Vaya, sabía que Raulísimo era un podemita frustrado con el Lidl porque, seguramente, no pilló el cacho que esperaba, pero no sabía que además era un LLORICA.
Vamos a ver, LLORICA, ayer se produjo un acto de fuerza contra la soberanía, la independencia y la integridad territorial de un Estado soberano internacionalmente reconocido. Dicho Estado, en aplicación de su legislación interna, que forma parte del ordenamiento jurídico de la Unión Europea, ha intentado desactivar dicho acto de fuerza mediante una labor judicial y policial sujeta a todas los requisitos de legalidad y legitimidad. Dicha labor no pudo impedir que miles de alienados, a los que se ha vendido un sueño imposible, se echaran a las calles para intentar imponer una ley paralela suspendida por el máximo Tribunal del Reino de España. A partir de ahí hubo que actuar.
Y se hizo con una profesionalidad y una proporcionalidad encomiables. En cualquier otro país, dada la cantidad de gente implicada y su nivel de agresividad y movilización, habría habido muertos y destrozos materiales enormes. Aquí, la inmensa mayoría de los heridos se encuentran ya en sus casas, donde podrán reflexionar sobre la expresión "asumir las consecuencias de sus actos".
Las imágenes de ayer son de lamentar. Y podrían haberse evitado. Un Gobierno firme y decidido habría activado el artículo 155 de la Constitución el mismo día en que el Parlament se inmoló en una de las sesiones más degradantes que se recuerdan. Desde hace semanas la autonomía de la Comunidad Autónoma de Cataluña debería encontrarse suspendida, toda la actividad de la Generalitat intervenida, el Parlament disuelto y a la espera de elecciones, su Gobierno defenestrado y sus integrantes en prisión a la espera de ser puestos a disposición judicial.
Pero no se hizo en su momento, y hubo que recurrir a esto. Lo hecho, hecho está.
Y lo peor está por venir. Han acabado las cargas policiales y ahora empiezan las detenciones, las inhabilitaciones y las multas millonarias. Le esperan malos tiempos al pueblo catalán. Lo siento por los buenos catalanes. Y aquí incluyo a los independentistas que, salvo los cuperos más radicales y otros vividores, son sólo gente decente cuyo único error ha sido dejarse embaucar por los delirios imposibles de una cuadrilla de iluminados sin escrúpulos.