Ladrillo Mortal
Será en Octubre
- Desde
- 11 Dic 2006
- Mensajes
- 26.299
- Reputación
- 64.612
Hacía tiempo que no escribía en este foro, bastante diría yo; no por falta de ganas, sino de tiempo, fuerzas y voluntad. Por ese orden.
Quería compartir con vosotros un proceso, un viaje hacia el dolor que inició sus pasos hace ya más de un año; enmascarado en un aparente problema dental para terminar, tras un penoso peregrinaje de médicos, dentistas y neurólogos, en una neuralgia del trigémino tipo 2 o atípica.
No quiero extenderme en el apartado médico, en las más de 10 pruebas realizadas, sumando exploraciones, radiografías, panorámicas, resonancias, TAC e incluso análisis de sangre. Porque en definitiva, al llegar a este punto nada ha sido concluyente; todo correcto, todos los análisis son buenos, no hay tumores, no hay manchas “raras”, nada, hasta mis niveles son mejores que respecto a anteriores analíticas, gracias al cuidado en la alimentación y la falta de vicios. Estoy tan sano, que estoy más dolido que nunca. Ironías de la vida…
Ninguna medicación ha funcionado, ni las que te dejan lo suficientemente zombie para poder sentarte delante de tu pantalla y trabajar a duras penas. Unas te marean, otras te destrozan el estómago, así una larga lista de efectos secundarios; realmente llegado un punto todo te da igual, como si te dejan ciego o impotente, solo quieres que ese dolor pare. Pero no, no lo hace.
El hecho de vivir con un tipo de dolor, constante, lacerante, inmisericorde, un dolor que incluso puede hacerte vomitar o dar puñetazos a un pared porque prefieres sentir alivio en dolor más fuerte, provoca tal desgaste en tus estructuras mentales que tu cerebro te juega malas pasadas. Tus emociones se vuelven inestables, tan pronto gritas y desearías estrangular a alguien, como te vienes abajo. Intentas salir a flote, tratas de hacer ejercicio, el poco que puedas, leer, trabajar hasta explotar porque si paras tu cerebro vuelve a centrarse en ello y sin embargo poco a poco vas retrocediendo, notas que vas perdiendo porque literalmente no puedes más.
Dejas de salir, dejas de hablar, para intentar por todos los medios el dolor, dejas de hacer planes, dejas de pensar en el futuro, tu vida se para. Vives solo, por y exclusivamente para el dolor.
En los últimos meses cada vez pienso más en mi infancia, vienen a mi memoria recuerdos de hace 20 o 30 años, fragmentos de mi vida que tenía olvidados y ahora recuerdo muy vívidos. La primera pierna que me rompí con 7 años al saltar unas escaleras, unos dibujos con la bandera de España en primaria, el día que mis padres me presentaron a mi hermano recién llegado del hospital, recuerdos muy, muy antiguos, de los primeros que tengo.
Por si fuera poco, hace unos meses vi a un ex compañero del colegio, al que no veía hacía 30 años, casado, con hijos, no me lo quito de la cabeza. Como tampoco puedo quitar de mi mente a una antigua ex, con la que casi, casi estuve a punto de casarme, ahora también en pareja con críos.
Es como si mi vida se hubiese parado, estuviera rebobinando hacia atrás, mientras el resto sigue adelante pero lo más extraño, son eventos con cierto sabor a despedida.
Cuerpo y mente bien parecieran estar apagando, poco a poco, sin prisa pero sin pausa. Por muy mucha resistencia mostrada el desgaste hace mella y bien por deterioro de salud o bien por decisión propia, la vida, en esta circunstancia se antoja improbable.
En estos 40 años me puedo arrepentir de muchas cosas, la mayoría percibo como cagadas por falta de experiencia. Sin embargo hay una especialmente dolorosa, nunca he sentido amor verdadero hacia alguien.
En este estado es me pesa como una losa no haber podido cumplir esa fase, algo alrededor de lo cual han girado la mayoría de mis motivaciones durante los últimos 25 años. Y el hecho de haber dejado dos relaciones, con visos de ser serias, al sentirme incómodo por no experimentar ese tipo de emociones, no hace más que acrecentar el peso ahora mismo. La he cagado, ¿por inconsciencia, estupidez o inocencia?.
Hace un par de semanas, antes del bichito, comencé a salir con una mujer, 37 años. Volví a sentir lo mismo. Nada. Pero en esta ocasión me siento derrotado, derrotado por el tiempo, por los recuerdos y por el dolor, físico, metal y espiritual. Si es la última oportunidad, lo será para formar familia, en el tiempo que me quede pero lo será desde un acto egoísta y fistro, ¿lo peor?, que soy consciente, totalmente consciente de ello.
En fin, en esas estoy. Ante el abismo.
Quería compartir con vosotros un proceso, un viaje hacia el dolor que inició sus pasos hace ya más de un año; enmascarado en un aparente problema dental para terminar, tras un penoso peregrinaje de médicos, dentistas y neurólogos, en una neuralgia del trigémino tipo 2 o atípica.
No quiero extenderme en el apartado médico, en las más de 10 pruebas realizadas, sumando exploraciones, radiografías, panorámicas, resonancias, TAC e incluso análisis de sangre. Porque en definitiva, al llegar a este punto nada ha sido concluyente; todo correcto, todos los análisis son buenos, no hay tumores, no hay manchas “raras”, nada, hasta mis niveles son mejores que respecto a anteriores analíticas, gracias al cuidado en la alimentación y la falta de vicios. Estoy tan sano, que estoy más dolido que nunca. Ironías de la vida…
Ninguna medicación ha funcionado, ni las que te dejan lo suficientemente zombie para poder sentarte delante de tu pantalla y trabajar a duras penas. Unas te marean, otras te destrozan el estómago, así una larga lista de efectos secundarios; realmente llegado un punto todo te da igual, como si te dejan ciego o impotente, solo quieres que ese dolor pare. Pero no, no lo hace.
El hecho de vivir con un tipo de dolor, constante, lacerante, inmisericorde, un dolor que incluso puede hacerte vomitar o dar puñetazos a un pared porque prefieres sentir alivio en dolor más fuerte, provoca tal desgaste en tus estructuras mentales que tu cerebro te juega malas pasadas. Tus emociones se vuelven inestables, tan pronto gritas y desearías estrangular a alguien, como te vienes abajo. Intentas salir a flote, tratas de hacer ejercicio, el poco que puedas, leer, trabajar hasta explotar porque si paras tu cerebro vuelve a centrarse en ello y sin embargo poco a poco vas retrocediendo, notas que vas perdiendo porque literalmente no puedes más.
Dejas de salir, dejas de hablar, para intentar por todos los medios el dolor, dejas de hacer planes, dejas de pensar en el futuro, tu vida se para. Vives solo, por y exclusivamente para el dolor.
En los últimos meses cada vez pienso más en mi infancia, vienen a mi memoria recuerdos de hace 20 o 30 años, fragmentos de mi vida que tenía olvidados y ahora recuerdo muy vívidos. La primera pierna que me rompí con 7 años al saltar unas escaleras, unos dibujos con la bandera de España en primaria, el día que mis padres me presentaron a mi hermano recién llegado del hospital, recuerdos muy, muy antiguos, de los primeros que tengo.
Por si fuera poco, hace unos meses vi a un ex compañero del colegio, al que no veía hacía 30 años, casado, con hijos, no me lo quito de la cabeza. Como tampoco puedo quitar de mi mente a una antigua ex, con la que casi, casi estuve a punto de casarme, ahora también en pareja con críos.
Es como si mi vida se hubiese parado, estuviera rebobinando hacia atrás, mientras el resto sigue adelante pero lo más extraño, son eventos con cierto sabor a despedida.
Cuerpo y mente bien parecieran estar apagando, poco a poco, sin prisa pero sin pausa. Por muy mucha resistencia mostrada el desgaste hace mella y bien por deterioro de salud o bien por decisión propia, la vida, en esta circunstancia se antoja improbable.
En estos 40 años me puedo arrepentir de muchas cosas, la mayoría percibo como cagadas por falta de experiencia. Sin embargo hay una especialmente dolorosa, nunca he sentido amor verdadero hacia alguien.
En este estado es me pesa como una losa no haber podido cumplir esa fase, algo alrededor de lo cual han girado la mayoría de mis motivaciones durante los últimos 25 años. Y el hecho de haber dejado dos relaciones, con visos de ser serias, al sentirme incómodo por no experimentar ese tipo de emociones, no hace más que acrecentar el peso ahora mismo. La he cagado, ¿por inconsciencia, estupidez o inocencia?.
Hace un par de semanas, antes del bichito, comencé a salir con una mujer, 37 años. Volví a sentir lo mismo. Nada. Pero en esta ocasión me siento derrotado, derrotado por el tiempo, por los recuerdos y por el dolor, físico, metal y espiritual. Si es la última oportunidad, lo será para formar familia, en el tiempo que me quede pero lo será desde un acto egoísta y fistro, ¿lo peor?, que soy consciente, totalmente consciente de ello.
En fin, en esas estoy. Ante el abismo.
