He visto la llamada que reciben personas de todo tipo: periodistas y youtubers, políticos y empresarios, foreros y adolescentes. He visto gracia especial en capillas de adoración, he visto la mirada de un jóven al cruzar delante de una iglesia, he visto adolescentes que se apartan de sus grupos siguiendo la llamada, he visto sacerdotes y consagrados con vitalidad muy renovada, he visto personas a las que se les escapa una palabra reveladora de un carisma particular. Sé que muchos no son plenamente conscientes todavía, pero he visto algo que arde en su interior. Otros están ya en marcha y tienen muchas dificultades por delante: su tribulación abre camino a muchos. Y otros están preparados ya.
Y también he visto la mirada agradecida de ancianos fatigados, que han mantenido su fe a través de las terribles décadas que han tenido que vivir, y que ahora ven que su profundo y árido combate ha posibilitado que los jóvenes de este momento reciban la semilla.
Si yo he visto todo eso en mi limitado entorno, lo que está ocurriendo ha de ser muy amplio. Está ocurriendo ahora mismo en todo el mundo, y España tiene un papel particular. Nos contempla el Cielo y nuestros antepasados, espectantes ante lo que Dios va a hacer en este tiempo entre nosotros.