El talibán está desatado desde que tuvo que ocultar la muerte de una de sus empleadas que por obligación empresarial tuvo que inyectarse veneno.
Aquí el manipulador de las ondas a sueldo del Partido Progre utiliza el mismo recurso falaz que utiliza el globalismo para intoxicar y meter a todos en el mismo saco, como denunciaba Juan Manuel de Prada:
Para lograr que sus bulos se conviertan en versión oficial,
los jenízaros sistémicos necesitan, sin embargo, conceder mucho protagonismo a los chiflados más variopintos y a sus delirios más estrambóticos; de tal modo que luego puedan identificar como bulo cualquier otra versión de la realidad que desafíe su hegemonía. Así, por ejemplo, los jenízaros sistémicos ridiculizan a quienes defienden una lectura literal del primer capítulo del Génesis para después poder desacreditar a quienes se atrevan a mencionar la intervención divina en el origen y desarrollo de la vida. La misma técnica
se emplea utilizando como señuelo a los llamados ‘terraplanistas’ o a los llamados ‘conspiracionistas’. Una vez desacreditadas estas desviaciones chirriantes, la calificación como bulo de cualquier tesis que se aparte de la versión oficial resulta sencillísima.
Este procedimiento se ha utilizado a mansalva durante la crisis desatada por la plaga coronavírica. Bastó con estigmatizar como ‘conspiracionistas’ a quienes afirmaban que el bichito había sido creado artificialmente con la pretensión de diezmar a la Humanidad para que los jenízaros sistémicos pudieran colar tranquilamente la estrafalaria versión del pangolín. Y este mismo procedimiento se sigue en la actualidad con
las llamadas ‘banderillas’: se ridiculiza a los chiflados que sostienen que las cucharillas se les pegan al brazo después de vacunarse para así estigmatizar más fácilmente cualquier voz discrepante o sólo reticente.
Carta al asesino en serie Federico Jiménez Losantos: Ya vas por tu primera víctima, Elia
10/09/2021
Enrique de Diego.
Para nadie que te conozca bien, como el gran César Vidal, es un secreto
tu pasión enfermiza por las noveluchas de asesinos en serie. De tanto leerlas en tus noches de insomnio
se ha ido adueñando de ti tu personalidad psicopática, tu fervor asesino por el crimen perfecto y se te ve huraño como afilas el cuchillo jamonero para rebanar pescuezos y no el delicioso jamón de Teruel.
Has estado ideando el crimen y ya tienes tu primera víctima; un asesinato limpio, sin huellas, lejos tú de la escena del crimen,
que puedes hacer pasar, sin que nadie te crea, pero no se puedan conseguir pruebas, ni tan siquiera hay autopsia,
con la colaboración del siempre dispuesto lacayo Javier Somalo, por un “accidente doméstico”, de los que se estilan ahora, nada de quemarse friendo un huevo, de tropezar y caerse haciéndose un chichón, ni resbalar al salir de la ducha dándose una costalada; nada de eso, un “accidente doméstico” fulminante y letal, de no decir ni pío, de venirse abajo, que
más parece una embolia o un infarto cuando la proteína Spike ha superado el endotelio.
Previamente,
has puesto a la meritoria Yésica Sánchez a juntar letras para escribir la patochada de que la tal proteína es inofensiva. Así que el crimen perfecto. No estás ni tan siquiera en el estudio para que no se vea tu papo de augusto criminal. Pero te descubre un tuitero:
“La cuestión es ¿dónde cachopo está Fedeguico? Esta tan cagao que no sale de su búnker. Ha optado por el teletrabajo, jajaja. acondroplásico filtro, falso de hez”. Pero nadie puede acusarte, como a tus héroes, asesinos en serie.
Se pregunta el gran César Vidal, “¿cuál sería la responsabilidad legal de un empresario que obligara a vacunarse a los empleados y, de repente, uno de ellos cayera muerto a causa de la banderilla?” Es
la pregunta clave, la del millón, pero que te aseguro que este crimen, ni los que van a venir, va a quedar impune.
No te vas a ir de rositas, mal bicho.
Además, para redondear la faena, monosabio, que no eres más que un monosabio,
escribes, tú agnóstico de los narices codiciosos, un obituario, hipócrita a manos no poder, que de eso eres un rato, que has titulado “La muerte no es el final”, y para ti, que sólo crees en ti mismo, es que la tierra te sea leve o, mejor, el muerto al hoyo y el vivo al bollo, pero
es obsceno esta utilización espuria de la víctima y de la canción, un bellísimo acto de fe en la otra vida compuesta por el sacerdote Cesáreo Gabaráin y ordenada amoldar al paso de funerala por el teniente general José María Sáenz de Tejada. Es como Fernando Sánchez Dragó, el padre de tu amante Ayanta Barilli, cuando escribe que “y lo seguirá siendo en mi memoria”, como si la memoria del pornógrafo diera para mucho, cuando le queda menos que un merengue a la puerta de un colegio. Me río yo de lo que sirve la memoria llena de ponzoña de ese guarro. Pero, incluso, en el colmo de los colmos del aprovechamiento de tus lecturas devoradas de asesinos en serie,
has conseguido que el tenebroso Juan Luis Steegmann se conduela cuando debía felicitarse por lo bien que ha salido el asesinato.
Los corruptos siempre termináis volviéndoos criminales; toda una vida de corrupción irrestricta, de codicia adorando al becerro de oro, saqueando a tu propia empresa, que ha devenido en chiringuito, que vendes a tu padre, que en gloria esté, por una campaña de publicidad de Juan Manuel Moreno Bonilla, que lames el trastero de Elías Bendodo, papelón el del sefardí con la que está cayendo en Israel, o de Isabel Díaz Ayuso, que no vale ni para un retal, la que ha prostituido el nombre de la enfermera Isabel Zendal.
Lunático codicioso que convirtiendo el liberalismo tan desacreditado en una parodia eres predicador de cuestiones a la trágala universales y obligatorias, con las que tratas de saciar tu sed de sangre y tu alma de criminal; incluso de los niños y los jóvenes españoles para esterilizarlos y matarlos, a fin de extinguir a los españoles,
tú que vas de patriota, más falso que un Judas de plástico. No vas a poder presentar todos tus crímenes -
“¿quién es el próximo?”, se preguntan aterrados en los aledaños de Juan Espandiu, 13- como “accidentes domésticos”. Quedaría demasiado claro tu modus operandi.
Pido una oración por Elia Rodríguez, tu primera víctima. Habrá más, acondroplásico codicioso, deforme criminal, taimado asesino. Ya te llegará tu hora, más pronto que tarde.