Vamos a ver, sobre los disturbios y quiénes están detrás, no os perdáis en detalles y tratad de quedaros con el panorama general:
Crisis -> violencia.
Siempre. Metéoslo en la cabeza de una santa vez.
Las crisis, de cualquier tipo, incrementan de la violencia, de cualquier tipo.
Si escasea la comida, los lobos se pelean por ella. Si escasea el espacio, las ratas se devoran entre sí. Si se hunde la economía, antes o después habrá palos. No se puede detener: si la reprimes por un lado, saltará por otro. Es inevitable. Esto, que para algunos puede ser una perogrullada o relevalor como zarza ardiente en el Sinaí, el poder lo sabe desde hace mucho.
Ahora bien:
La violencia puede articularse en torno a unas ideas, o puede ser catártica. Sobre ésta última, cuando un currito en paro o sobreexplotado o puteado de cualquier modo se carga lo suficiente, se desahoga con sus hijos, o con sus padres, o sus vecinos, o su cónyuge, o dirige esa violencia contra sí mismo y se acaba suicidando.
Para el poder, esta violencia es la ideal, porque no afecta al statu quo. No cambia las cosas, y los Sánchez y las Ayusos respiran tranquilos.
Lo peligroso para el poder es cuando la violencia se expresa sobre ideas discrepantes. Eso es una amenaza. En las dictaduras, el poder responde ejerciendo una violencia mayor para acallar las voces disidentes. A corto y hasta medio plazo suele funcionar, pero a largo el equilibrio se vuelve inestable. Por ello las democracias occidentales (por su perspectiva histórica más amplia, quizá) optan por otra estrategia:
tratan de desactivar la violencia política convirtiéndola en violencia catártica.
La clave está en asimilar la disidencia al sistema. Así, con los grandes sindicatos como proxies, se consiguió que las masas tragasen con la reconversión industrial de González. Los indignados del 15-M quedaron anulados al aglutinarse en Podemos. Y el descontento del otro lado no va a más gracias a VOX. Hay más ejemplos, pero vale con esos.
En cuanto los descontentos se organizan, eligen representantes, y esos representantes son el eslabón débil, pues basta con irlos comprando para tenerlos a todos controladitos. Se puede mantener una ficción de enfrentamientos entre partidos, pero es una representación circense para que los descontentos aguanten sin saltar contra el sistema, con la esperanza de que "sus" representantes den voz a sus reivindicaciones. Entretanto, la frustración
siempre creciente que deriva en violencia la dirigirán contra su entorno más inmediato.
El sistema tiene herramientas adicionales para canalizar adecuadamente la frustración de sus víctimas: los medios de masas (especialmente los foros y redes sociales), el alcohol y el juego (monopolios estatales a los que ningún gobierno renunciará jamás), los espectáculos competitivos como el fútbol, etc. Cualquier cosa que permita a una persona descargar su mala baba contra un igual sin poner en cuestión al propio sistema. Son las famosas válvulas para soltar vapor y aflojar la presión social.
De modo que el poder estaría encantado si esto degenerase en algo como en México, donde la plebe se descuartiza entre sí por unos gramos de droja, o Brasil con sus favelas y suburbios ultraviolentos...
Esa violencia es desintegradora, descohesiona la sociedad, pero no implica ninguna amenaza directa ni inmediata para sus dirigentes, que viven ajenos a ella en sus entornos herméticos y protegidos.
Y aquí enlazamos con los disturbios de estos días: son muy aparatosos, y podrán acabar con muertos, pero mientras se dirijan contra comercios y escaparates y vecinos indefensos, los de arriba pondrán cara de consternación en la rueda de prensa, pero en las cenas del Pedro J. estarán encantados, porque cuanto más se desfogue el populacho más seguros están ellos.
La única forma de resolver estas derivas sin sangre es que desaparezca la crisis de fondo (que en este caso es económica y sanitaria, siendo ésta última la menor de las dos, con mucho) y se redistribuya bien el aumento de niveles de bienestar y seguridad. Como esto no va a ocurrir, pues podemos prever las etapas de la ruta que seguirán nuestras sociedades en su descenso a los infiernos: Grecia -> Rumanía -> México -> Brasil -> Venezuela -> Haití -> Somalia -> Afganistán. El tiempo que tardemos en llegar al final, y los nombres y siglas de los protagonistas, es imprevisible y variable de un país a otro, pero en el fondo es irrelevante.
Esto no va de izquierdas ni derechas ni illuminatis. Es algo más profundo que todo eso.
¿Se puede revertir esta tendencia? Supongo. Pero no por las buenas, ya es tarde para eso. Y tampoco nuestra generación, que está demasiado reblandecida. Como dicen algunos foreros, aún no lo estamos pasando lo bastante mal. ¿Que a lo mejor en mayo el bichito remite y se acaba la esa época en el 2020 de la que yo le hablo? Pues felicidades, claro, pero miradlo con una perspectiva más amplia. Desde 2008 la situación social empeora y no se ve el final. No os fijéis solo en los dientes de sierra ni en la semana pasada.
Hale, feliz domingo.