Deberíamos regocijarnos por la muerte de uno de los que desean la extinción de nuestra sociedad tradicional del bienestar. Por desgracia o por suerte, no somos tan perversoss como ellos, aunque si bien no nos alegra, tampoco derramaremos una lágrima. Y siendo positivos, quizás su muerte haya tenido sentido si alguien cercano ha despertado de la doctrina progre.