Hoy 30 de marzo en El Correo
La resaca inmobiliaria
A pesar del riesgo de agravar el frenazo de la compra de viviendas, el sector reconoce que los precios bajarán aún más en los próximos años, un mensaje que le sirve para pedir ayuda al Gobierno.
Aún resuenan los ecos de la música que animó la fiesta inmobiliaria cuando hemos empezado a notar, con una crudeza inesperada, los efectos de la resaca. La lista de las empresas que no pueden cumplir con sus obligaciones y caen en el concurso de acreedores se agranda cada día. En un comentario anterior me preguntaba si el sector no habría entrado ya en un proceso de deflación. Dos días después, la patronal nos despeja cualquier duda. Según afirma, este año se iniciará un número de viviendas que es un 60% menor de la alcanzada en el año 2006. Por su culpa, se perderán más de 750.000 empleos y se restará un punto al crecimiento del PIB.
Y, lo que es peor, anuncia que los precios bajarán aún más a lo largo de los próximos dos años. Entonces, ¿quién comprará este año una casa si los propios vendedores le informan de que podrá adquirirla más barata dentro de doce o de veinticuatro meses? Pues solo aquél que esté imperiosamente obligado a hacerlo, por los motivos personales que fueren y, aún así, debería considerar seriamente la posibilidad de un alquiler temporal. Este desgarrador comportamiento de los empresarios del sector resulta muy sorprendente. No es habitual que los vendedores voceen, en el presente, las rebajas de precios que piensan aplicar en el futuro, ya que inevitablemente eso retrae la compra y la aplaza para obtener el mejor precio anunciado.
La patronal completa su sombrío análisis con la solicitud de ayudas al Gobierno para sortear los escollos de la crisis inevitable. La petición es muy controvertida. Como es natural, los constructores no han compartido con los ciudadanos las descomunales plusvalías que su actividad ha generado en los últimos años. ¿Habría alguna razón para que compartamos ahora los perjuicios que causa? La patronal, claro, dice que no pide nada para ellos, sino sólo para sus clientes, y por eso pone el énfasis en las ayudas de carácter fiscal. Pero el Gobierno deberá ser muy cuidadoso con todo ello. Primero, para garantizar la equidad de su actuación y, segundo, para no desequilibrar aún más unas cuentas públicas que ya han empezado a notar los efectos de la crisis en forma de reducción severa de los ingresos públicos.
Con un horizonte de menor actividad y con la certeza de un paro mayor, la lista de los sectores económicos y de los colectivos sociales 'solicitantes' de ayudas, va a estar abarrotada, así que deberá esmerarse en la selección de los destinatarios y en la determinación de la cuantía de los apoyos, en base a la justicia y, por supuesto también, a la eficacia.
Este sector es muy especial y lo es por muchas razones. Ya que hablamos hoy de concursos de acreedores, fijémonos un momento en ellos. Cuando una empresa cualquiera no puede honrar sus compromisos de pago debe solicitar el 'amparo' de las leyes concursales. Si el activo es superior al pasivo se encaminará hacia el concurso de acreedores, pero si es mayor el pasivo, deberá dirigirse hacia la quiebra. De momento, las inmobiliarias han elegido el concurso, pero hay algunos matices importantes en relación con sus activos. Los procesos de valoración de los activos empresariales son complejos y sus conclusiones son volátiles ya que cambian con el paso del tiempo. Así que, en un sector como éste, claramente a la baja, hay cierto peligro de que los valores presentados sean irreales en el momento actual.
Hay un argumento de peso que apoya esta impresión. Contrariamente a otras muchas empresas, como por ejemplo las industriales, las inmobiliarias disponen de activos muy líquidos cuya venta no entorpece el 'proceso de fabricación de sus productos' sino que constituye la propia esencia del negocio. Evidentemente, si una fábrica de chorizos vende los equipos necesarios para producir los chorizos, no podrá seguir haciéndolos y cesará en la actividad. Pero los activos de las inmobiliarias están compuestos por suelo y por edificios en construcción o terminados. Es decir, si tienen problemas de liquidez pueden vender una parte de esos activos, y hacer frente a sus obligaciones sin merma alguna de su actividad.
Cuando no lo hacen y se ven obligados a iniciar el siempre impopular y ácido concurso de acreedores, es posible que sea porque no son capaces de vender esos activos, al menos al precio que figuran en sus balances. ¿Cuántas quiebras hay disfrazadas de concursos en la lista actual? El tiempo lo dirá. ¿Quiénes corren con el perjuicio de los impagos incurridos? Pues, básicamente, el sistema financiero y algunos proveedores. ¿Cuándo habrá información veraz sobre todo esto? El tiempo lo dirá. Pero,
¿por qué creen que ahora llueve y nieva tanto?
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20080330/economia/resaca-inmobiliaria-20080330.html