Minsky Moment
Será en Octubre
Es más: hay que ir a Cataluña si no se está ahí en cuanto haya el más mínimo requerimiento.
══ Hilo oficial del golpe de Estado de Puigdemont. Vol. VII "Jornada de huelga" ══
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Douglas Mortimer
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Quien ha votado a puigdemont?
snoopi
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Las 48 horas de los cobardes ya han pasado
¿como van los suministros de WC en Cataluña?
Se nota cierto silencio
computer_malfuction
Será en Octubre
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Referéndum Cataluña 1-O: Un discurso valiente y muy arriesgado | EL MUNDO
[QUOTE]El Rey se ha mojado. Y mucho. Acabamos de escuchar el mensaje más contundente de un monarca parlamentario en Europa en décadas. Ha denunciado con una rotundidad casi temeraria a la actual Generalitat, con la que, ahora sí, están rotos definitivamente los puentes. Y ha urgido a los poderes legítimos del Estado -apelación clara a Rajoy, pero también a Pedro Sánchez, al fiscal general del Estado, a los miembros del Tribunal Constitucional, etcétera, etcétera- para que den ya todos los pasos necesarios para que se haga cumplir la Ley y la Constitución en Cataluña y se acabe con «una deslealtad inadmisible».
Aún más. En un tono de una firmeza gélida impactante, el Monarca ha arriesgado mucho más de lo que la prudencia exigiría, porque en las circunstancias actuales no le quedaba otra. Don Felipe ha sido rotundo en su compromiso como Rey «con la unidad y la permanencia de España». Esto, en otras circunstancias, sería lo mismo que no decir nada -pájaros y flores-. En el contexto actual, en el que cunde el abatimiento social y muchos empiezan a pensar en que la independencia de Cataluña no es una quimera, el Monarca acaba de poner su corona sobre el tapete;_sólo la podrá mantener si los soberanistas pierden su órdago. La Constitución otorga convierte al Monarca en «símbolo de la unidad y permanencia del Estado», y acaba de constatarse que no se trata de una mera frase hecha retórica de los constitucionalistas. Si la permanencia histórica de España se acaba, que es lo que simboliza la Corona, nos enfrentaremos a un vacío político e institucional que hoy nadie sabe cómo habría de llenarse.
Asistimos al 23-F del reinado de Felipe VI, pero la situación de extraordinaria gravedad que vive España por el desafío independentista de Cataluña no tiene nada que ver con el 23-F de 1981. De ahí que las comparaciones entre la actuación de entonces de Don Juan Carlos y la de ahora de su hijo sean no sólo odiosas, sino absurdas.
Dentro de la delicadísima excepcionalidad en la que el golpe de Tejero sumió a España durante 24 horas, el Rey Juan Carlos tuvo un valiosísimo margen de acción en tanto jefe supremo de los ejércitos, y su decisivo discurso a la nación de madrugada podía provocar efectos taumatúrgicos -y los provocó- porque a esas horas en Zarzuela ya se sabía que el Monarca contaba con la adhesión de casi todos los generales y que la asonada para revertir el proceso democrático en ciernes había fracasado.
La práctica totalidad de los españoles, en Écija, en Móstoles o en Palafrugell, estaban contra el golpe y a favor de la democracia. El Rey, en su discurso de aquella noche, no hizo sino ejercer como su portavoz. El mensaje en sí, por tanto, no encaraba grandes dificultades, ni de sintaxis ni de contenido: «La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la Patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum».
En cambio, el que acaba de pronunciar Don Felipe ha sido con seguridad el discurso más difícil para el titular la Corona española desde la recuperación de la democracia. Antes que nada, porque el margen de maniobra que tiene Felipe VI como monarca constitucional que es resulta tan limitado que en situaciones de tan enorme gravedad como la actual sus palabras siempre están condenadas a provocar cierta decepción. A_decepcionar a casi todos:_a unos, porque el exceso de testosterona les pide que el rey ejerza de superman y se enfunde el uniforme de capitán militar para resolver esta crisis al modo en que lo hubiera hecho su tatarabuelo Carlos V; y a otros, porque siempre les parecerá mal cualquier cosa que diga un jefe de Estado coronado.
Y, aun así, el Rey estaba obligado a salir a la palestra, tenía que hablar, no podía seguir en la penumbra y el silencio ni un día más. No debe de ser fácil dar pasos cuando unos te piden que te subas a un tanque y encabeces una cruzada contra el infiel, y otros te exigen silencio sepulcral y pontifican argumentando que un discurso regio en estas horas tan difíciles sólo contribuye a dar la sensación de que ya todo está perdido.
Pero la urgencia mueve a las sociedades hoy. Y nadie entendía que el jefe del Estado se mantuviera callado ante la precipitada deriva de unos acontecimientos que, por primera vez en 40 años, amenazan con desmembrar ese mismo Estado. Y, por eso, no cabían cálculos de riesgos. Ni había alternativa. Don Felipe tenía que salir de una vez a dar la cara, aunque ahora muchos se la intentarán partir justamente por el análisis morfológico de sus palabras.
No tiene el Rey un conejo en la chistera. Y su mensaje quizá no transmita ni la tranquilidad y la esperanza a las que ha apelado. Pero sirve de advertencia inequívoca de que el Estado no va a cruzarse de brazos viendo cómo Puigdemont y la CUP acaban con España. Y, admitámoslo, llevábamos 48 horas pensando que Rajoy y los suyos ya habían tirado la toalla.[/QUOTE]
[QUOTE]El Rey se ha mojado. Y mucho. Acabamos de escuchar el mensaje más contundente de un monarca parlamentario en Europa en décadas. Ha denunciado con una rotundidad casi temeraria a la actual Generalitat, con la que, ahora sí, están rotos definitivamente los puentes. Y ha urgido a los poderes legítimos del Estado -apelación clara a Rajoy, pero también a Pedro Sánchez, al fiscal general del Estado, a los miembros del Tribunal Constitucional, etcétera, etcétera- para que den ya todos los pasos necesarios para que se haga cumplir la Ley y la Constitución en Cataluña y se acabe con «una deslealtad inadmisible».
Aún más. En un tono de una firmeza gélida impactante, el Monarca ha arriesgado mucho más de lo que la prudencia exigiría, porque en las circunstancias actuales no le quedaba otra. Don Felipe ha sido rotundo en su compromiso como Rey «con la unidad y la permanencia de España». Esto, en otras circunstancias, sería lo mismo que no decir nada -pájaros y flores-. En el contexto actual, en el que cunde el abatimiento social y muchos empiezan a pensar en que la independencia de Cataluña no es una quimera, el Monarca acaba de poner su corona sobre el tapete;_sólo la podrá mantener si los soberanistas pierden su órdago. La Constitución otorga convierte al Monarca en «símbolo de la unidad y permanencia del Estado», y acaba de constatarse que no se trata de una mera frase hecha retórica de los constitucionalistas. Si la permanencia histórica de España se acaba, que es lo que simboliza la Corona, nos enfrentaremos a un vacío político e institucional que hoy nadie sabe cómo habría de llenarse.
Asistimos al 23-F del reinado de Felipe VI, pero la situación de extraordinaria gravedad que vive España por el desafío independentista de Cataluña no tiene nada que ver con el 23-F de 1981. De ahí que las comparaciones entre la actuación de entonces de Don Juan Carlos y la de ahora de su hijo sean no sólo odiosas, sino absurdas.
Dentro de la delicadísima excepcionalidad en la que el golpe de Tejero sumió a España durante 24 horas, el Rey Juan Carlos tuvo un valiosísimo margen de acción en tanto jefe supremo de los ejércitos, y su decisivo discurso a la nación de madrugada podía provocar efectos taumatúrgicos -y los provocó- porque a esas horas en Zarzuela ya se sabía que el Monarca contaba con la adhesión de casi todos los generales y que la asonada para revertir el proceso democrático en ciernes había fracasado.
La práctica totalidad de los españoles, en Écija, en Móstoles o en Palafrugell, estaban contra el golpe y a favor de la democracia. El Rey, en su discurso de aquella noche, no hizo sino ejercer como su portavoz. El mensaje en sí, por tanto, no encaraba grandes dificultades, ni de sintaxis ni de contenido: «La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la Patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum».
En cambio, el que acaba de pronunciar Don Felipe ha sido con seguridad el discurso más difícil para el titular la Corona española desde la recuperación de la democracia. Antes que nada, porque el margen de maniobra que tiene Felipe VI como monarca constitucional que es resulta tan limitado que en situaciones de tan enorme gravedad como la actual sus palabras siempre están condenadas a provocar cierta decepción. A_decepcionar a casi todos:_a unos, porque el exceso de testosterona les pide que el rey ejerza de superman y se enfunde el uniforme de capitán militar para resolver esta crisis al modo en que lo hubiera hecho su tatarabuelo Carlos V; y a otros, porque siempre les parecerá mal cualquier cosa que diga un jefe de Estado coronado.
Y, aun así, el Rey estaba obligado a salir a la palestra, tenía que hablar, no podía seguir en la penumbra y el silencio ni un día más. No debe de ser fácil dar pasos cuando unos te piden que te subas a un tanque y encabeces una cruzada contra el infiel, y otros te exigen silencio sepulcral y pontifican argumentando que un discurso regio en estas horas tan difíciles sólo contribuye a dar la sensación de que ya todo está perdido.
Pero la urgencia mueve a las sociedades hoy. Y nadie entendía que el jefe del Estado se mantuviera callado ante la precipitada deriva de unos acontecimientos que, por primera vez en 40 años, amenazan con desmembrar ese mismo Estado. Y, por eso, no cabían cálculos de riesgos. Ni había alternativa. Don Felipe tenía que salir de una vez a dar la cara, aunque ahora muchos se la intentarán partir justamente por el análisis morfológico de sus palabras.
No tiene el Rey un conejo en la chistera. Y su mensaje quizá no transmita ni la tranquilidad y la esperanza a las que ha apelado. Pero sirve de advertencia inequívoca de que el Estado no va a cruzarse de brazos viendo cómo Puigdemont y la CUP acaban con España. Y, admitámoslo, llevábamos 48 horas pensando que Rajoy y los suyos ya habían tirado la toalla.[/QUOTE]
Es simplista creer que por ser republicano hay que defender cualquier república.Esto demuestra a las claras por qué hay que ser republicano, por si a alguno le quedaban dudas
Gente aplaudiendo al R78 en todo su esplendor en este foro... es alucinante...
República española basada en la solidaridad, la igualdad y la unidad, desde la Isla de El Hierro hasta la Jonquera: SI.
República balcanizada donde los más desarrollados no contribuyan al desarrollo de los más rezagados: A soltar a la vía.
Podemos por ganar en Euskadi y Cataluña perderá al resto de España. Y están para eso, para que no ganen.
Hércules Poirot 2013 bis
Madmaxista
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Me gusta cuando mueve la mano como Franco.Que penica me das, hijo mío, con el chistecito de marras, das vergüenza ajena :vomito::vomito:
Discurso Felipe VI - YouTube
ZASCA!!! :::
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snoopi
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Cuando pasen la primera noche en la guandoca.......van a recordar las multiples oportunidades que les dieron
Bobesponjista
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No vuelvo a ver El Intermedio, es radiactivo
Hasta Ferreras parece imparcial a su lado
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nomeconsta
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Edge2
Quitáis las ganas de vivir
snoopi
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