Eso me han contado. Fueron a cenar por Barcelona a un restaurante y uno de ellos, que tiene un perrito, lo ató a una farola de delante del restaurante para que esperase mientras ellos comían. Pues entran unas charos enfurecidas en el restaurante diciendo que si eso es maltrato animal y tal y cual. Resultado, los clientes del restaurante en bloque se ponen de parte de las charos e insultan a mis amigos y piden a los dueños del restaurante que los echen, y así sucede. Vamos, de traca. El lavado de cerebro es ya de proporciones bíblicas. ¿Barcelona? No. PROGRELONA.
