet (seré breve, a mi pesar).
-No sé si aquí muchos venís de Marte, pero lo que siempre he visto han sido urbanizaciones cerca de la ciudad, no en Alaska. Incluso están más cerca de centros comerciales y cines que para los urbanitas.
-A igualdad de metros construidos, te va a costar menos que un zulo pedorreado (en La Moraleja no, claro. Pero los urbanitas de aquí tampoco vais a comprar en Arturo Soria). Y además tienes parcela.
-Si tienes que bajar al centro de la ciudad, aparcas en la periferia y coges el metro (como los urbanitas, y hay urbanizaciones que cuentan con metro). Hablo de un chalet en los alrededores de la urbe (20-30 km), no en Alaska.
-Tendrás garaje o espacio para tus manualidades y cosas, podrás mover las piernas saliendo de tu comedor mientras ves la luna llena, saldrás con la bici al campo-monte en unos segundos o minutos.
-Te bañarás en tu piscina-balsa por el día y la noche –tú solo- pajeándote si quieres mientras contemplas el sauce que plantaste. El mantenimiento puede ser mínimo: el chalet de mis padres tiene una “balsa” sin depuradora (se denomina "balsa" a una piscina sobre-elevada, no a ras del suelo); con unos cuantos botes de cloro aguanta todo el verano. La parcela puedes aclimatarla para que dé la mínima faena posible, ya sea con espacios de “grama” ("
Zoysia japonica", de las mejores) o empisados.
-Tus críos nacerán más sanos, se les implantará en el espíritu la libertad y el amor a los espacios abiertos, será más fácil que te acompañen a realizar actividades al aire libre. “Los espacios abiertos” es algo fundamental. Siempre recordaré una anécdota de Mario Conde cuando lo enchinoraron: le aconsejaron que ejerciera su influencia para elegir una celda del último piso de la guandoca, para poder otear el horizonte. Por dos razones, para no perder vista y para conservar el ánimo.
-La famosa vitamina D de este foro…no hará falta explicar que no es lo mismo vivir en un chalet en invierno que en el zulo-cueva. Aunque tu zulo esté bien orientado y no tengas otro fincón enfrente (mucho pedir), tendrás que saludar al sol asomándote a una ventana o saliendo adrede al balcón (si lo tienes), durante un buen rato como si estuvieras tomando rayos uva.
Ponte los auriculares mientras te sometes a la sesión para no morirte de aburrimiento.
-Podrás montarte un “Kinépolis” en tu comedor (o escuchar a Mozart en concierto mientras haces la cena), haciendo pausas cuando te salga del pito para respirar un poco ahí fuera.
-Te montarás unas brasas y paellas cuando se te antoje. Y tendrás a ciertas edades grata compañía cuando quieras, porque todo el mundo quiere pasar unas horas en el chalet. Mientras que nadie quiere ir (a ciertas edades) al piso de nadie si no es por compromiso.
Los famosos rumanos son como todo: se saca de quicio. Habría que realizar un estudio sobre robos y asaltos a urbanitas y chaleteros. Porque no se piensa en esto: cuando el urbanita se desplaza por la urbe a altas horas para regresar a su zulo tiene más probabilidades de que lo atraquen o apuñalen. Un chaletero ya está en su casa; y cuando se desplaza a esas horas siempre va en coche, no va andando, ni en bici ni en el metro. Eso sí, en el chalet hay que tomar más medidas de seguridad, nada del otro mundo. Por cierto, una de las cosas que siempre me ha acojonado es transitar por un garaje comunitario a horas intempestivas.
Me dejo un millón de cosas. Pero remarco: la libertad, independencia y tranquilidad que proporciona un chalet no lo da nada.