Si es que no conocen ni sus propios referentes. Lamen berenjena de líderes supuestamente expertos en populismo, adoradores de Gramsci, Laclau, Lakoff y su querida madre. Pero no han entendido una fruta hez sobre la hegemonía, los significantes flotantes, el framing ni nada. Ya no valen ni para manipular y convencer, solo para reforzar la cohesión interna de sus adeptos. Para subirse el ego sintiéndose más listos que los demás.
Y es normal. Su posición en el sistema es favorable: se nutren de él diciendo que pretenden transformarlo o acabar con ello. Desde su placita en la uni pública, en el ministerio de turno, en la autonosuya, en el sindicato, partido o asociación ultrasubvencionada. Están como dios. Lo más lejos posible de los barrios pauperizados y los malolientes obreros con sus bárbaras costumbres.
Su función es amortiguar el conflicto social, eso significa "diálogo social", comprar a los líderes para no tener que darle justicia a sus representados, sale mucho más barato repartirse el botín. Muchas veces no son conscientes de ello, o incluso piensan honestamente que son unos genuinos outsiders. El progre que vive de ser progre sufre una socialización terciaria, como los caballero caballero, los curas o los internados en cárceles o manicomios. Sus valores y la imagen de sí mismos son deformados hasta el absurdo, pierden su soberanía cognitiva y moral, se vuelven absolutamente dependientes de los chutes de aprobación de sus congéneres y de sus propios delirios mesiánicos.
También puede ser simplemente que el currito vota mal porque es simple o porque los aliens han hecho de las suyas: