loveisintheair
Madmaxista
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Yo también veía La Clave de adolescente, pero tenía una Derbi Variant.
Al principio la usaba solo en la sierra; un par de años después, cuando empecé a compaginar los estudios con un trabajo, me la traje a Madrid.
Me encantaba volar con ella y zigzaguear con veloz precisión entre los coches. Debía hacerlo muy bien, porque un día un tipo que llevaba una moto grande se paró a mi lado en un semáforo y me dijo: “jorobar, cómo te gustan las motos ¿eh?”. Una mañana, cuando salí de la casa solo encontré en el suelo la cadena con la que la ataba a la farola. No volví a tener moto propia, mía, cómplice, Rocinante. Aunque seguí conduciéndolas bastante tiempo más porque en el garaje de la familia de mi marido había varias de campo. Lo peor que me pasó en los quince años que las monté fue perder la pulsera de pedida en una voltereta, haciendo motocross con una antigua Puch.
Te leo con devoción Aynrandiano, y admiro el trabajo —pagado o no— que haces en el foro. Y, aunque también yo veo la vida como una guerra, mi manera de afrontarla es radicalmente distinta a la tuya.
Si me muriera esta noche, no habría dejado nada por hacer. Aquí quedaría gente que me echaría de menos, tal vez mis hijos pusieran mi nombre a alguna de mis futuras nietas. Tengo 53 años y una amplia hoja de servicios con muchas batallas ganadas. Y en ninguna de ellas el enemigo venía con un machete, ni me habrían servido de nada chaleco antibalas o spray pimienta.
Yo tal vez crea, no lo sé, que el día que nacemos ya está escrita la fecha de nuestra muerte.
Lo que sí sé es que la muerte nos llega a todos.
Y a casi todos nos llega en un hospital, rodeados de máquinas, médicos y familiares que deciden por nosotros porque, o estamos demasiado seniles, o el tumor nos ha llegado al cerebro.
La muerte violenta frente a la que tú nos previenes es la menos frecuente de las muertes.
Hay gente que tiene moto que morirá en un accidente, sí.
A otros los apuñalará un delincuente habitual.
Los demás morirán de cáncer.
Pero no todos podemos ser Walt Kowalski, ¿verdad?
Puesto que anuncias que tal vez escribas sobre cómo llegaste hasta aquí, elevo aquí mi humilde petición: me encantaría que contaras cómo llegaste a tener tanto miedo a vivir.
A veces pienso que debes ser cirujano en urgencias. O policía o alguna profesión de esas en las que se ve mucha sangre.
Pero esa explicación resultaría demasiado fácil.
Demasiado prosaica.
Y tú eres un grande.
Gracias por hacerme pensar.
Al principio la usaba solo en la sierra; un par de años después, cuando empecé a compaginar los estudios con un trabajo, me la traje a Madrid.
Me encantaba volar con ella y zigzaguear con veloz precisión entre los coches. Debía hacerlo muy bien, porque un día un tipo que llevaba una moto grande se paró a mi lado en un semáforo y me dijo: “jorobar, cómo te gustan las motos ¿eh?”. Una mañana, cuando salí de la casa solo encontré en el suelo la cadena con la que la ataba a la farola. No volví a tener moto propia, mía, cómplice, Rocinante. Aunque seguí conduciéndolas bastante tiempo más porque en el garaje de la familia de mi marido había varias de campo. Lo peor que me pasó en los quince años que las monté fue perder la pulsera de pedida en una voltereta, haciendo motocross con una antigua Puch.
Te leo con devoción Aynrandiano, y admiro el trabajo —pagado o no— que haces en el foro. Y, aunque también yo veo la vida como una guerra, mi manera de afrontarla es radicalmente distinta a la tuya.
Si me muriera esta noche, no habría dejado nada por hacer. Aquí quedaría gente que me echaría de menos, tal vez mis hijos pusieran mi nombre a alguna de mis futuras nietas. Tengo 53 años y una amplia hoja de servicios con muchas batallas ganadas. Y en ninguna de ellas el enemigo venía con un machete, ni me habrían servido de nada chaleco antibalas o spray pimienta.
Yo tal vez crea, no lo sé, que el día que nacemos ya está escrita la fecha de nuestra muerte.
Lo que sí sé es que la muerte nos llega a todos.
Y a casi todos nos llega en un hospital, rodeados de máquinas, médicos y familiares que deciden por nosotros porque, o estamos demasiado seniles, o el tumor nos ha llegado al cerebro.
La muerte violenta frente a la que tú nos previenes es la menos frecuente de las muertes.
Hay gente que tiene moto que morirá en un accidente, sí.
A otros los apuñalará un delincuente habitual.
Los demás morirán de cáncer.
Pero no todos podemos ser Walt Kowalski, ¿verdad?
Puesto que anuncias que tal vez escribas sobre cómo llegaste hasta aquí, elevo aquí mi humilde petición: me encantaría que contaras cómo llegaste a tener tanto miedo a vivir.
A veces pienso que debes ser cirujano en urgencias. O policía o alguna profesión de esas en las que se ve mucha sangre.
Pero esa explicación resultaría demasiado fácil.
Demasiado prosaica.
Y tú eres un grande.
Gracias por hacerme pensar.