Una multitud de problemas han plagado los esfuerzos históricos de domesticación (debido a la falta de especialización en la cría selectiva) de alces para la caballería por parte de pueblos como el Imperio Sueco y la Unión Soviética, pero los tres más importantes son: temperamento, dieta y físico.
En términos de temperamento, los alces son mucho más similares a los bóvidos salvajes que a otros cérvidos salvajes (ciervos), o cualquier otro animal generalmente utilizado como monturas si son domesticados. Son animales que en su habitat natural ocupan el rol de presa, pero no son tan huidizos como los caballos, sino que luchan si se les provoca. Dado el hecho de que las primeros seres humanos consiguieron de alguna manera domesticar uros, este factor no es insuperable por sí mismo, sin embargo, los otros dos factores hacen que la domesticación de alces sea difícil de aceptar.
El primero sería su dieta, que es bastante especializada para animales de su tamaño: son ramoneadores obligados, y aunque a veces comen plantas acuáticas, pastos y hierbas, prefieren ramitas de un rango bastante específico de diámetros como su dieta diaria. También son incapaces de digerir las formas convencionales de heno, lo que significa que necesitarían ser pastoreados con suficientes árboles alrededor para permitirles comer continuamente material vegetal fresco y vivo. Contrasta con los caballos y los burros, que al ser animales de pasto, pueden arreglárselas con algún tipo de materia vegetal en casi cualquier lugar al que los lleve su jinete, y los camellos, que comen casi cualquier cosa que puedan procesar. Una vez más, no es insuperable, pero pone un límite en cuanto a las posibles formas y rangos a los que se podría aplicar el alce como animal domesticado.
Por último, está el físico, que en realidad se reduce a un solo aspecto: controlar a los alces mientras los montas es extremadamente difícil. Los soviéticos probaron varios medios para obtener estímulos a través de sus gruesas pieles, incluyendo collares eléctricos, pero ninguno tuvo efectos consistentemente buenos. Los alces son impredecibles y difíciles de guiar.
Con todo, los alces como caballería no parecen estar destinados a serlo. Es posible utilizarlos como animales de tiro de nicho en zonas árticas, pero hacerlo generalmente solo estaría justificado si se encuentran en un entorno que carece de otros animales con los que es fácil trabajar.