Incluso una ley orwelliana es infinitamente más deseable que la total ausencia de Ley. Ya que esta pocilga da signos de su incapacidad para autorregularse es inevitable recurrir a instancias externas que reintroduzcan el principio de realidad, ya que abstraerse de ésta es garantia de caos y desdicha.
Como quiera que sea, para señalar y sacar a la superficie las fechorías que se perpetran en las alcantarillas necesariamente hay que descender al subsuelo pues en caso contrario nunca serían convenientemente purificadas y redimidas; un daño colateral perfectamente asumido y amortizado.