Mucho. Fue mi infancia y viví esa década con mucha inocencia.
El felipismo, los últimos coletazos de Ruiz Mateos, el ascenso de Aznar en el 96, la época dorada de Canal Plus y Telecinco, las elecciones del 96, la privatización de Telefónica y Argentaria, la fusión del Central Hispano y el Santander, el nacimiento del BBVA, la publicidad de productos de limpieza protagonizda por mujeres, las series de personas de color sin monsergas racistas ('El príncipe de Bel Air', 'Cosas de casa'...), las series con carisma y personalidad ('Expediente X', 'Ally McBeal', 'sesso en Nueva York' los domingos en el Plus, 'Pepa y Pepe'....), comer pipas en un banco con mis compañeros en la replaceta de Benalúa en Alicante, merendar Bollycao, el Yoplait, la paella de los domingos en el campo con mi familia, mi barrio, la gente que pasaba la mañana en el bar de Luis hablando de política o jugando al dominó, la ropa colorida que era hortera pero no era refrito de otras décadas, la estética Y2K, los Clinton bailando la Macarena, ciudades mucho menos masificadas, reuniones de gente sin interrupciones tecnológicas...
Y todo ello con la ventaja de haber dejado atrás los oscuros setenta y ochenta, y sin que la era de Internet a partir de los 2000 lo mandase todo a la hez.
Los noventa fueron la década perfecta.