"...que supo seguir, sobre el azul del mar el caminar del sol."
¿No es acaso poesía en estado puro?. Y no, no va de los dientes perfectos de la amada que son como perlas, sino de una gesta que el himno nos recuerda de un modo distinto a como nos tienen acostumbrados los rojelios indigenistas de ambos lados de ese ancho río que separaba las dos orillas de la Gran España, y que siguiendo ese caminar solar llegó a Filipinas, Asía, África y acabó donde partió en una gesta sin igual.
Pero... ¿cómo podría ser el nuestro un país discutible y discutido si los paisanos oyeran y se enardecieran con aquellas glorias?. La Anti-España busca apaciguar ánimos arribistas -los nuestros, se entiende- en la falsa idea de que al fin vivamos en paz, pero no se quedan en eso, pues a cada paso atrás nuestro, ellos avanzan otro frente a nosotros. Todo lo que no se defiende por decoro, por no incordiar, por ofrecer la otra mejilla en pro de una paz que nunca llega y al contrario, que parece cada día más precaria en la medida en que se nos vienen encima, es tierra perdida, no tierra de nadie, ese colchón ideológico donde amortiguar nuestras diferencias. No. Esa tierra deja de ser nuestra para siempre y en el fondo es tanto un derrota nuestra como victoria suya.