Quizá no lo creáis pero, la primera impresión al ver a la Bestia fue la de encontrarme ante un bebé normal y, por qué no decirlo, bastante majete. Incluso parece que le caí en gracia por las sonrisas y gorgoritos que me regalaba. Todo ello pareció reconfortarme hasta que, a la hora de la despedida en el aeropuerto, vi como progenitora e hijo me miraban con una extraña sonrisa en la cara. Se la devolví sinceramente hasta que , prestando más atención, juro que me pareció observar que su mirada no se dirigía a mis ojos sino a mi bolsillo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y perdí súbitamente mi presencia de espíritu la cual no he recuperado hasta el momento.