El crimen 'casi-perfecto' de Anglés: sin huella 20 años después de Alcàsser (V)

Pepe Criminólogo

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Mas Niñas de Alcásser:

Farlasca, en un rato ,hablará con un periolisto valenciano sobre la fosa " se está conviertiendo en un lugar de peregrinación"

PD : Farlasca ha dicho freakies y conspiranoícos como 4 veces. Según el periolisto, se han encontrado estos días 3 grupos de huesos . A destacar un cráneo a unos Kms, y un grupo de huesos, (han dicho una falange textualmente) que ha sido analizada en el I.M.L Valencia por un antropólogo forense ( cuyo nombre han omitido intencionadamente, lo dicen ) que dice que son de animales. Pero también dice que hay otros antropólogos forenses que no están de acuerdo...esto me recuerda al caso Bretón. ¿ Tan difícil es hoy día, diferenciar huesos de animales y humanos ? pregunto.
Sabe lo que hace: mientras existan "versiones alternativas" del caso, tiene el trabajo asegurado. Si no hubiera "versiones alternativas" tendría mucho más crudo tener que explicar, por ejemplo, si la verdad de la buena es que Antonio Anglés "saltó" o "se descolgó y balanceó" por la ventana, o si cuando Ricart afirmó que "había muchísima sangre" es que se había venido arriba y mintió al juez (sólo esa vez, claro), o si la aparición de los "papelitos" troceados en La Romana fue algo circunstancial y no determinante para "encauzar" y resolver el caso, etc. etc. y es que endosar a los críticos de la versión oficial la etiqueta de conspiranoicos es muchísimo más fácil que defender lo indefendible.
 
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nose.nomeconsta

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¿ Sabe alguien si JIB/FG se han pronunciado tras la emisión del " docu " ? Podrían decir al menos, que partes de la entrevistas no ha emitido Netflix .

¿ Ningún otro medio de comunicación ha tenido a bien entrevistar a JIB/FG ? ¿ Se negaron?
 

César Borgia

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A pesar del aviso que les pasé a raíz de la info que publicaron @Wuwei y @MyApartmentCat, en la web de la guardia civil siguen sin cambiar la fecha de nacimiento de Antonio Anglés

Delincuentes peligrosos: Antonio Anglés

Fecha de Nacimiento: 01/01/1970 (49 años)


Mientras que en la web de Interpol dice otra cosa

Notificaciones rojas: Antonio Anglés

Fecha de Nacimiento: 25/07/1966 (52 años)


Y el Sumario dice otra cosa

Fecha de Nacimiento: 20/06/1966 (53 años)

A ver si algún GC que nos lea pasa nota al Departamento de Internet, que parece que no se lo toman en serioenfadado:
Pues en la ficha policial antigua pone 10/07/1966

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Leon S. Kennedy

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Regreso a Alcàsser

Regreso a Alcàsser
JONATHAN MARTÍNEZ

122744


22 DE JUNIO DE 2019

El 13 de noviembre de 1992, tres chicas del municipio valenciano de Alcàsser desaparecieron cuando se dirigían a la discoteca Coolor de Picassent. El 27 de enero de 1993, dos meses y medio más tarde, dos apicultores hallaron los cuerpos enterrados en el barranco de La Romana de la localidad de Tous. Las autopsias revelan que las jóvenes fueron violadas, torturadas y asesinadas. Se llamaban Miriam García, Desireé Hernández y Toñi Gómez. Miriam y Desirée tenían catorce años. Toñi tenía quince. El suceso escandalizó a la opinión pública hace ahora veintiséis años y el debate regresa en estos días debido a una miniserie documental producida por Ramón Campos y dirigida por Elías León Siminiani para Netflix.

A lo largo de cinco episodios, El caso Alcàsser nos conduce por un paisaje ruinoso de salas de fiesta demolidas y carreteras que ya no existen. Desfila ante nuestros ojos aquella España de los primeros noventa, el optimismo triunfal de Curro y de Cobi, el gobierno ya decadente de González y Corcuera. Resuena el eco techno de la ruta del bakalao y vemos un panorama de medias melenas, cazadoras vaqueras y chándales de táctel. El pueblo de Alcàsser, con poco más de 7.000 habitantes, iba a convertirse en la nueva capital de la crónica negra. La masacre de Puerto Hurraco había encabezado el podio tan solo un par de años atrás.

Llama la atención la inmensa cantidad de metraje disponible sobre los avatares de la investigación. Las televisiones recogieron con todo lujo de detalles tanto la noticia de la desaparición como las pesquisas hasta que por fin, en un clímax de sordidez jamás conocido hasta entonces, el duelo de las familias terminó convertido en espectáculo de masas. La serie de Netflix se detiene en la pugna de audiencias y recuerda el protagonismo de dos programas. Por un lado, Paco Lobatón lideraba en TVE el semanario Quién sabe dónde. Por otro lado, en plena emergencia de las nuevas cadenas privadas, Nieves Herrero conducía De tú a tú para Antena 3.

El tiempo, que es un tribunal inflexible, ha terminado por crucificar a Nieves Herrero como responsable de uno de los episodios más bochornosos de la historia de la televisión. Todo el mundo recuerda aquella retransmisión en directo desde el propio pueblo de Alcàsser. Las familias acababan de conocer que las niñas estaban muertas. “Vamos a compartir ese dolor”, dice la presentadora mientras las cámaras se adentran en la intimidad llorosa de los abrazos. Después llegó el funeral televisado, la multitud cabizbaja y los tres ataúdes llevados en volandas hacia el cementerio. Es difícil rememorar las escenas sin que nos preguntemos cómo fuimos capaces de participar de aquel circo despiadado.

Nieves Herrero, ella misma lo reconoce, actuó con una voracidad censurable. Pero no es menos cierto que la vorágine engulló de una forma u otra a toda la prensa oficial de aquellos tiempos. El propio portavoz de las familias y padre de Miriam, Fernando García, asume que la única forma de involucrar a la sociedad en la búsqueda de las niñas pasaba por alimentar el engranaje de los medios. Escucho a distintos periodistas de la época y todos reconocen que el caso había suscitado un interés insano y una competición encarnizada por arrancar una primicia o desvelar alguna pista novedosa. La audiencia, en última instancia, es una bestia hambrienta.

Puestos a despellejar a Nieves Herrero, no está mal recordar en qué canal se emitía su programa. Los autores del documental, que en cierto modo se ensañan con Tele 5, ni siquiera mencionan a Antena 3 y es comprensible. Al fin y al cabo, Bambú Producciones vende buena parte de su mercancía a Atresmedia. Ahí tenemos Velvet, Gran Hotel, Fariña, 45 revoluciones o Lo que la verdad esconde: Caso Asunta. Como estas páginas no las financia ningún magnate del oligopolio televisivo, podemos permitirnos el lujo de señalar a los inversores de Antena 3 que hicieron caja con el dolor de las familias. Estaba Mario Conde. Estaba el multimillonario thatcherista Rupert Murdoch. Estaba el emporio venezolano de Gustavo Cisneros. Presidía el tinglado Antonio Asensio.

Una vez aparecen los cuerpos, el festín mediático se desplaza hacia las teorías conspirativas. La serie que dirige Elías León Siminiani se demora en los aspectos más dudosos de la investigación y recupera la figura del criminólogo Juan Ignacio Blanco. Fernando García ya había manifestado su descontento con el relato oficial y Blanco llega para dar impulso a una investigación paralela. Noche tras noche, ambos fueron desgranando los pormenores de sus indagaciones en el programa Esta noche cruzamos el Mississippi de Pepe Navarro. La figura de Blanco no está exenta de controversia y sus adversarios lo consideran un beneficiario más del lucrativo negocio del dolor ajeno.

El guionista Álex Mendíbil advierte sobre el sesgo que proyecta la serie en el tratamiento de los testimonios. Así, las entrevistas con Blanco se presentan bajo luces duras y claroscuros que nos invitan a pensar en la guarida secreta de un villano. Fernando García, por su parte, aparece empequeñecido en un plano picado sobre un fondo industrial de colchones. También Luis Frontela, el forense que puso en duda la diligencia de las autopsias, interviene sobre un escenario caótico, asimétrico, que nos sugiere inestabilidad y desconfianza. Al contrario, los portavoces de la versión oficial se desenvuelven en entornos luminosos de alcurnia y prestigio, investidos en todo caso de dignidad en la puesta en escena.

Fernando García siempre tuvo la convicción de que la investigación se había cerrado en falso. Que Miguel Ricart, el único sospechoso encarcelado, no era más que el chivo expiatorio de una trama más compleja en la que pudieron haber intervenido altas personalidades. Uno de los giros de guión más desconcertantes tiene que ver con la tercera declaración de Ricart. Sostiene su abogado que la autoinculpación de su cliente ha sido arrancada mediante amenazas y bajo tortura. Dice que le han obligado a firmar una confesión falsa y menciona la asfixia mediante bolsa de plástico. Aquel viraje bien pudo ser una estrategia procesal, pero como hipótesis no resultaba descabellada. En 1993, Amnistía Internacional recoge en un informe numerosas denuncias de torturas y malos tratos en comisarías españolas. Un estudio forense del Gobierno vasco ratifica 62 casos de tortura solo durante ese año. A lo largo de 1993, mueren bajo custodia policial Gurutze Iantzi, Xabier Kalparsoro y Juan alopécico.

Aunque la serie de Netflix sugiera lo contrario, Ricart ha mantenido su inocencia desde entonces. La periodista del diario Levante-EMV, Teresa Domínguez, deduce que Ricart mostró arrepentimiento ante el fotógrafo Fernando Bustamante en una conversación de la que no existe ningún registro. Sin embargo, las cámaras de Antena 3 que persiguieron a Ricart tras la excarcelación obtienen otras declaraciones que el documental omite. “Mantengo lo que dije en su día. Que soy una fruta cabeza de turco. Primero tengo que demostrar que yo no fui. Los me gusta la fruta que lo hicieron no tenían que salir de la guandoca en su fruta vida. Lo que hicieron con esas chicas no tiene perdón de Dios”.

Es verdad que los cabos sueltos de la investigación han suministrado combustible para fantasías desmesuradas y acusaciones sin fundamento.
La dinámica insaciable de la telebasura terminó instalando en el imaginario colectivo un cóctel de prohombres depravados, rituales satánicos y películas snuff. La fuga del principal sospechoso, Antonio Anglés, contribuyó a azuzar toda clase de especulaciones. Por si fuera poco, el crimen de Alcàsser se entrecruza con la leyenda negra del bar España, que nos persigue desde finales de los años noventa. Según las denuncias de las familias afectadas, unos ochenta niños de la residencia de Baix Maestrat de Vinaròs habrían sido torturados, violados y registrados en vídeo en orgías comandadas por autoridades del País Valenciano. La justicia ha desechado las acusaciones.

Pero si las teorías de la conspiración pueden parecernos excesivas, no es menos cierto que el relato oficial sobre el crimen de Alcàsser se muestra plagado de fisuras. Como mínimo podemos asegurar que persiste un ancho margen de impunidad. Que uno de los condenados permanece desde 1992 en busca y captura. Que la causa continúa abierta en un juzgado de Alzira y que no hay forma de descartar la participación de otras personas. Tal vez la condena contra Ricart sirvió para tranquilizar conciencias y restaurar la fe en los cuerpos policiales y en la judicatura. La realidad es que el caso Alcàsser representa el fracaso de las instituciones así como la bancarrota moral del entramado mediático.

La serie de Netflix concluye con un pegote postizo que encaja aquel triple crimen en la genealogía del movimiento #MeToo. Dice Layla Martínez que no hay forma de salvar los muebles cuando el documental prescinde hasta los últimos minutos de la mirada de género. Hubiera sido enriquecedor, explica, hablar de Alcàsser como paradigma de disciplinamiento para las mujeres. La España engorilada de la Expo, los Juegos Olímpicos y el Quinto Centenario tenía un reverso oscuro de jóvenes aleccionadas para el miedo. Lo cuenta Nerea Barjola en Microfísica sexista del poder: el relato mediático sobre Alcàsser es una forma de violencia sensual porque sirve para restringir la libertad de las mujeres mediante un pánico inducido. En tiempos de transgresión feminista, la historia oficial emerge para recordar a las adolescentes de los noventa que las calles no les pertenecen.

Al tiempo que conocemos la condena contra los cinco violadores de San Fermín, la miniserie El caso Alcàsser resucita viejos debates sobre la alianza entre la violencia sensual y el periodismo necrófago. Las mismas cadenas de televisión que en los años noventa convirtieron un pequeño pueblo valenciano en un plató, todavía hoy engordan las audiencias con vísceras de otros crímenes. Dentro de algunos años, alguien nos recordará la historia de Marta del Castillo. O la de Mari Luz Cortés. O la de Laura Luelmo. Y la Nieves Herrero de otros tiempos será la Ana Rosa Quintana de nuestros días. Y nos llevaremos las manos a la cabeza. Y nos preguntaremos cómo pudimos permitirlo.
 

Vlad_Empalador

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EL ÁNGULO OSCUROEl caso Alcàsser
El documental no ilumina ninguna zona en sombra, sino que más bien tiende a oscurecerlas todavía más
Juan Manuel de Prada
SeguirJuan Manuel de PradaActualizado:28/06/2019 23:59h0OPINIONES RELACIONADAS

Existen dos formas de periodismo degradado. La más inofensiva se corresponde con lo que podríamos denominar periodismo sensacionalista o amarillista, que convierte el natural sentimiento de curiosidad o indignación del pueblo en un revoltijo de pasiones ciegas y suspicacias de manicomio. Pero mucho más dañino que este periodismo amarillista es el periodismo sistémico y acomodaticio, que ofrece al pueblo una alfalfa de medias verdades falsamente tranquilizadoras (a veces regadas de proclamas hipócritas de purismo deontológico) que anestesian su natural indignación o curiosidad y lo conducen hasta el redil ideológico que conviene a quienes cortar el bacalao.
A esta segunda y más dañina modalidad se adscribe el documental de Netflix El caso Alcàsser. Que haya sido saludado por la prensa con ditirambos casi unánimes (con alguna honrosa excepción, como la de Hughes) nos confirma que nos hallamos ante un producto particularmente insidioso, diseñado para lograr la aquiescencia de las mentes formateadas por los paradigmas sistémicos. El caso Alcàsser no es, en realidad, un documental sobre aquel abominable crimen, sino una complaciente denuncia de aquellos programuchos televisivos carroñeros que le dieron publicidad macabra. Y, para completar esta denuncia complaciente, convierte en villanos a Fernando García, el padre de una de las víctimas (un hombre trastornado por el dolor que acabó convertido en friqui televisivo y haciendo pillerías), y Juan Ignacio Blanco, un «criminólogo» hijo de don Pablos y Alfarache, que urdió las hipótesis más rocambolescas. Resulta sobrecogedor que el documental de marras dedique mucho más tiempo a estas cuestiones archisabidas que a iluminar las numerosas zonas en sombra del crimen.
Aunque, en puridad, el documental no ilumina ninguna zona en sombra, sino que más bien tiende a oscurecerlas todavía más (siempre, por supuesto, con la excusa farisaica de evitar el amarillismo). Para lograr este birlibirloque, el documental pasa por alto que la propia sentencia judicial reconoce la posibilidad de que en el crimen participase una tercera persona; tampoco se pregunta por qué los asesinos de las niñas les infligieron tantas sevicias aberrantes; y no dedica ni medio minuto a la fuga de Anglès, renunciando por completo a indagar las graves negligencias policiales que la permitieron. Pero todos estos (y otros muchos) primores del periodismo sistémico palidecen al lado del desenlace perverso del documental, en el que se enlaza con vomitivo oportunismo el crimen aberrante de Alcàsser con el caso de la «Manada». De este modo, los criminales más sádicos y depravados que recuerda la historia criminal española se convierten en un producto del «heteropatriarcado». Un chiste tétrico.

El caso Alcàsser utiliza el rapto, ultraje bestial y muerte crudelísima de aquellas niñas para anestesiar las conciencias con medias verdades e instilar clichés ideológicos en las masas cretinizadas. Lo que ocurrió en Alcàsser fue un crimen aberrante que a todos los que entonces teníamos uso de razón nos enseñó que nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra un mundo de tinieblas. Y, desde luego, Anglès, que escapó a la acción (extraordinariamente remolona) de la justicia humana, nada tiene que ver con los botarates de la Manada. Pero los autores de este documental se conforman con señalar (a esto se le llama «lanzada a jovenlandés muerto») a dos pobres diablos y con condenar el amarillismo y el «heteropatriarcado». Una burla nefanda del periodismo sistémico, que no tiene empacho en servirse de aquellas lloradas niñas de Alcàsser para hacer postureo molón ante la galería.
 

Pepe Criminólogo

Madmaxista
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Fernando García y Juan Ignacio Blanco. Los sospechosos habituales.

‘El caso Alcàsser’: un encuadre nunca es objetivo

Cuestión de "encuadres".
"Poner la cámara ante algo implica un punto de vista y, con ello, un discurso y esto opera tanto en un relato de ficción como en uno documental. No hay objetividad posible, aunque sí que hay grados e intenciones, por supuesto. Y las de El caso Alcàsser están muy claras y bien visibles y expresadas en la imagen."

Artículo muy esclarecedor que enlaza con el artículo de Álex Mendíbil