Después de un capítulo más de la excelente guerra escénica e informativa que la Federación Rusa lleva ganando por goleada desde el primer día que intervino en Siria, que deja -pese a las cortinas de humo mediáticas- meridianamente claro quien es quien aquí y quien maneja los hilos, occidente, a través de la OTAN, tan pillado como su títere turco, intenta burda y rápidamente limpiarse las manos en una carrera desenfrenada de intenciones de intervenir militarmente para intentar salvar la honra ante su propia opinión pública. Y ahora, como alma que lleva el diablo, le toca a UK.
Todos los mecanismos de provocación occidental son respondidos con abrumadoras pruebas que implican directamente al más soez y da repelúsnte muñeco, el turco, y consecuentemente al director de la obra que ve como poco a poco se le van agotando los cartuchos de la provocación sin que Rusia cometa el error que occidente busca desesperadamente: un ataque directo, sin ambages, que permita desencadenar el contragolpe que se ansía, por varios motivos. El más lejano, que viene de largo es provocar una guerra contra Rusia, el último escollo de la huída hacia adelante que supuso la geopolítica del caos. Ese motivo de fondo se lleva buscando desde que Yeltsin dejó un país casi rendido, devastado, expoliado y casi a punto de caramelo para darle el empujón final para anularlo como contrincante y contrapeso, para, seguidamente, hacerse con sus vastísimos recursos y trocearlo 'a la yugoeslava' para cortar de raíz un posible resurgimiento y anular la posibilidad de que volviera a ocupar el lugar de contrapeso político y militar de antaño. Eso, como causa 'lejana'.
Con la intervención en Siria, la Federación Rusa, tras recuperar músculo y potencia, se ha presentado como una muy seria alternativa a un occidente en una alocada carrera hacia delante en busca de recursos y, a la vez, esclavo de su propia quiebra y, sobre todo, de la necesidad de ocultarla.
En el mes y medio, la intervención es intachable en cuanto a su causas y objetivos: nadie puede cuestionar que un país salga en socorro de otro, aliado, y que está siendo atacado sin misericordia por la más execrable calaña. Este mensaje, sencillo en si mismo se ha ido 'asando' a fuego lento y 'calando' en la opinión pública, que ha pasado del desconocimiento más cómodo y forzado por el silencio de los medios a la más acuciante actualidad. Y cada día que pasa y, calculadamente, se desvelan quien es quien en esta guerra sucia que es la de Siria, la opinión pública occidental -la que más duele- 'deserta' cada día más de su gobernanza y su da repelúsnte papel en el conflicto.
Por eso, cada día que pasa, Rusia se hace más fuerte y occidente más débil y carente de recursos. Recursos, que, lamentablemente van de la provocación por el derribo de un vuelo civil (que algo de responsabilidad tendrán las cloacas de occidente como madres de la bestia...) al derribo del Su-24, planeado, consciente, monitorizado y probablemente dirigido desde más allá de las fronteras turcas. Porque Turquía es miembro de la OTAN e imagínense solo un momento, estimados foreros, que hubiese pasado si un aliado estratégico de Rusia como Bielorrusia, hubiera, por ejemplo, derribado una avión alemán en circunstancias parecidas...
La huida enloquecida de occidente, tampoco duda en, posiblemente, activar los mecanismos para que a la vez, su propia opinión pública pueda exigir acciones de represalia por los lamentablemente oportunos y salvajes atentados de París. Porque algo habrá que hacer -ahora- con el tal 'ISIS'... sobre todo, impedir a toda costa que Rusia siga cogiendo la delantera.
Occidente busca, desesperadamente una reacción rusa a una de las acciones que en esta escalada no duda en llevar a cabo. Indudablemente, esa reacción Rusa, cuanto más desproporcionada mejor, daría pie a una contestación occidental ante la 'agresión'. Y, el Kremlin, no parece estar por la labor de morder el anzuelo que tan burda y desesperadamente se le está ofreciendo. Porque esa desesperación occidental, más que acabar con Rusia, busca camuflar su propia quiebra moral, política y económica vehiculando a través de una guerra el intento de ocultar la realidad de las cosas.
En ese sentido, Rusia no tiene más que mostrar aguante y firmeza, esperando que el castillo de naipes se desmorone el solito. O quizá, en su momento, dando el necesario empujón.
Pero siempre, eligiendo el momento y el lugar, como garantía de vencer el embate, y sobre todo, no cayendo en provocaciones. Porque detrás de un provocador, suele haber una bestia herida. Y miedosa. Porque occidente también busca una salida de tono rusa en el momento que convenga a la extrema debilidad de occidente, que si algo tiene, es, de fondo un enorme miedo a Rusia como potencia re-emergente y capaz de poner de manifiesto la enorme quiebra que occidente intenta ocultar. Y, hoy, de nuevo, Rusia lo ha hecho. oscuro sobre blanco.