En datos de 2010 publicados por El Mundo, sólo el 49% trabajaba después de cuatro años de graduarse; y de ese 49%, sólo el 56% lo hacía en algo relacionado con el Derecho.
Aproximadamente, por tanto, un cuarto de los egresados en Derecho trabajan de lo suyo.
Y no te imaginas la cantidad de hijos y sobrinos de abogados que hay estudiando Derecho, con miras a colocarse con papi o el tito en cuanto acaben. Si vas a cualquier despacho, verás libros por todas las paredes. Son inútiles: se trata de repertorios de jurisprudencia de los años 60 editados por Aranzadi. Hoy se usan bases de datos, como WestLaw o VLex. Pero, a lo que iba, es delator que aún los conserven, pues significa sin lugar a dudas que un despacho provisto de tal ajuar es heredado, y los tienen de cuándo abrió el despacho papi, el tito o el mismísimo güelito.
Es casi imposible empezar por cuenta propia. Hay 142.000 abogados colegiados como ejercientes. Vive más gentes de las leyes que del turismo o del transporte.
Las oposiciones están copadísimas. Son pura hez, en ellas no se aprende nada, se trata de memorizar literalmente los artículos y "cantarlos" en un tiempo muy limitado tasado de antemano e igual para cada tema, ya sea importante o superfluo. Los artículos son, precisamente, lo que no hay que saber. Si alguna vez habéis leído el BOE, habréis comprobado que no se entiende nada, pues el que no sabe Derecho interpreta las palabras, que además no le imponen, al ser comunes, de manera coloquial, en su acepción usual. Pero hay una acepción técnica para casi todas ellas, y viene dada en función de algún acontecimiento histórico o alguna escuela del pensamiento jurídico que las creo. Eso es lo que hay que saber a la hora de leer e interpretar una norma, lo que hay por debajo de su letra, su fundamento profundo.
Las ratios en judicatura han sido monstruosas: en 2012, no hubo convocatoria; en 2013, 50 plazas para 5000 aspirantes (1%); desde 2014 hasta 2017, 100 plazas para el mismo número de aspirantes (2%); en 2018 se ofrecen 300 plazas, para un número semejante de aspirantes (6%).
Otras, como abogacía del Estado, exigen saberse de memorieta partes del ordenamiento jurídico que son volátiles, como el Derecho tributario o la parte especial del Derecho administrativo (régimen de las telecomunicaciones, del gas, de las minas, del transporte marítimo, de los puertos, etc.).
Es demencial. El nivel de los leguleyos, por otra parte, es ínfimo. Si estudias con pasión y de verdad te gusta, destacas enseguida. Pero eso no es suficiente para ponerte por tu cuenta. El cliente no puede saber si un abogado hace bien su trabajo o no. Aquí no hay puente que se caiga, y los escritos de las demandas y las sentencias valen igual tanto si son buenos como si son malos. Se reclutan clientes por el boca a boca, la confianza y el más huero márketing. Hay abogados pésimos hasta arriba de clientes, y los hay geniales que están en la hez pudriéndose en un pueblo de mala muerte.
Es una verdadera jungla. La administración de justicia, todo el mundo lo sabe, es un cachondeo. Está desactivada a propósito para que no moleste al poder.
El cóctel es monstruoso: deficiente formación (incluso en las profesiones más altas, como juez, notario o registrador), masificación, nepotismo, corrupción e inoperancia de la adminstración de justicia, impuestos altísimos (comunes a cualquier autónomo), trabajo estresante de diez o doce horas al dia (muchos abogados son, además, adictos al trabajo).
Y, a pesar de eso, la de abogado es la profesión más bonita del mundo, y te permite vivir de tu trabajo como un hombre (o una mujer, como se dice ahora) libre por una módica cantidad, sobre todo si lo comparamos con lo que cuesta montarse una empresa de ingeniería o tecnológica, o incluso con un bar. El Derecho, además, es la puerta de entrada al conocimiento de la política y de la sociedad toda, y saber sus reglas y su fundamento equivale a saber de la vida misma.
En resumen: estudiar Derecho es un timo, sí. Pero también lo es estudiar magisterio, ingeniería de caminos, psicología, informática, etc. Incluso no estudiar. Pero es un timo en que puede uno caer gustosamente, sacando algún rédito.
Todo es un timo. Procede una revolución política. Queredla, hijos de mil pilinguis. No aguanto más las payasadas gremiales y minúsculas que ponen el foco en una u otra pequeñez. Hay que acabar con toda la vida pública actual y reorganizarla. Que todo sea un timo no es admisible, y crea toda clase de incentivos perversos para que nada funcione. Cambiando eso, España sería otra en un chasquido de dedos.
La vida ya está jodida. Estudiar Derecho sólo es un complemento.