Hilo definitivo para entender el caso de Argentina

Jeropa de ciber

Forero Paco Demier
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Al final no se entiende un carajo el caso de Argentina Manolo. Mandaste fruta mal y no se sabe si sos de izquierdas o de derechas. Eso de la teoría del valor objetivo y el subjetivo es una farsa. O sos de la izquierda o sos muy de derechas una de dos asique no te hagas el innovador galleguito
 

elcanarioenlamina

Cuñado nija
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“A la izquierda los revolucionarios,
a la derecha los reaccionarios,
en el medio los hombres,
los que deciden su propia vida,
es decir tres o cuatro”


—cantautor argentino.
 

Manolo De Escobar

Madmaxista
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1 Mar 2019
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Pero que exagerado que sos Manolo tampoco es para tanto. Siempre achacandole a Alfonsín todos los males de la Argentina, cuando todos sabemos que los últimos 70 años gobernaron los peronistas.

Más Alfonsines es lo que hace falta precisamente. Y Macri tampoco lo hizo mal, tenía amigos prestamistas y les pidió prestado, cuál es el problema?
De algún lado hay que sacar. La eternidad no se consigue de un día para otro. Hay que ir respirando suavemente, desprendiéndote de los bienes materiales, prescindiendo de cosas a las que no debes aferrarte, poco a poco dejando la carne banderilla, alguna alita de pollo puede ser, pero sin sal por el tema de la presión. Lo demás viene solo, y así se alcanza la eternidad, inhalando y exhalando suavecito produciendo cada vez menores emisiones de carbono impidiendo la desertificación de Africa.
Ya sé que es cachondeo lo tuyo, o eso quiero pensar, pero te respondo igual.

Alfonsín quiso acabar con el movimiento de los trabajadores y al final terminó estropeando la economía al generar tremenda hiperinflación y déficit fiscal. Lo peor es que hoy por hoy es copiado, asique aquí tienes lo que quieres. Has de ser un privilegiado para defender esta ruina generalizada.

De la supercrisis (deficit fiscal y del sector externo) producida por Macri mejor ni hablar, porque sería reiterarse sobre lo ya dicho en este hilo desde el inicio.

Ah, edito: y lo de los setenta años es una gran estupidez. Agarrá un libro que no muerden aunque sea, ya que tampoco pareces querer agarrar la pala.
 
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Jeropa de ciber

Forero Paco Demier
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22 Ene 2021
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Estuve escuchando a Alejandro Bercovich sobre la muerte de la momia y estoy de acuerdo, no le cambió ni una coma lo que dijo Berco. ¡Gracias Bercovich por decir lo que pensamos que es que la muerte puede ser motivo de alegría también! Hay personajes que no merecen omenajes por haber traído la convertibilidad que hizo que todes les agarrara el corralito. Hoy me tomo un Champagne a tu salud Berco
 

Jeropa de ciber

Forero Paco Demier
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Ya sé que es cachondeo lo tuyo, o eso quiero pensar, pero te respondo igual.

Alfonsín quiso acabar con el movimiento de los trabajadores y al final terminó estropeando la economía al generar tremenda hiperinflación y déficit fiscal. Lo peor es que hoy por hoy es copiado, asique aquí tienes lo que quieres. Has de ser un privilegiado para defender esta ruina generalizada.

De la supercrisis (deficit fiscal y del sector externo) producida por Macri mejor ni hablar, porque sería reiterarse sobre lo ya dicho en este hilo desde el inicio.

Ah, edito: y lo de los setenta años es una gran estupidez. Agarrá un libro que no muerden aunque sea, ya que tampoco pareces querer agarrar la pala.
Mirá galleguito, si no te querés tomar la medicación pegáte un tiro, ok?
 

Manolo De Escobar

Madmaxista
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1 Mar 2019
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Estuve escuchando a Alejandro Bercovich sobre la muerte de la momia y estoy de acuerdo, no le cambió ni una coma lo que dijo Berco. ¡Gracias Bercovich por decir lo que pensamos que es que la muerte puede ser motivo de alegría también! Hay personajes que no merecen omenajes por haber traído la convertibilidad que hizo que todes les agarrara el corralito. Hoy me tomo un Champagne a tu salud Berco
A ver lokita, no me queda claro si eres progre o neoliberal, o las dos cosas. Lo que sí te diría es que respetes a los muertos me gusta la fruta.
 

Manolo De Escobar

Madmaxista
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1 Mar 2019
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Argentina fue una potencia mientras tuvo un modelo agroexportador y su principal socio económico fue el Reino Unido.
Con la Doctrina Monroe, le comenzó a ir como al resto de países que forman el patio trastero de EEUU. En Argentina se hace lo que digan la Casa Blanca y la CIA desde hace muchos años.

https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2495140.pdf
Tras la IIGM Argentina era acreedora de RU. Reino Unido dijo que no tenía como pagar y lo acabaron haciendo en especias con el ferrocarril.
 

Neomaravedis

Himbersor
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31 Jul 2019
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La Argentina profunda, tierra de héroes

Pablo es un titán, manteniendo su granja y entregando la producción con su camión madmaxista
Lo de los Mercedes 1114 es digno de estudio. Con como esas cucarachas que pueden sobrevivir a la radiación nuclear. Todavía se usan mucho como lagartos en Asía en la industria de la madera.

Lo del hombre este es espectacular. Pero a Dios gracias que en Argentina se vende sobre todo la leche en polvo debidamente tratada, porque con el viaje que da con la leche a cuestas da miedo.

El desmantelamiento del tren ha pasado en toda América desde México a Argentina. En Brasil es igual se desmanteló casi todo. Si no hay pasajeros ni mercancías que mover son redes constantemente deficitarias.
Desde EEUU a Argentina. O desde Hoffa a Moyano. En casi todos los países americanos ha seguido el mismo proceso.
 

elcanarioenlamina

Cuñado nija
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30 Jun 2018
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... y Darwin lo ejecuta. Ay de aquellos con las hipotecas UBA (UVA?)... les queda por remar...
Youtube: “esta usura en la que nos metim... errr... METIERON”

No sabía que las hipotecas UVA habían estado criogenizadas... y ahora en febrero las están devolviendo a la vida... ahora me explico que no haya oído ningún alarido de algún conocido (hasta ahora) porque era de esperar.

“Pero bueno, ¿para qué asumir responsabilidades? mejor nos organizamos y reclamamos al estado su responsabilidad por permitirnos firmar las hipotecas a tasas más baratas que las hipotecas fijas, aunque como consecuencia se recaliente el mercado inmobiliario al sacar así oferta de inmuebles (los demás que se fastidien), y cuando petemos que pague el estado (es decir, todos a balcón) incluyendo aquellos que nunca pudieron permitirse el acceso a una vivienda porque el mercado inmobiliario estaba recalentado. ¡SO-LI-DA-RI-DAD se llama, hermano!”

HIPOTECADOS UVA ARGENTINA

Me suena a los de la Platafoma de Afectados por la Hipoteca... ¿saldrá de ahí el próximo alcalde de Bs As? bailongo:

edit:expresion
 
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frangelico

Madmaxista
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26 Nov 2014
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El desmantelamiento ferroviario ha sido mucho mayor en Argentina que en otros países. Es más, ahora mismo hay proyectos enormes en Brasil, Perú y Colombia , con capital chino detrás en muchos casos, y en Argentina parece que se mueve poco la cosa.

En todo caso esta decadencia tiene mucho que ver con la falta de competitividad del ferrocarril una vez hay una red viaria de cierta calidad. En USA el ferrocarril mantiene un buen peso en el transporte de graneles ferroviarios que son son gran medida carbones ,hidrocarburos y minerales metálicos para la generación de energía y la industria.

Como en Argentina no hay carbón, pues el tren sólo tenía sentido para llevar carne a los frigoríficos. Pero la propia red ferroviaria argentina , en su disposición da cuenta de que el grueso de la producción cárnica y en general agraria sigue un abanico que termina en la capital desde toda la provincia capitalina y las aledañas más húmedas. Esto, siendo la zona agroganadera una parte muy plana del país, la carretera lo suple con ventaja.

Al final en Argentina el ferrocarril lo tiene difícil salvo en el conurbano capitalino. Eso sí, el abandono es tan brutal que ni siquiera hay un servicio de calidad de la capital a Rosario , Córdoba, Mendoza o Santa Fe.

Haría falta una gran inversión en cosas que se han quedado paradas o nunca han terminado de hacerse:

-El puente o puente-túnel a Colonia, es mucho menos caro cruzar el Río de la Plata, que tiene una batimetría discreta, que obras similares que se han hecho en otros paisws.

-Conectar los ferrocarriles urbanos de Buenos Aires con tuneles (algo había había marcha pero hace años que no voy y no sé cómo anda eso) ,electrificar, soterrar y mejorar material. Hay una red enorme con un gran potencial ahí.

-elegir unos cuantos itinerarios en los que meter dinero en mejoras. La orografía es muy favorable ,y se podrían lograr servicios competitivos con la carretera en muchos corredores nacionales y sobre todo en la provincia de BA. Yo he viajado en un tren elegante y decadente de BA a Mar del Plata que ya no existe, ahora es más lento y con mucho peor servicio. El eje Buenos Aires-Rosario-Cordoba y un ramal a Santa Fe deberían tener servicios de calidad, ahí adaptar la vía para 200Km/h cuesta poco, no hacen falta gastos estilo español en trazados nuevos. En Argentina lo que penaliza las velocidades no es, como en España, la geometría del trazado, sino la bajísima calidad de la plataforma (vías con hierbas enormes, carril de bajo peso y sin soldar que no se repone desde a saber cuantas décadas hace, traviesas de madera de 1940, señalización paleolítica, muchos pasos a nivel), algo relativamente barato de arreglar.

-tratar de mejorar los corredores turísticos, que no haya un tren directo de Buenos Aires a Bariloche porque está medio rota la vía en algunos tramos es de pena.

-Habria que mejorar mucho los pasos a baja cota hacia Chile, tanto el Cristo Redentor como Agua Negra o Salta-Antofagasta.

Una gran desgracia del ferrocarril argentino fue que no se llegara a construir la red patagónica, un tren bajando por toda la ladera andina y saliendo al mar en Comodoro Rivadavia y Puerto Deseado tendría su demanda turística y también de viajeros, pero eso se tendría que haber construido en el pasado y ahora aprovecharse, construir ferrocarriles desde cero es hoy muy difícil de justificar . En España se ha hecho y todo son críticas.

Lo de los Mercedes 1114 es digno de estudio. Con como esas cucarachas que pueden sobrevivir a la radiación nuclear. Todavía se usan mucho como lagartos en Asía en la industria de la madera.

Lo del hombre este es espectacular. Pero a Dios gracias que en Argentina se vende sobre todo la leche en polvo debidamente tratada, porque con el viaje que da con la leche a cuestas da miedo.



Desde EEUU a Argentina. O desde Hoffa a Moyano. En casi todos los países americanos ha seguido el mismo proceso.
 
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Icibatreuh

Madmaxista
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16 Feb 2012
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Importabte artículo en El Pais, aunque no me ha parecido muy revelador. En este hilo me he enterado de más cosas relevante que en el artículo, o eso creo. He puesto en negrita unos párrafos que me han parecido interesantes. A ver qué opinan los argentinos del hilo.

La crisis perpetua de Argentina

'Desde hace un siglo, cuando era uno de los países más ricos del mundo, ha experimentado una inflación anual media del 105% y ha tenido que cambiar cinco veces de moneda. Hoy es el principal deudor del Fondo Monetario y sufre una de las contracciones más graves de América por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. ¿Dónde anida la maldición de la economía argentina?

La actividad económica en Argentina se derrumbó durante el año fatídico de 2020. Los datos oficiales marcan una contracción del 10%, la más grave del continente junto con la de Perú si se deja al margen la catástrofe venezolana. En 2002, cuando Argentina colapsó, la caída fue sólo un poco superior: 10,9%. La inflación es muy elevada (38,5% en los últimos doce meses y repuntando), la moneda no deja de devaluarse, las reservas del Banco Central no llegan a 3.000 millones de dólares y cuatro de cada diez argentinos viven en la pobreza. El cuadro macroeconómico resulta muy alarmante.

Argentina, sin embargo, está habituada a la quiebra y la recuperación. Y al declive relativo. Desde 1921, hace exactamente un siglo, cuando era uno de los países más ricos del mundo (su Producto Interior Bruto —PIB— per cápita equivalía entonces al de Francia o Alemania), ha experimentado una inflación media del 105% anual y se ha visto obligada a cambiar cinco veces de moneda: peso moneda nacional hasta 1969, peso ley hasta 1983, peso argentino hasta 1985, austral hasta 1991 y el actual peso. Desde 1980 ha suspendido cinco veces los pagos de su deuda externa (nadie en el mundo iguala esa marca de impagos) y es, ahora mismo, el principal deudor del Fondo Monetario Internacional, con 44.000 millones de dólares a devolver.

En diciembre de 2019, cuando el peronista Alberto Fernández asumió la presidencia, las cosas estaban mal. Argentina había recaído en la suspensión de pagos y llevaba tres años en recesión. Entonces, a las pocas semanas, llegó la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. El ministro de Economía, Martín Guzmán, tuvo que batallar en dos frentes. Por un lado, renegoció en largas sesiones telemáticas la deuda con los acreedores privados y consiguió un aplazamiento de los pagos y una sensible rebaja de los intereses. Eso supuso un respiro. Ahora intenta que el FMI acceda también a dilatar la devolución de su crédito.

El otro frente parecía aún más complejo: ¿cómo subsidiar a empresas y ciudadanos afectados por el parón del cobi19? Sin acceso a los mercados de crédito, Martín Guzmán tuvo que recurrir a la pura fabricación de dinero. El Banco Central emitió durante 2020 más de 1,2 billones de pesos (fueron contratadas imprentas en Brasil y España porque las dos fábricas argentinas de moneda ya trabajaban las 24 horas), con el riesgo de que la inflación se agravara. Como parece estar sucediendo. En enero pasado, los precios subieron un 4%


El país, pese a todo, sigue funcionando. Un buen ejemplo de continuidad frente a todas las dificultades pasadas y presentes lo ofrece Galfione y Cía, una empresa de hilaturas fundada por Hugo Galfione en 1947 bajo la presidencia de Juan Domingo Perón. El nieto de Hugo, Luciano Galfione, es hoy el director. La familia Galfione ha superado circunstancias casi impensables, como la hiperinflación o la fase de trueque posterior a 2001. Luciano Galfione paga mensualmente 150 nóminas, dirige tres factorías a pleno rendimiento y vive gracias al mercado interno.


La del mercado interno es una de las claves de la dificultad argentina para mantener un crecimiento sostenido, y explica en parte la formidable presión inflacionista: su economía está poco conectada con el comercio internacional. Una comparación con Chile, un país con 19 millones de habitantes frente a los 44 de Argentina, basta para reflejar el fenómeno. Chile exporta por un importe cercano a los 500.000 millones de dólares y sus importaciones rondan los 600.000 millones; Argentina exporta por poco más de 60.000 millones de dólares, básicamente granos y carne, e importa por una cantidad semejante. El empresario Galfione se permite bromear: “Mirá lo rico que será el país, que resiste a los argentinos”. En 1984, cuando Argentina salía de su dictadura más tétrica, el premio Nobel de Economía Paul Samuelson (1915-2009) expresó sin bromear una idea parecida: “Argentina es el clásico ejemplo de una economía cuyo estancamiento relativo no parece ser consecuencia del clima, las divisiones raciales, la pobreza malthusiana o el atraso tecnológico. Es su sociedad, no su economía, la que parece estar enferma”.

El gobierno peronista de Alberto Fernández atribuye al Gobierno anterior, del liberal Mauricio Macri (2015-2019), la responsabilidad de la actual crisis. Ciertamente, durante 2018 el peso perdió el 40% de su valor y el enorme préstamo recibido del FMI se evaporó en coberturas desesperadas del déficit fiscal y en operaciones especulativas (gran parte de los 44.000 millones de dólares recibidos acabaron en el extranjero o en cajas de seguridad); cuando en las primarias de agosto de 2019 se constató que el peronismo iba a regresar al poder, los mercados bursátiles se hundieron, el peso se devaluó otro 38% y hubo que restablecer los controles cambiarios, el llamado “cepo”, para evitar el colapso. Pero Macri había heredado a su vez graves problemas de su antecesora, Cristina Fernández de Kirchner, hoy vicepresidenta.

Es una suma de crisis”, dice Diego Sánchez-Ancochea, profesor de Economía Política para el Desarrollo en la Universidad de Oxford. “Argentina nunca termina de salir de sus crisis: aumentó su deuda en los ochenta, en los noventa trató de resolver el problema por la vía de las privatizaciones, luego llegó la crisis de 2001 y 2002 por la vía del tipo de cambio. Se crean espacios de tranquilidad, pero no se resuelven nunca los problemas estructurales. Las crisis regresan porque nunca se fueron”.

Una crisis endémica es la del peso. Las décadas de alta inflación y de erosión de la moneda, unidas al trauma del “corralito” de 2001-2002 (los argentinos no pudieron acceder a sus depósitos bancarios durante casi un año, y cuando pudieron hacerlo encontraron que sus ahorros en dólares se habían transformado en pesos devaluados), han hecho de Argentina un país bimonetario. Los precios del mercado inmobiliario, por ejemplo, se fijan en dólares.

El dólar no es una variable más, sino un termómetro que refleja cómo van la economía y la política, además de un instrumento de ahorro”, señala Marina Luzzi, coautora junto a Ariel Wilkis del libro El dólar, historia de una moneda argentina. Argentina nunca consigue generar tantos dólares como necesita, por lo que, según Luzzi, los controles cambiarios (los particulares no pueden comprar más de 200 dólares por mes) son una necesidad. La desaparición del turismo ha agravado la falta de billetes verdes. El problema es tan grave que se ha prohibido la importación de automóviles de alta gama y de destilados caros.

Argentina no logra superar la contradicción histórica entre las necesidades de su agricultura, la gran generadora de dólares, altamente competitiva en el mercado internacional y por tanto partidaria del libre comercio, y su industria, que al menos desde el primer mandato de Perón (1946-1955) funciona bajo una lógica proteccionista y casi autárquica resumida en una frase que los peronistas siguen repitiendo: “Vivir con lo nuestro”.

La “maldición de las materias primas”
Douglas Southgate, profesor de la Ohio State University especializado en estudios latinoamericanos, lo explica así: “Argentina sufre una forma única de maldición de las materias primas originada en el sector agrícola. Su agricultura, que goza de una fuerte ventaja comparativa, emplea pocos trabajadores y las mejores tierras rurales se concentran en relativamente pocas manos. En consecuencia, el sector es un objetivo predilecto de los impuestos diseñados por políticos cuyos electores están empleados en otros sectores económicos. La tributación de la agricultura argentina resulta en un bajo desempeño crónico de la economía nacional, incluidas crisis frecuentes y severas”.

En realidad, de forma directa o indirecta, el campo argentino emplea a más de dos millones de personas, el 14% de la población activa, y apenas aporta el 10% al Producto Interior Bruto. Su auténtica fuerza, y el origen de sus conflictos con el peronismo por los impuestos y las retenciones en origen, está en su competitividad: de cada 10 dólares que ingresan en el país por exportaciones, siete corresponden a la agricultura. Sin la industria agroexportadora apenas entrarían divisas.

El empresario Galfione tiene su propia visión sobre el asunto. “Mi abuelo Hugo, el fundador de la empresa, tenía campos en Santa Fe, en Recreo, la zona más cara y con mayores rendimientos, el polo sojero de Argentina. El tipo en 1947 va y dice que el futuro es la industria, vende todos sus campos en Santa Fe y se viene a Buenos Aires a poner una fábrica de medias. Si veo hoy a mi abuelo le pego cinco tiros. Pero hablando en serio, no estaba mal orientado, porque no existe país desarrollado que no sea potencia industrial”.

El problema radica en que Argentina nunca llegó a ser potencia industrial. Apostó a fondo por la política de sustitución de importaciones y desde mediados del siglo XX empezó a producir artículos de todo tipo para no tener que comprarlos fuera. Esa era la fórmula que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), dependiente de Naciones Unidas, recomendaba al conjunto del continente para desarrollar la economía y equilibrar las balanzas comerciales y de cuenta corriente. La industria argentina fue fomentada y protegida hasta que la dictadura de 1976 rompió con esa política. “La lógica industrial muere con los milicos”, dice Luciano Galfione.

En 1976, cuando el mundo padecía la crisis de los choques petroleros, el PIB de Argentina ascendía a 51.000 millones de dólares. El de Corea del Sur, a 30.000 millones. Hoy, la economía argentina “pesa” algo más de 80.000 millones de dólares. La surcoreana (que hace medio siglo aceleró su industrialización gracias a unas condiciones laborales casi esclavistas y a la manipulación de los tipos de cambio) pesa 1,4 billones de dólares y es un fenómeno exportador.

¿Qué ha pasado en Argentina? Eso también lo explica el empresario Galfione, que en 2016 intentó lanzar un proyecto de nanotecnología para fabricar hilados con una estructura cristalina especial, capaces de repeler calor, insectos o bacterias. Necesitaba ayudas públicas y la administración de Macri no se las concedió. “Yo no tengo ninguna máquina que no sea igual o mejor que las que tienen en cualquier otro lugar del mundo, y tengo una productividad a nivel mundial. Pero me matan los costes. China o India venden por debajo del coste de las materias primas. Yo soy más barato respecto a Italia o España, pero ellos ya confeccionan en Oriente”.

Se añaden otros problemas relacionados con el precio de la energía y los transportes: “El coste logístico es enorme. Sale más barato enviar un contenedor a China que traer un camión desde Catamarca”. El resultado es un tejido industrial denso pero, en general, incapaz de medirse con la industria de otros países. Sin competencia externa porque apenas se importa (los aranceles son altos), sus productos tienden a la mediocridad. La alta capacidad tecnológica en sectores muy concretos (manipulación genética, energía nuclear, farmacia) no resulta suficiente para elevar el nivel medio y, además, la fuga de talento al exterior es continua.

Hay algo fundamental, la falta de consistencia en las políticas macroeconómicas”, señala Néstor Castañeda, profesor de la University of Central London y miembro del Institute of the Americas. “La estructura productiva es muy desequilibrada y necesita fuentes externas de financiación. Todo depende de las divisas que vienen de fuera. Cada vez que se contrae el comercio global o se produce un descenso en la entrada de inversiones extranjeras, surge un problema de reservas. No hay forma de solucionarlo. Por un lado, Argentina incumple los pagos y eso limita su acceso a los mercados de capitales; por otro, falta coordinación entre las políticas cambiaria, fiscal y monetaria. Se crece 10 años y luego se cae y se vuelve al punto de partida”.

[IMG alt="Una familia vive en los soportales de la avenida Leandro N. Alem, cerca de la Casa Rosada, Buenos Aires, Argentina.

Suele considerarse que los años ochenta fueron la “década perdida” para la economía argentina. Terminó la dictadura y con Raúl Alfonsín llegó la democracia, pero también la hiperinflación. En 1989, los precios subieron más del 3.000%. En la fábrica de hilaturas, el padre de Luciano Galfione no hacía los balances en pesos, sino en kilos, porque era imposible saber el valor del producto. Pero, considerando la evolución macroeconómica y pese al dinero fácil de los noventa, cuando, con el presidente Carlos Menem, un peso equivalía a un dólar, y pese a los años dorados de Néstor Kirchner (2003-2007), en los que gracias al brutal saneamiento forzado por el colapso de 2001-2002 y al alza de los precios de la soja se logró crecer mucho con poca inflación, Argentina lleva muchas décadas perdidas.

El economista Martín Rapetti estima que, en términos reales, el producto bruto por habitante en Argentina es hoy casi el mismo que en 1974. Con el agravante de que la desigualdad entre ricos y pobres es mucho mayor. Casi medio siglo perdido. Ripetti, entrevistado por el diario Clarín, hace un pronóstico sombrío: contando con que la economía argentina crezca un 6% en 2021 y luego siga creciendo a un ritmo ininterrumpido del 4,5% anual, algo bastante improbable, no se recuperará el nivel de vida de 2011 hasta 2027.

Con la colaboración de Mar Centenera, Federico Rivas Molina e Ignacio Fariza
 
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Madmaxista
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26 Nov 2014
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Relevante artículo en El Pais.

La crisis perpetua de Argentina

'Desde hace un siglo, cuando era uno de los países más ricos del mundo, ha experimentado una inflación anual media del 105% y ha tenido que cambiar cinco veces de moneda. Hoy es el principal deudor del Fondo Monetario y sufre una de las contracciones más graves de América por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. ¿Dónde anida la maldición de la economía argentina?

La actividad económica en Argentina se derrumbó durante el año fatídico de 2020. Los datos oficiales marcan una contracción del 10%, la más grave del continente junto con la de Perú si se deja al margen la catástrofe venezolana. En 2002, cuando Argentina colapsó, la caída fue sólo un poco superior: 10,9%. La inflación es muy elevada (38,5% en los últimos doce meses y repuntando), la moneda no deja de devaluarse, las reservas del Banco Central no llegan a 3.000 millones de dólares y cuatro de cada diez argentinos viven en la pobreza. El cuadro macroeconómico resulta muy alarmante.

Argentina, sin embargo, está habituada a la quiebra y la recuperación. Y al declive relativo. Desde 1921, hace exactamente un siglo, cuando era uno de los países más ricos del mundo (su Producto Interior Bruto —PIB— per cápita equivalía entonces al de Francia o Alemania), ha experimentado una inflación media del 105% anual y se ha visto obligada a cambiar cinco veces de moneda: peso moneda nacional hasta 1969, peso ley hasta 1983, peso argentino hasta 1985, austral hasta 1991 y el actual peso. Desde 1980 ha suspendido cinco veces los pagos de su deuda externa (nadie en el mundo iguala esa marca de impagos) y es, ahora mismo, el principal deudor del Fondo Monetario Internacional, con 44.000 millones de dólares a devolver.

En diciembre de 2019, cuando el peronista Alberto Fernández asumió la presidencia, las cosas estaban mal. Argentina había recaído en la suspensión de pagos y llevaba tres años en recesión. Entonces, a las pocas semanas, llegó la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. El ministro de Economía, Martín Guzmán, tuvo que batallar en dos frentes. Por un lado, renegoció en largas sesiones telemáticas la deuda con los acreedores privados y consiguió un aplazamiento de los pagos y una sensible rebaja de los intereses. Eso supuso un respiro. Ahora intenta que el FMI acceda también a dilatar la devolución de su crédito.

El otro frente parecía aún más complejo: ¿cómo subsidiar a empresas y ciudadanos afectados por el parón del cobi19? Sin acceso a los mercados de crédito, Martín Guzmán tuvo que recurrir a la pura fabricación de dinero. El Banco Central emitió durante 2020 más de 1,2 billones de pesos (fueron contratadas imprentas en Brasil y España porque las dos fábricas argentinas de moneda ya trabajaban las 24 horas), con el riesgo de que la inflación se agravara. Como parece estar sucediendo. En enero pasado, los precios subieron un 4%


El país, pese a todo, sigue funcionando. Un buen ejemplo de continuidad frente a todas las dificultades pasadas y presentes lo ofrece Galfione y Cía, una empresa de hilaturas fundada por Hugo Galfione en 1947 bajo la presidencia de Juan Domingo Perón. El nieto de Hugo, Luciano Galfione, es hoy el director. La familia Galfione ha superado circunstancias casi impensables, como la hiperinflación o la fase de trueque posterior a 2001. Luciano Galfione paga mensualmente 150 nóminas, dirige tres factorías a pleno rendimiento y vive gracias al mercado interno.


La del mercado interno es una de las claves de la dificultad argentina para mantener un crecimiento sostenido, y explica en parte la formidable presión inflacionista: su economía está poco conectada con el comercio internacional. Una comparación con Chile, un país con 19 millones de habitantes frente a los 44 de Argentina, basta para reflejar el fenómeno. Chile exporta por un importe cercano a los 500.000 millones de dólares y sus importaciones rondan los 600.000 millones; Argentina exporta por poco más de 60.000 millones de dólares, básicamente granos y carne, e importa por una cantidad semejante. El empresario Galfione se permite bromear: “Mirá lo rico que será el país, que resiste a los argentinos”. En 1984, cuando Argentina salía de su dictadura más tétrica, el premio Nobel de Economía Paul Samuelson (1915-2009) expresó sin bromear una idea parecida: “Argentina es el clásico ejemplo de una economía cuyo estancamiento relativo no parece ser consecuencia del clima, las divisiones raciales, la pobreza malthusiana o el atraso tecnológico. Es su sociedad, no su economía, la que parece estar enferma”.

El gobierno peronista de Alberto Fernández atribuye al Gobierno anterior, del liberal Mauricio Macri (2015-2019), la responsabilidad de la actual crisis. Ciertamente, durante 2018 el peso perdió el 40% de su valor y el enorme préstamo recibido del FMI se evaporó en coberturas desesperadas del déficit fiscal y en operaciones especulativas (gran parte de los 44.000 millones de dólares recibidos acabaron en el extranjero o en cajas de seguridad); cuando en las primarias de agosto de 2019 se constató que el peronismo iba a regresar al poder, los mercados bursátiles se hundieron, el peso se devaluó otro 38% y hubo que restablecer los controles cambiarios, el llamado “cepo”, para evitar el colapso. Pero Macri había heredado a su vez graves problemas de su antecesora, Cristina Fernández de Kirchner, hoy vicepresidenta.

Es una suma de crisis”, dice Diego Sánchez-Ancochea, profesor de Economía Política para el Desarrollo en la Universidad de Oxford. “Argentina nunca termina de salir de sus crisis: aumentó su deuda en los ochenta, en los noventa trató de resolver el problema por la vía de las privatizaciones, luego llegó la crisis de 2001 y 2002 por la vía del tipo de cambio. Se crean espacios de tranquilidad, pero no se resuelven nunca los problemas estructurales. Las crisis regresan porque nunca se fueron”.

Una crisis endémica es la del peso. Las décadas de alta inflación y de erosión de la moneda, unidas al trauma del “corralito” de 2001-2002 (los argentinos no pudieron acceder a sus depósitos bancarios durante casi un año, y cuando pudieron hacerlo encontraron que sus ahorros en dólares se habían transformado en pesos devaluados), han hecho de Argentina un país bimonetario. Los precios del mercado inmobiliario, por ejemplo, se fijan en dólares.

El dólar no es una variable más, sino un termómetro que refleja cómo van la economía y la política, además de un instrumento de ahorro”, señala Marina Luzzi, coautora junto a Ariel Wilkis del libro El dólar, historia de una moneda argentina. Argentina nunca consigue generar tantos dólares como necesita, por lo que, según Luzzi, los controles cambiarios (los particulares no pueden comprar más de 200 dólares por mes) son una necesidad. La desaparición del turismo ha agravado la falta de billetes verdes. El problema es tan grave que se ha prohibido la importación de automóviles de alta gama y de destilados caros.

Argentina no logra superar la contradicción histórica entre las necesidades de su agricultura, la gran generadora de dólares, altamente competitiva en el mercado internacional y por tanto partidaria del libre comercio, y su industria, que al menos desde el primer mandato de Perón (1946-1955) funciona bajo una lógica proteccionista y casi autárquica resumida en una frase que los peronistas siguen repitiendo: “Vivir con lo nuestro”.

La “maldición de las materias primas”
Douglas Southgate, profesor de la Ohio State University especializado en estudios latinoamericanos, lo explica así: “Argentina sufre una forma única de maldición de las materias primas originada en el sector agrícola. Su agricultura, que goza de una fuerte ventaja comparativa, emplea pocos trabajadores y las mejores tierras rurales se concentran en relativamente pocas manos. En consecuencia, el sector es un objetivo predilecto de los impuestos diseñados por políticos cuyos electores están empleados en otros sectores económicos. La tributación de la agricultura argentina resulta en un bajo desempeño crónico de la economía nacional, incluidas crisis frecuentes y severas”.

En realidad, de forma directa o indirecta, el campo argentino emplea a más de dos millones de personas, el 14% de la población activa, y apenas aporta el 10% al Producto Interior Bruto. Su auténtica fuerza, y el origen de sus conflictos con el peronismo por los impuestos y las retenciones en origen, está en su competitividad: de cada 10 dólares que ingresan en el país por exportaciones, siete corresponden a la agricultura. Sin la industria agroexportadora apenas entrarían divisas.

El empresario Galfione tiene su propia visión sobre el asunto. “Mi abuelo Hugo, el fundador de la empresa, tenía campos en Santa Fe, en Recreo, la zona más cara y con mayores rendimientos, el polo sojero de Argentina. El tipo en 1947 va y dice que el futuro es la industria, vende todos sus campos en Santa Fe y se viene a Buenos Aires a poner una fábrica de medias. Si veo hoy a mi abuelo le pego cinco tiros. Pero hablando en serio, no estaba mal orientado, porque no existe país desarrollado que no sea potencia industrial”.

El problema radica en que Argentina nunca llegó a ser potencia industrial. Apostó a fondo por la política de sustitución de importaciones y desde mediados del siglo XX empezó a producir artículos de todo tipo para no tener que comprarlos fuera. Esa era la fórmula que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), dependiente de Naciones Unidas, recomendaba al conjunto del continente para desarrollar la economía y equilibrar las balanzas comerciales y de cuenta corriente. La industria argentina fue fomentada y protegida hasta que la dictadura de 1976 rompió con esa política. “La lógica industrial muere con los milicos”, dice Luciano Galfione.

En 1976, cuando el mundo padecía la crisis de los choques petroleros, el PIB de Argentina ascendía a 51.000 millones de dólares. El de Corea del Sur, a 30.000 millones. Hoy, la economía argentina “pesa” algo más de 80.000 millones de dólares. La surcoreana (que hace medio siglo aceleró su industrialización gracias a unas condiciones laborales casi esclavistas y a la manipulación de los tipos de cambio) pesa 1,4 billones de dólares y es un fenómeno exportador.

¿Qué ha pasado en Argentina? Eso también lo explica el empresario Galfione, que en 2016 intentó lanzar un proyecto de nanotecnología para fabricar hilados con una estructura cristalina especial, capaces de repeler calor, insectos o bacterias. Necesitaba ayudas públicas y la administración de Macri no se las concedió. “Yo no tengo ninguna máquina que no sea igual o mejor que las que tienen en cualquier otro lugar del mundo, y tengo una productividad a nivel mundial. Pero me matan los costes. China o India venden por debajo del coste de las materias primas. Yo soy más barato respecto a Italia o España, pero ellos ya confeccionan en Oriente”.

Se añaden otros problemas relacionados con el precio de la energía y los transportes: “El coste logístico es enorme. Sale más barato enviar un contenedor a China que traer un camión desde Catamarca”. El resultado es un tejido industrial denso pero, en general, incapaz de medirse con la industria de otros países. Sin competencia externa porque apenas se importa (los aranceles son altos), sus productos tienden a la mediocridad. La alta capacidad tecnológica en sectores muy concretos (manipulación genética, energía nuclear, farmacia) no resulta suficiente para elevar el nivel medio y, además, la fuga de talento al exterior es continua.

Hay algo fundamental, la falta de consistencia en las políticas macroeconómicas”, señala Néstor Castañeda, profesor de la University of Central London y miembro del Institute of the Americas. “La estructura productiva es muy desequilibrada y necesita fuentes externas de financiación. Todo depende de las divisas que vienen de fuera. Cada vez que se contrae el comercio global o se produce un descenso en la entrada de inversiones extranjeras, surge un problema de reservas. No hay forma de solucionarlo. Por un lado, Argentina incumple los pagos y eso limita su acceso a los mercados de capitales; por otro, falta coordinación entre las políticas cambiaria, fiscal y monetaria. Se crece 10 años y luego se cae y se vuelve al punto de partida”.

[IMG alt="Una familia vive en los soportales de la avenida Leandro N. Alem, cerca de la Casa Rosada, Buenos Aires, Argentina.

Suele considerarse que los años ochenta fueron la “década perdida” para la economía argentina. Terminó la dictadura y con Raúl Alfonsín llegó la democracia, pero también la hiperinflación. En 1989, los precios subieron más del 3.000%. En la fábrica de hilaturas, el padre de Luciano Galfione no hacía los balances en pesos, sino en kilos, porque era imposible saber el valor del producto. Pero, considerando la evolución macroeconómica y pese al dinero fácil de los noventa, cuando, con el presidente Carlos Menem, un peso equivalía a un dólar, y pese a los años dorados de Néstor Kirchner (2003-2007), en los que gracias al brutal saneamiento forzado por el colapso de 2001-2002 y al alza de los precios de la soja se logró crecer mucho con poca inflación, Argentina lleva muchas décadas perdidas.

El economista Martín Rapetti estima que, en términos reales, el producto bruto por habitante en Argentina es hoy casi el mismo que en 1974. Con el agravante de que la desigualdad entre ricos y pobres es mucho mayor. Casi medio siglo perdido. Ripetti, entrevistado por el diario Clarín, hace un pronóstico sombrío: contando con que la economía argentina crezca un 6% en 2021 y luego siga creciendo a un ritmo ininterrumpido del 4,5% anual, algo bastante improbable, no se recuperará el nivel de vida de 2011 hasta 2027.

Con la colaboración de Mar Centenera, Federico Rivas Molina e Ignacio Fariza
Es que es difícil salir del bucle. Porque en estas décadas Argentina ha hecho una transición demográfica completa, de país rico, y tiene también una población con un nivel educativo elevado, que está desencajada del nivel de renta.

Y en estos tiempos una política de emancipación tipo Corea o Taiwan es difícil para un país que no tiene un gran mercado interno, porque además los tigres asiáticos contaron, igual que Japón, con una enorme ayuda desde el primer momento: la apertura asimétrica de mercado estadounidense,algo con lo que Argentina no puede contar. Y además ahora tiene la presión de hacer frontera con un país que es varias veces más grande en cualquier aspecto y tiene unos costes laborales más bajos.

Por eso el encaje de Argentina en el mundo debería pasar por la búsqueda inteligente de nichos industriales que potenciar y la incorporación a las cadenas de valor mundiales, como han hecho países asiáticos tipo Tailandia o Indonesia. Es decir, más que planificar la construcción de toda una economía desde la casi nada , como Corea en los 50, elegir nichos en los que puede ser competitiva y buscar el modo de allegar financiación, proteger en alguna medida y potenciar el desarrollo de tecnología propia. No es un camino sencillo, pero seguramente de ahí se puede sacar más que de cerrar totalmente el país mediante aranceles y control de cambios dejando que florezcan muchas industrias que siempre van a ser de subescala. El ejemplo australiano no le vale a Argentina porque tiene muchos más habitantes y muchos menos recursos mineros per capita (Australia apenas tiene un 8% de peso industrial en el PIB, ellos viven de la minería y de dar estudios en inglés a Asia), el turismo tiene cierto potencial pero limitado, es muy complicado. Eso sí, teniendo ya hechas la transición demográfica y educativa, en realidad el camino hasta doblar el PIB tiene algunos obstáculos allanados, incluso el capital para las inversiones existe y está en gran medida en manos de nacionales, falta que quieran meterlo en el país, y aquí el obstáculo es el nefasto historial argentino con la moneda, un país cuyos nacionales repudian su divisa desde hace décadas tiene un grave problema. Seguramente es necesario que se revise el gasto público y se mueva a inversiones una parte mayor, pero tener una moneda creíble y una fiscalidad sensata forma parte también de lo que se debe lograr y no es fácil superar un largo historial de locuras monetarias y también fiscales.


Por cierto , el artículo incurre en un grosero error, Chile no exporta por $500Mm , exporta más o menos tanto como Argentina, eso sí, con menos de la mitad de habitantes. $500MM son cifras de potencias como Francia.
 
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Italoargentino

Forero Paco Demier
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Argentina fue una potencia mientras tuvo un modelo agroexportador y su principal socio económico fue el Reino Unido.
Con la Doctrina Monroe, le comenzó a ir como al resto de países que forman el patio trastero de EEUU. En Argentina se hace lo que digan la Casa Blanca y la CIA desde hace muchos años.

https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2495140.pdf
Lo malo es que se tira en contra de Inglaterra el comprador de carnes que tiene un dinero delicioso solo por la guerra