Cirujano receta no ir al médico. Morir no es tan malo como se cree. Es dormir y no despertar : «Ante determinadas enfermedades o edades cabe aceptar l

ATARAXIO

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Estás viviendo con la idea de que eres inmortal.
Cuando digo que eres inmortal , en realidad no piensas que eres inmortal , pero no eres consciente de tu mortalidad.
Si no eres consciente de tu mortalidad , en algún lugar piensas que eres inmortal...

¿ no es así ?

¿ cuántos momentos al día eres consciente de que eres mortal ?


algunas personas no son conscientes ni un segundo de su vida.

 

drtanaka

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Más madera para la industria de la muerte y la justificación de la eutanasia.

La sustitución étnica no es suficiente, ya nos quieren dar de baja de la suscripción de la vida directamente.
 

ATARAXIO

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Más madera para la industria de la muerte y la justificación de la eutanasia.

La sustitución étnica no es suficiente, ya nos quieren dar de baja de la suscripción de la vida directamente.
El aborto es un crimen.

Millones de abortos como ha pasado en Europa esta última década, es un genocidio inducido por estados traidores.

Pero la eutanasia es una necesidad.

En el primer caso es la aniquilación de una nueva generación que a su vez llenaría de vida, de energía y de nuevos hijos ,

Alargar la decrepitud, el dolor y la indignidad es un sadismo inconcebible .

Pero quítense de la cabeza, nadie quiere dar de baja de la suscripción de la vida viejos, sólo permitir que YO, pueda decidir no llegar a extremos , Y DAR HERRAMIENTAS A PROFESIONALES PARA QUE PUEDA DORMIR ETERNAMENTE.
 

ATARAXIO

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el encarnizamiento terapéutico con moribundos yo lo veo como esta descripción de otra realidad parecida.
Relata Blasco Ibañez en su libro:

[...] Llevaban varios días de montar y amaestrar a estos caballos tristes, que aún guardaban en sus flancos las rojas huellas de los espolazos. Los sacaban a trotar por los desmontes inmediatos a la plaza, haciéndoles adquirir una energía ficticia bajo el hierro de sus talones, obligándoles a dar vueltas para que se habituasen a la carrera en el redondel. Volvían a la plaza con los costados tintos en sangre, y antes de entrar en las caballerizas recibían el bautismo de unos cuantos cubos de agua.
Había jacos de inaudita delgadez, esqueletos de agudas aristas salientes que parecían próximas a rasgar la envoltura de piel de largos y flácidos pelos. Otros agitabánse arrogantes, piafando de energía, con las patas fuertes, el pelo reluciente y el ojo vivo: animales de hermosa estampa que era incomprensible figurasen entre unos deshechos destinados a la muerte; bestias magníficas que parecían recien desenganchadas de un carruaje de lujo, Estos eran los más temibles: caballos incurables, atacados de vértigos y otros accidentes, que de pronto venían al suelo, arrojando al jinete por las orejas. Y tras estos ejemplares de la miseria y la enfermedad, sonaban las tristes herraduras de los inválidos del trabajo: caballos de tahonas y de fábricas, machos de labranza, jacos de coches de alquiler, todos soñolientos por el hábito de arrastrar años y años el arado o la carreta; parias infelices que iban a ser explotados hasta el último instante, dando diversión a los hombres con sus pataleos y saltos al sentir en el abdomen los cuernos del toro.
[...] El primer toro <<salió pegando>> con gran acometividad para las gentes de a caballo. En un instante echó al suelo a los tres picadores que le esperaban lanza en ristre, y de los jacos dos quedaron moribundos, arrojando por su perforado pecho chorros de sangre obscura. El otro corrió, loco de dolor y de sorpresa, de un lado a otro de la plaza, con el vientre abierto y la silla suelta, mostrando por entre los estribos sus entrañas azuladas y rojizas, semejantes a enormes embutidos. Arrastraban las tripas por el suelo, y al pisárselas el mismo con sus patas traseras, tiraba de ellas, desarrollándolas como una madeja confusa que se desenmaraña. El toro, atraído por esta carrera, marchó tras él, y metiendo la poderosa cabeza bajo su vientre lo levantó en los cuernos, arrojándolo al suelo y ensañándose en su mísero armazón quebrantado y agujereado. Al abandonarle la fiera, moribundo y pataleante, un <<mono sabio>> se aproximó para rematarlo, hundiéndole el hierro de la puntilla en lo alto del cráneo. El mísero jaco sintió una rabia de cordero en los estremecimientos de su agonía, y mordió la mano del hombre. Este dió un grito, agitó la diestra ensangrentada, y apretó el puñal, hasta que el caballo dejó de patalear, quedando con las extremidades rígidas. Otros empleados de la plaza corrían de un lado a otro con grandes espuertas de arena, arrojándolas a montones sobre los charcos de sangre y los cadáveres de los caballos.

El público estaba en pie, gesticulando y vociferando. Sentiase entusiasmado por la fiereza de la bestia y protestaba de que en el redondel no quedase ni un picador, gritando a coro: <<¡Caballos! ¡caballos!>>

Todos estaban convencidos de que iban a salir inmediatamente, pero les indignaba que transcurrieran unos minutos sin nuevas carnicerías. El toro permanecía aislado en el centro del redondel, soberbio y mugidor, levantando los cuernos sucios de sangre, ondeándole las cintas de la divisa sobre su cuello surcado de rasgones azules y gente de izquierdas. Salieron nuevos jinetes, y otra vez se repitió el da repelúsnte espectáculo. Apenas se aproximaba el picador con la garrocha por delante, ladeando el jaco para que el ojo vendado no le permitiera ver a la fiera, era instantáneo el choque y la caída. Rompíanse las picas con un chasquido de madera seca, saltaba el caballo enganchado en los poderosos cuernos, brotaba la sangre, excrementos y piltrafas de este choque mortal, y rodaba por la arena el picador como un monigote de piernas amarillas, cubriéndole inmediantamente las capas de los peones.

Un caballo, al ser herido en el vientre, esparció en torno de él, vaciando sus entrañas, una lluvia nauseabunda de excremento verdoso, que vino a manchar los trajes de los toreros cercanos.

El público celebraba con risas y exclamaciones las ruidosas caídas de los jinetes. Sonaba la arena sordamente con el choque de los cuerpos rudos y sus piernas forradas de hierro. Unos caían de espaldas, como talegos repletos, y su cabeza, al encontrar las tablas de la valla, producía un eco lúgrube.

-Ese no se levanta-gritaban en el público-. Debe tener abierto el melón.

Y sin embargo, se levantaba, extendía los brazos, rascábase el cráneo, recobraba el recio castoreño, perdido en la caída, y volvía a montar en el mismo caballo, que los <<monos sabios>> incorporaban a la fuerza de empellones y varazos. El vistoso jinete hacía trotar al jaco, que arrastraba por la arena sus entrañas cada vez más largas y pesadas con la agitación del movimiento. El picador, sobre esta debilidad agónica, dirigíase al encuentro de la fiera.

Remendaban los caballos como si fueran zapatos viejos; explotaban su debilidad hasta el último momento, prolongando su agonía y su muerte. Quedaban en el suelo pedazos de intestino, cortados para facilitar la operación de <<arreglo>>. Otros fragmentos de sus entrañas estaban en el redondel cubiertos de arena, hasta que muriese el toro y los mozos pudiesen recoger esas piltrafas en sus espuertas. Muchas veces, el trágico vacío de los órganos perdidos remediábanlo los bárbaros curanderos con puñados de estopa introducidos en el vientre.

Lo importante era mantener en pie a estos animales unos cuantos minutos más, hasta que los picadores volviesen a salir a la plaza; el toro se encargaría de rematar la obra... Y los jacos moribundos sufrían sin protesta esta lúgubre transfiguración. Los que cojeaban eran reanimados con ruidosos golpes de vara, que les hacían temblar desde las patas a las orejas.

Relinchaban tristemente los caballos heridos, levantando la cola con ruidoso escape de gases; un hedor de sangre y excremento vegetal esparcíase por el patio; la sangre corría entre las piedras, ennegreciéndola al secarse.
 

ATARAXIO

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En este momento en TVE 1, "Mar adentro", la historia de Ramón Sampedro. Adoctrinamiento pro-eutanasia en PRIME TIME.

Reportaje | La segunda muerte de Ramón Sampedro

Mientras todo el mundo trataba de disuadirle, Ramón nunca cesó en la búsqueda de una "mano amiga". Con cada recién llegado, ensayaba un ritual invariable. Le pedía un cigarrillo o se lo ofrecía él mismo, entablaba una larga conversación sobre el sentido de la vida y de la muerte y al final siempre espetaba el latigazo: "¿Y tú me ayudarías?".

"Por lo que se ve en la cinta de vídeo, la agonía duró más de media hora", comenta José entre cabeceos de lamentación. Ramona Maneiro, según ha confesado ahora, estaba detrás de la cámara y tuvo que retirarse al cuarto de baño porque "no esperaba que resultase tan duro". Una copia de la cinta de vídeo, que Sampedro había grabado para exculpar a los que le ayudaron y que fue entregada en el juzgado, llegó semanas después a la televisión, nadie sabe cómo. Las cadenas estaban ofreciendo sustanciosas recompensas para quien entregase las imágenes de Sampedro muerto. La familia fue un espectador más del pase televisivo de los últimos momentos de Ramón. Su padre, que entonces tenía 92 años, "se puso loco", recuerda Manola. A partir de ese momento, se pasaba el día sentado en la puerta de casa mascullando: "¿Pero a quién hizo daño Ramón para merecer todo esto?".

yo personalmente pienso que su vida valía la pena seguir viviéndola .

No era un caso de eutanasia , sino de depresión y falta de alternativas en una mente muy activa, cultivada por años de lectura y a saber cuanta información , probablemente sesgada ..
Si fuese hoy en día con internet, que ofrece tantas opciones seguramente estaría mucho más entretenido, de hecho la mayoría de los adolescentes que están todo el día con la play , netflix, el móvil o en clase, poco se diferencian de Ramón Sampedro. Por no hablar de tantas profesiones como cajeras , oficinistas, conductores ...que no tienen la suerte de estar calientes en casa viendo la tele o leyendo.

NO !! ese no es un caso de eutanasia tal como está planteada.

La eutanasia es para que las personas que así lo consideren , se eviten el último tramo de encarnizamiento terapéutico agonizando durante semanas entre estertores cadavéricos y dolores insoportables . Ahí sí.
 

duolipo

Himbersor
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No hay que tener miedo a morir.
Es un proceso natural.
Una vez muerto es igual de profundamente dormido.
El tiempo se para y aunque pasen millones de años es como si hubiera pasado un segundo.
Tu alma regresa a la fuente y estará allí hasta que regrese a otro cuerpo.
 

ATARAXIO

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No hay que tener miedo a morir.
Es un proceso natural.
Una vez muerto es igual de profundamente dormido.
El tiempo se para y aunque pasen millones de años es como si hubiera pasado un segundo.
Tu alma regresa a la fuente y estará allí hasta que regrese a otro cuerpo.
pues tú parece que le temes a la muerte más que nadie, de hecho te crees una estultidez , sólo para convencerte de que no mueres.