Con referencia al citado augurio funesto de los idus de marzo previsto por los aruspices etruscos,creo oportuno destacar que la influencia de la
Etrusca Disciplina sobrevivió varios siglos más luego de esos hechos.
Como es de suponer el Cristianismo se le opuso enconadamente.
Las relaciones entre
Etrusca disciplina y cristianismo no podían ser amistosas,los autores cristianos vilipendiaban a los arúspices como delegados del malo.
Según Tertuliano, no eran más que charlatanes que abusaban de la credulidad del pueblo con la promesa de revelar los misterios del futuro.
Por su parte, Arnobio se alegraba viéndoles reducidos a la miseria, pues los progresos de la religión cristiana causaba a los arúspices una notable pérdida de clientela.
Aun así el prestigio de los adivinos etruscos era notable, el mismo Agustín de Hipona confiesa haber consultado a uno de ellos cuando era estudiante en Cartago.
La privilegiada influencia de los arúspices próximos al emperador se dirigía en ocasiones contra el cristianismo.
Así, a propósito de la gran persecución de Diocleciano a finales del siglo III d.C., la mayor crisis sufrida por el naciente cristianismo, es muy factible que haya sido incentivada por el arúspice imperial, según cuenta Lactancio, quien convenció al emperador para tomar medidas contra los cristianos.
Hay que reconocer sin embargo que la oposición de los arúspices al cristianismo y su intervención en las llamadas persecuciones no responde simplemente a la reacción egoísta de un grupo minoritario que temer perder sus privilegios y poder, como proclama Arnobio, sino a la convicción de que su propia tradición era suficiente para satisfacer las necesidades religiosas del mundo romano.
Por ello no causa sorpresa que ya en el Imperio cristiano, en el año 408 d.C., cuando Alarico avanzaba amenazante sobre la ciudad de Roma, el poder político no dudó en acudir a los arúspices con el fin de intentar detener al invasor utilizando su saber.
Según el historiador Zósimo, tal decisión se tomó de acuerdo con el papa Inocencio I, pues éste «prefirió la salvación de la ciudad a su propio credo, autorizando a los etruscos a cumplir en secreto los ritos que ellos conocían».
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